Cuaderno de venta

Adictos al gas y la destrucción de la demanda del 'shock' eléctrico

Electricidad
La electricidad, en manos del gas.
EP

Solo los precios altos curan el mal de los altos precios. Esta autocuración es la ley del mercado y, implacablemente, acaba cumpliéndose tarde o temprano. El 'shock' energético que se está formando sobre Europa amenaza, cual huracán, con arrasar la geografía económica allá donde se muestre más vulnerable y dependiente. El aumento meteórico del coste de la electricidad y del gas natural está comenzando a destruir la demanda. Solo con este proceso natural acabarán bajando los precios récord que estamos viendo en octubre como los 161 euros / MWh del gas TTF holandés o los 288 euros / MWh de la luz en España.

Claro está, siempre que las fuerzas de la oferta y la demanda se comporten como deben, pero esto no está del todo claro desde que comenzó la crisis del Covid-19. Desde que a principios de marzo de 2020 advertimos del shock de oferta y demanda que se estaba formando, la economía viene mostrando comportamientos propios de ciencia ficción. Bien es cierto que nunca hubo un apagón y encendido de la actividad simultáneamente para decenas de países, millones de empresas y miles de millones de personas. Cualquier libro, clase o enseñanza queda en cuestión ante un escenario desconocido hasta la fecha. De hecho, las voces más autorizadas piden, como Jerome Powell (Fed), humildad ante la gran distorsión económica.

Basta recordar el escenario de cotizaciones en negativo del petróleo que se produjo durante 2020, cuando se llegó a regalar -incluso a pagar- el consumo de oro negro. De ahí a la fotografía de récords en el gas natural o la electricidad en 2021 apenas hay un puñado de relojes de arena. Se trata de un golpe a la esperada recuperación pospandemia cuyo tirón no podrán aguantar por igual todos los países. La actual crisis de precios solo parece albergar la solución o la esperanza de que la demanda acabe autodestruyéndose. Es cuestión de tiempo que eso suceda.

Sin embargo, hay grandes interrogantes para que esto suceda. Como recordaba Chris Iggo, de Axa IM, en estas mismas páginas, la demanda energética apenas tiene elasticidad en sus primeras fases y acaba reduciendo la renta disponible de los hogares y agujereando las cuentas de resultados de las empresas hasta provocar situaciones límite. El modelo energético centrado en la descarbonización y la transición ecológica ha provocado en pocos años una adicción al gas natural en Europa que deja a los países en un callejón sin salida y de rodillas ante los grandes exportadores como Rusia. Ante la inestabilidad de las renovables, la mutilación voluntaria de la capacidad nuclear y el destierro de los carbones ‘nacionales’, el gas es el pilar central de la generación eléctrica, y el CO2, el autocastigo por contaminar.

Vladimir Putin, en una reflexión maliciosa durante una conferencia de 2010 que ha puesto oportunamente en redifusión estos días el canal oficial 'Russia Today', bromea entre risas con las contradicciones europeas y su condición de conseguidor energético: “A los alemanes no les gusta la energía nuclear, no la desarrollan. Tampoco les gusta el gas… ¿Con qué van a calentarse? ¿Con leña? Bueno, también hay que ir a Siberia a por leña”. 

La realidad es que el todopoderoso presidente ruso se ha arrogado los galones de 'banco central' del gas natural esta semana haciendo bajar las cotizaciones del gas ante su promesa de garantizar el suministro a Europa. Ni por asomo tiene esa capacidad de suministro, como tampoco la voluntad de hacerlo salvo que los europeos encuentren un mejor proveedor.

La crisis energética en Europa va a empeorar en las próximas semanas antes de mejorar. Por ejemplo, si las previsiones meteorológicas dibujan un invierno frío para el hemisferio norte, prepárense para lo peor. Ahora bien, si los pronósticos apuntan en sentido contrario o el mercado comienza a dar señales de estar bien abastecido puede que asistamos a un corrección tan rápida de precios como lo ha sido la escalada reciente. 

Los expertos apuntan al regreso del villano energético, el carbón, como el factor clave que ayudará a desenredar el actual cuello de botella energético. China, que también había abrazado los objetivos del clima y la descarbonización, entró en competencia por el consumo de gas con Europa y ahora puede optar por levantar las restricciones a su industria minera para extraer carbón y sustituir al gas. Matará dos pájaros de un tiro: alivia su economía y la del Viejo Continente, su mejor cliente. De momento ya ha comenzado a silbar y mirar para otro lado con la importación de mineral térmico australiano pese al reciente bloqueo comercial.

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