Se casaron. Del dicho al hecho han pasado apenas dos semanas. Jose Antonio Goirigolzarri y Gonzalo Gortázar se subieron al altar el pasado viernes en Valencia para hacer una doble presentación a inversores y prensa sobre las bondades de la unión de Caixabank y Bankia, cuyos primeros preparativos comenzaron en junio. Como padrino y madrina de la boda oficiaron Isidre Fainé, presidente de Criteria Caixa y de la Fundación La Caixa; y Nadia Calviño, ministra de Economía del Gobierno de coalición PSOE-Podemos y voz autorizada del Estado en la fusión.
Es una unión amistosa, estratégica, pero también un matrimonio de conveniencia ante los efectos de la crisis de la pandemia del Covid-19 para la economía y la banca. La ola de cierres de empresas comenzará a inocular dosis de morosidad antes del cierre de 2020. También crecen las necesidades de crédito y eso exige fortaleza bancaria para asumir insolvencias, refinanciar y mantener los grifos de la liquidez abiertos a empresas y hogares. Criteria Caixa (30%) y el Estado (16%) tendrán casi la mitad de las acciones desde el minuto uno y serán los dos pilares de un gigante bancario con una envergadura de 650.000 millones de euros en activos.
Lo llaman fusión pero es una compra. En primer lugar, Caixabank absorbe a Bankia en su balance, elimina su ficha bursátil y una marca estigmatizada por el rescate con dinero público de 2012. Segundo, el peso de los ajustes de estructura (oficinas y empleados) recaerá sobre la red de la adquirida. Entre otros motivos porque es más caro despedir en Caixabank que en Bankia: hasta un 150% más en indemnizaciones y porque los empleados de la primera cobran un 25% más de media. Se estima que el ajuste de plantilla por duplicidades afectará hasta 10.000 empleados.
En tercer lugar, el Estado pierde la condición de accionista de control de Bankia y se convierte en minoritario de Caixabank. Cuarto, el banco catalán con sede en Valencia ha puesto encima de la mesa una oferta de 4.200 millones de euros en especie o ‘papelitos’. Se ejecuta mediante una ampliación de capital de 2.080 millones de nuevas acciones de Caixabank que se entregan a los accionistas de Bankia a razón de 0,6845 títulos por cada uno de los suyos. La oferta sella la fusión de los accionariados y permitirá al Estado vender a mejor precio sus acciones más adelante. Tener el 62% de una empresa convierte de facto en ilíquida esa participación salvo que se produzca un evento de liquidez, es decir, que aparezca un comprador.
Como en toda boda, ahora llega el momento de tensión en el que quienes ofician la ceremonia pronuncian: 'si alguien tiene algo que decir hable ahora o calle para siempre... Parece difícil pero no es imposible. Goirigolzarri admitió el viernes que "siempre existe la posibilidad" de una contraoferta que, en todo caso, el Gobierno debería volver a valorar si el precio es mayor. Muchos en el sector han mirado con morbo a BBVA, que ha permanecido en silencio sepulcral como potencial pretendiente alternativo de Bankia.
El sentido estratégico y sus sinergias eran igual de enormes como para Caixabank, pero había dos obstáculos casi insalvables: el Estado se hubiese convertido en el mayor accionista de BBVA y estigmatizaría al banco a los ojos de los grandes inversores. Además, Goirigolzarri volvería a la que fue su casa durante tres décadas con un regreso al estilo Steve Jobs en Apple: con vara de mando y ganas de revolución. Formó parte de su cúpula directiva del Banco Bilbao, después con la fusión del Vizcaya, lideró el salto internacional y llegó a consejero delegado con la absorción de Argentaria, el conglomerado de bancos públicos como Caja Postal, Exterior e Hipotecario.
Pase lo que pase con Bankia, el inicio de su fusión con Caixabank puede convertirse en un catalizador de nuevas operaciones. Con la bendición del Banco Central Europeo (BCE), todo es posible. Fráncfort viene invocando desde los tiempos de Mario Draghi estas recetas para mejorar la rentabilidad del sector y eliminar su sobrecapacidad. El escenario de crisis, la existencia de un programa de compra de deuda masivo (PEPP) y una herramienta de liquidez ilimitada (TLTRO) han generado un clima de estabilidad financiera que invita a fusionarse sin temor a las turbulencias de la recesión.
Sin embargo, la compra de Bankia por Caixabank se ha convertido en un motivo mucho más poderoso por el miedo de otras entidades a tener que bailar con la más fea/o en términos financieros. Tirando de refranero ibérico: de una boda sale otra boda. “Para casarse en tiempos de dificultades tienes que elegir al compañero correcto… y eso es lo que hemos hecho”, describió Gortázar ante los analistas. Ese contagio puede provocar que se reactiven otras operaciones sobre las que también se han hecho números como las parejas BBVA-Sabadell o Unicaja-Liberbank. Pero hay terceros en discordia que se mantienen al acecho y con gran capacidad financiera como para aprovechar su oportunidad: la gallega Abanca o la vasca Kutxabank. El presidente de Renta 4 Banco, Juan Carlos Ureta, cree que la megafusión en marcha será el detonante de más bodas y ha recurrido a una metáfora muy gráfica: un "efecto palomitas de maíz" en el microondas que obligará a todo el sector a reaccionar a la vez ante el movimiento de Caixabank y Bankia.
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