Cuaderno de venta

Demos gracias al euro, la vacuna contra el virus de la inflación

El euro, vacuna contra la inflación.
El euro, vacuna contra la inflación.
Geralt / Pixabay

Con motivo del lanzamiento de la nueva moneda bolívar en Venezuela, la tercera reconversión monetaria del régimen chavista en quince años, es oportuno reflexionar sobre cómo la inflación puede arruinar la salud financiera y mental de un país. También sobre las consecuencias de profanar la divisa para financiar los desmanes políticos de los sucesivos Gobiernos de Hugo Chavez y Nicolás Maduro. El que fuera el país más rico de Latinoamérica por su riqueza en materias primas -primero del mundo en reservas de petróleo y sexto en gas- ahora es el más pobre.

Lo es tras un periodo de cuatro años de hiperinflación que no parece tener fin con los precios de consumo fuera de control y el valor de la divisa en caída libre. No hablamos de un 4% interanual como en España; ni siquiera del 10% de Brasil o el 50% de Argentina. A doce meses, los precios de consumo en Venezuela crecen a un ritmo del 2.700%. El aterrador significado de esa cifra implica que para no perder poder adquisitivo los ingresos de una persona deberían haberse multiplicado por 28 veces. Además, sus inversiones deberían haber crecido en esa proporción para no incurrir en una pérdida patrimonial.

La nueva divisa que ha entrado en vigor este 1 de octubre es mitad artificio, mitad golpe de marketing. Se eliminan seis ceros del tipo de cambio, al igual que en 2018 se borraron otros cinco ceros y en 2007 otros tres. Pero todo sigue igual… o peor. Se llama Bolívar digital -nada que ver con una cripto- y viene a sustituir a sus antecesores el Bolívar soberano o el Bolívar Fuerte. Quizá alguna de ellas sea parte del Informe Monedero que encargó el gobierno venezolano al fundador de Podemos sobre un proyecto de divisa emulando al que los líderes europeos confiaron a Pierre Werner en 1970.

Bromas aparte, la gran enseñanza de la destrucción económica de Venezuela y el éxodo de millones de personas es la que tienen incrustada en su ADN los alemanes desde hace exactamente 100 años. Durante la República de Weimar se produjo un periodo de hiperinflación que duró de 1921 a 1923, y que provocó la destrucción total de la economía alemana en la primera posguerra mundial. Los precios crecían a tal velocidad que un saco de harina podía costar más caro en cuestión de unas horas y los marcos carecían de valor. Y el Gobierno, para evitar el estallido social y financiar sus políticas, solo sabía imprimir más moneda. Más gasolina al fuego de la inflación. En Venezuela no se estudió esa lección.

En Europa, en cambio, la estabilidad de precios es sagrada gracias a la sangre alemana que corre por las venas el euro y del Banco Central Europeo (BCE). Para España, la pertenencia a la divisa común se ha convertido en una bendición y paraguas protector que muchos todavía no saben valorar. La principal virtud del euro es que no puede ser zarandeado a su antojo por los políticos españoles, con amplio historial en la materia.

Es intocable a las injerencias políticas desde Moncloa. José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez tienen en común que han sido presidentes de gobierno sin soberanía monetaria ni tentaciones de echar mano de la divisa para salir de una recesión, financiar el déficit público o mejorar la competitividad económica. Salvo José María Aznar, que no tuvo tiempo porque llegó en plena construcción del euro, los Gobiernos de Felipe González, Leopoldo Calvo-Sotelo y Adolfo Suárez sí usaron este arma de doble filo que puede descontrolarse.

Fuentes Quintana (1977) devaluó un 24% el valor de la moneda española frente al dólar. Boyer (1982) aplicó otra rebaja del 8% en 1982, mientras que el tándem Carlos Solchaga y Pedro Solbes realizaron hasta cuatro devaluaciones entre 1993 y 1995 por otro 25%. Las consecuencias para la población fueron grandes episodios de inflación en materia energética, por ejemplo, inestabilidad de capitales y tipos de interés más altos, es decir, mayores costes de crédito y menor accesibilidad al grifo del dinero.

Ante el aparente despertar de la inflación en 2021 -como ya se preveía tras el shock de 2020-, el euro se ha convertido de nuevo en el mejor refugio para los europeos. Sigue siendo un escudo ante la locura de los precios del petróleo, el gas natural o, prácticamente, cualquier materia prima como ya demostró en el verano de 2008. Además permite que Europa pueda manejar los tiempos ante una crisis de grandes proporciones como la vivida durante la pandemia, evitar grandes dosis de inflación y también sortear las interrupciones de suministros como las que se viven en Reino Unido. La estabilidad económica y financiera no tiene precio gracias al euro, que se ha convertido en la mejor vacuna contra el temido monstruo de la inflación.

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