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Los errores de cálculo de Reino Unido y la hipoteca del Brexit

Banderas Unión Europea y REino Unido Brexit
Los errores de Reino Unido y la herencia envenenada del Brexit
DPA vía Europa Press

Explicar el origen de la actual crisis financiera de Reino Unido sin mencionar el Brexit sería omitir un suceso clave. Llevaría a pensar que las fatídicas decisiones de finales de septiembre del Gobierno de Liz Truss o del Banco de Inglaterra tienen toda la culpa de la ola de desconfianza sobre su deuda pública y divisa, otrora refugio al que dirigirse en tiempos de incertidumbre. Lo cierto es que todo un país está despertando a las consecuencias de haber creído en el discurso político que prometía parabienes sin atender a su coste. El abandono del paraguas de la Unión Europea (UE) y la posición privilegiada de Londres en el mercado común ha colocado a la economía británica en una situación mucho más vulnerable que antes. Paradójicamente, con una menor independencia a la hora de sus decisiones como país.

Si tuviéramos que realizar el análisis forense de lo ocurrido tendríamos que empezar el 22 de septiembre. Ese día, el Banco de Inglaterra optó por subir los tipos de interés en medio punto, hasta el 2,25%. Fue menos de lo previsto porque tanto la Fed, el día anterior, como el BCE, dos semanas antes, los habían subido en 0,75 puntos cada uno. Ahí se abrió una brecha en la libra porque los inversores exigen ahora una prima por su dinero en libras frente al dólar o el euro. El banco central anunció que iniciaría la reducción de balance con la venta de bonos por valor de 80.000 millones de libras a doce meses vista, es decir, apenas 6.600 millones al mes o 300 millones al día. Una cantidad insignificante que, sin embargo, reforzó la sensación de alerta para el gran capital: si el gran sostén de los activos en libras comenzaba a deshacer su cartera, ¿por qué no habría de hacerlo un inversor?

El 23 de septiembre, el Gobierno de Liz Truss y el cesado ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng, presentó un plan de rebajas fiscales de 45.000 millones de libras como parte de un plan de estímulos de 165.000 millones a dos años vista. ¿Y con qué se financian las medidas estrella de los políticos? Elemental, querido Watson. Ahí saltaron todas las alarmas en los mercados porque Downing Street en realidad anunciaba a bombo y platillo que realizaría nuevas emisiones masivas de deuda pública, pero aplazaría los detalles hasta el 31 de octubre. Un error de libro ya que solo 24 horas antes, el comprador que hubiera podido hacerse con parte de esa deuda envió el mensaje opuesto. Una equivocación mayúscula que iba en contra los esfuerzos del Banco de Inglaterra por anclar las expectativas de inflación, que en territorio británico se ha acelerado al 10%. Un desatino propio de un gobierno chovinista que se cree las mentiras del Brexit de que separarse de Europa le dota de superpoderes. Un fallo de comunicación, dijeron.

Mayor gasto público, más inflación

¿Pero por qué el mercado respondió de forma tan dura? Los grandes inversores no quieren ni oír hablar de más gasto, ni más deuda que alimente una inflación desbocada porque acaba dilapidando cualquier atisbo de riqueza y crea una espiral de destrucción financiera. Por este motivo, el Banco de Inglaterra (BoE) se encontró el 28 de septiembre con una situación que estuvo a punto de provocar un colapso de su deuda, como ha reconocido el gobernador Andrew Bailey. Se produjo un evento de iliquidez como el de las quiebras del 2008. Grandes fondos de pensiones buscaban vender sus bonos para evitar pérdidas pero no había salida. El banco central se vio forzado a poner en marcha un plan de compras de emergencia al que ha destinado la friolera de 90.000 millones de libras en dos semanas, a razón de 6.600 millones al día. Para poner en contexto estas cifras extraordinarias, el BoE hubiera duplicado su balance actual en menos de cuatro meses.

Pese a que tanto el Gobierno Truss como la institución que dirige Bailey han dado marcha atrás en sus decisiones, deshacer el entuerto no saldrá gratis. A bote pronto, el Banco de Inglaterra se prepara para dar un golpe de tipos de interés el próximo 3 de noviembre, si no antes, que retumbará probablemente en los mercados. El interés de la deuda a 10 años se ha ido al 4,3%, al 4,9% en el caso del bono a 20 años y al 4,8% a 30 años pese a las intervenciones del banco central en esos vencimientos durante estas dos semanas. La falta de credibilidad de la política británica, enfrascada en una huida hacia adelante desde que comenzó el proceso del Brexit, se ha convertido por primera vez en un asunto principal para el mundo del dinero. El castigo es pagar más por menos y haber perdido la confianza.

Si los británicos mirasen más allá de sus fronteras con interés de tomar nota de los beneficios perdidos por abandonar el proyecto europeo, y no solo de vacacionar, se acordarán y echarán de menos el respaldo al Banco de Inglaterra del Banco Central Europeo (BCE) en forma de intervenciones conjuntas, mecanismos de liquidez y líneas fluidas de comunicación como con otros países con monedas propias, satélites del euro, pero que forman parte de la UE. El halo invisible del todopoderoso guardián del euro ha sido capaz de mantener la estabilidad financiera frente a la pandemia, la guerra y decisiones políticas de algunos de los socios del euro que hubiesen provocado una crisis financiera. Desde que el BCE puso en marcha en julio una herramienta del tipo OMT (que permitiría llegado el caso la compra ilimitada de activos financieros), las primas de riesgo se han contenido incluida la de Italia, pese a que sigue más alta de lo que debiera.

El escudo protector del euro para Moncloa

De no ser por ello, la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de revalorizar las pensiones conforme al IPC hubiese provocado algo parecido a lo ocurrido en Reino Unido con Truss. Su impacto en las arcas públicas no se queda muy lejos.  Era una medida pensada en tiempos de baja inflación que debería haberse suspendido temporalmente por la guerra y la inflación histórica. Pero las encuestas mandan y 2023 es un año electoral llueva, nieve o nos invadan los extraterrestres. A los animales políticos les nubla el hambre de atraer votos. El inquilino de Moncloa se ha jugado al doble o nada su permanencia en el palacio presidencial a partir de las próximas elecciones.

De no ser así no se entiende la extrema generosidad al subir la paga a 10 millones de personas en un 8,5% con un coste extra estimado de 17.000 millones de euros en 2023, que elevará la factura de las pensiones hasta los 190.000 millones en un solo año. Tampoco que en segundo plano se destinen más de 3.000 millones adicionales a subir los sueldos públicos. ¿Qué era eso del pacto de rentas que predicaba el propio Sánchez? Todo-vale-en-tiempo-de-elecciones... ¿Quién paga? Lógicamente no lo hará de igual manera el funcionario o el empleado de una administración o empresa pública porque el origen de todos sus ingresos es el Estado, aunque paguen IRPF, IVA y otros impuestos como todo bicho viviente. En realidad, para sorpresa de algunos, solo sería contribuyente neto una empresa privada, un empleado de esta por cuenta ajena o los maltratados autónomos. El resto, pese a ser gravados por Hacienda, son receptores netos de dinero público.

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