OPINION

Test de estrés a la dependencia de China, la gran fábrica del mundo

Foxconn, fabricante de los iPhones e iPads, sube los sueldos en China
Foxconn, fabricante de los iPhones e iPads, sube los sueldos en China

Hace pocos años, un directivo de una compañía de móviles me confesaba que Europa y España había perdido sus capacidades de fabricación por exceso de externalización y deslocalización. “Ya no sabemos fabricar electrónica”, se lamentaba. En la era de la alta tecnología, el problema se ha hecho más agudo. No hay gadget que no tenga su sello ‘Made in China’ (caso del iPhone pese a su diseño californiano) y es ‘rara avis’ aquel producido en suelo europeo o estadounidense. Pasa lo mismo con la moda, los equipos de redes de telecomunicaciones e innumerables productos. Por algo China recibe el apodo de ‘la gran fábrica del mundo’.

Las multinacionales occidentales se han acostumbrado tanto a diseñar en casa y producir en China, que la actual crisis del coronavirus pondrá a prueba cientos de sistemas logísticos y la cuenta de resultados de alguna gran compañía. Al igual que los colegios y universidades de buena parte del país, algunas fábricas han cerrado también sus puertas como parte del plan de contención del Gobierno chino. La crisis es seria y el daño económico que se está produciendo se traduce en décimas de crecimiento o, lo que es lo mismo, decenas de miles de millones de euros. No es solo China sino el mundo en la era de la economía global.

Con más de 200 fallecidos, 10.000 infectados y toque de queda en los movimientos para varias ciudades cerca de 60 millones de habitantes, decenas de países han suspendido las conexiones aéreas con el gigante asiático. Todo lo anterior esto se traduce en calles vacías, parálisis comercial, cadenas de suministro industrial en riesgo y caída de la producción. La sueca H&M acaba de presentar cuentas esta semana, acompañadas del anuncio del relevo de su fundador Karl-Johan Persson, que ha admitido el impacto negativo las ventas del grupo en enero. China es el quinto mayor mercado de la cadena de tiendas de moda. Lo mismo ocurre con otros competidores como Inditex o LVMH.

Mayor impacto que el SARS

Es la otra cara de la moneda. China es, en efecto, la fábrica del mundo pero también uno de los grandes consumidores de productos de lujo, coches o materias primas. Los economistas, analistas, inversores y periodistas hemos echado rápido la vista atrás para encontrar precedentes y lo hemos encontrado en el SARS de 2003. De ahí que la reacción inicial fuese comedida hace dos semanas cuando se lanzaron las primeras voces de alarma. Más allá de la comparación epidemiológica, que no es el asunto aquí, el impacto fue importante para China en 2003, pero no dejó cicatrices en la economía y pasó de largo por unas bolsas que entonces ponían fin al mercado bajista posterior a la burbuja puntocom.

La gran diferencia entre 2003 y 2020 es el tamaño e influencia económica de China. Por este motivo, hay un abismo entre el SARS y el coronavirus de Wuhan. Hace 16 años, el PIB de China apenas alcanzaba los 1,4 billones de euros frente a los cerca 12,5 billones que habrá alcanzado al cierre de 2019. Una décima del PIB chino son hoy 12.000 millones. Los expertos de la gestora Jupiter AM estiman que la mayor economía asiática consume hoy tres veces más petróleo ahora que en 2003 y recuerdan también que con el SARS, el impacto sobre el PIB chino fue del 1% (14.000 millones). Hoy serían 120.000 millones. Goldman Sachs ha calculado que solo en las últimas semanas se está produciendo un descenso de consumo de crudo de 250.000 barriles diarios.

Pero hay otros intangibles que incorporar al análisis para encontrar la verdadera dimensión de la actual crisis del virus de Wuhan. Por ejemplo, el tiempo en el que se produce. El SARS no ocasionó cuarentenas masivas como ahora. La coincidencia del nuevo coronavirus en pleno Año Nuevo chino ha golpeado una de las épocas comerciales más abundantes del año en media Asia. En todo caso, la gravedad del impacto económico del virus será cuestión otra parte de la ecuación, el tiempo, y de las contramedidas fiscales que adopten los gobiernos. Porque a diferencia de 2003 vivimos en la época de tipos cero y de bancos centrales sin margen de maniobra.

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