Cuaderno de venta

Cuando la música deje de sonar: la burbuja bursátil ante el final del crecimiento

Cuando la música deje de sonar: la burbuja bursátil ante el final del creicmiento
Cuando la música deje de sonar: la burbuja bursátil ante el final del creicmiento
Pexel / Pixabay

“Cuando la música se detiene, en términos de liquidez, las cosas se complicarán. Pero mientras suene la música, tienes que levantarte y bailar. Todavía estamos bailando”. Hay pocas declaraciones que marquen un punto de inflexión en la historia de los mercados. En julio de 2007, Chuck Prince, entonces presidente de Citigroup, describió el FOMO inversor (Fear Of Missing Out) o el fenómeno del miedo a perderse la gran fiesta financiera antes de que los primeros fuegos se transformasen en el gran incendio de 2008. Algo parecido está ocurriendo en esta recesión sin precedentes acompañada de exuberancia financiera.

Esta semana, Wall Street ha asistido a una orgía con apenas trascendencia en los titulares. El mejor trimestre de la historia para sus grandes brókers. Póngalo mayúsculas. Se han descorchado botellas de champán como nunca en previsión de unos bonus récord en 2020. Todo en silencio y sin focos. Hay que guardar las apariencias.Mientras el mundo arde por una pandemia y la economía se autodestruye con los confinamientos, el sentimiento inversor sigue eufórico con el susurro de los grandes colocadores de valores.

Los cinco grandes bancos de negocios (Morgan Stanley, Citi, Goldman, JPMorgan y Bank of America) han presentado esta semana una cuenta récord de 45.000 millones de dólares por el boom del trading de acciones y bonos registrado durante el segundo trimestre. El hallazgo del tesoro tiene una sencilla explicación: al pánico inversor de febrero y marzo que provocó una venta en masa de activos le ha seguido una euforia compradora sin igual.

 Entre tanto, la actividad de emisiones de acciones y bonos de empresas y estados para reunir liquidez con la que afrontar la crisis de la Covid-19 tampoco tiene comparación. Así, los intermediarios se han convertido en los grandes ganadores en plena pandemia. Solo han hecho su trabajo para satisfacer la demanda de sus clientes como quien vende mascarillas, fabrica vacunas o, en la fiebre del oro, picos y palas.

Lo extraño, sin embargo, sigue siendo el comportamiento de los inversores. Espoleados por estímulos monetarios que superan los 9 billones de euros entre los grandes bancos centrales sin contar a China, las valoraciones de algunos activos se han disparado pese la gran incertidumbre y falta de visibilidad de los resultados que hay por delante. Los máximos históricos de las acciones de crecimiento y tecnológicas parecen vivir en una eterna subida de proyecciones financieras. La mala noticia es que ese crecimiento ha llegado a su fin al menos por el momento.

La gran incógnita es saber cómo se comportarán mercados como el Nasdaq, en máximos históricos, o el Dax alemán cuando descubran que los beneficios de las empresas no están creciendo sino todo lo contrario. Solo el Ibex 35 parece cotizar las consecuencias de la gran reclusión de 2020 situándose entre un 25% y 30% por debajo de los niveles de 2019. 

Las previsiones de caída de ganancias para el segundo trimestre sobre el S&P 500 se sitúan entre el 37% y 45%. La correlación entre Nasdaq 100, que agrupa a las acciones tecnológicas, y S&P 500, que mide de forma general el estado del conjunto de la economía de EEUU, está superando a las alcanzada a finales de los años 90 y marca una divergencia récord entre economía tradicional y tecnológica.

La desconexión o desacoplamiento de los mercados de valores con la economía siguió durantes meses al discurso de Prince en 2007 pese a que la música chirriaba aunque todavía no había dejado de sonar. Aquel principio de la crisis subprime (hipotecas basura) terminó por arrasar al sector financiero e inmobiliario debido a la burbuja de precios en que se movían los inversores en aquella época. La disrupción del mercado en aquella crisis no vino tanto por la falta de liquidez sino porque esta dio un paso atrás. 

Mohamed El-Erian, ex gurú de Pimco y asesor estrella de Allianz, ha alertado esta semana sobre la complacencia de los inversores y el riesgo de que se esté invirtiendo sobre cuentas de resultados irreales que, en muchos caso, no van a seguir creciendo... o bajarán. Si esto sucede, la música habrá dejado de sonar para muchas compañías tanto grandes como pequeñas. ¿Vale más Apple en 2020 pese a que venderá menos teléfonos que en 2019? ¿Y Amazon cuando sus tasas de crecimiento se frenen? ¿Tesla más que todo el sector del automóvil pese a su cuota marginal en el sector? ¿O estallará la burbuja de las valoraciones bursátiles que han alcanzado algunas empresas?

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