OPINION

El monstruo de la inflación se asoma en el horizonte

El monstruo de la inflación se asoma en el horizonte.
El monstruo de la inflación se asoma en el horizonte.
Pixabay

Dijo Pedro Sánchez que el Gobierno piensa en el “medio plazo, desde hace semanas” un plan de recuperación económica. Además de citar a un poeta persa (Sa’di), el presidente invocó el espíritu de los Pactos de la Moncloa de 1977 que también han enarbolado algunos líderes de la oposición como Pablo Casado o Inés Arrimadas. Créanme que será necesario. El coste de hibernar la economía durante las últimas semanas será equivalente al de una guerra mundial. Las consecuencias, también.

Sin embargo, desenterrar 1977 provoca escalofríos a las generaciones que lo vivieron en carne propia. La transición política tuvo un lado oscuro económico que evoca el histórico discurso de Enrique Fuentes Quintana, entonces ministro de Economía. Hace cuarenta años se vivió un ‘shock’ petrolero sin precedentes que tuvo a la economía española contra las cuerdas varios años, con una inflación galopante por encima de 15% y 30%, desempleo, depreciación de la divisa y... hambre. Primero, la dificultad de las familias para llenar la cesta de la compra por la escalada de precios. Segundo, la incapacidad de las empresas para exportar más de lo que se importaba por la dependencia energética.

La actual recesión económica es profunda, aunque todavía no sabemos cuánto. El PIB en España se contraerá entre un 5% y un 10% en el conjunto de 2020, según estimaciones de firmas como Goldman Sachs, Santander y decena de firmas que se han posicionado ya. La contracción económica entre abril y junio duplicará con creces esos porcentajes. Es sabido que si no se toman medidas se transformará en una depresión que retroalimente la crisis. Si nada se hace, y a tiempo, esa es la curva que dibujará la pandemia económica y que hay que aplanar a toda costa.

La crisis está provocada por las medidas de cuarentena contra Covid-19, pero viene acompañada de tensiones en el crédito, destrucción del tejido productivo (escenario de ingresos cero), caída del valor de los activos o desplome del precio del petróleo. La lectura de la inflación se desplomará aún más en próximas lecturas desde el 0,1% de marzo y entrará en terreno negativo a corto plazo: -4%, -5%, -8%... ¿Deflación a la vista? No lo parece y veamos por qué es difícil que se produzca.

Al otro lado de la balanza, por fortuna, se van tomando medidas para la recuperación económica y ahí está, quizá, el mayor riesgo del actual shock económico: un exceso de inflación. El desfibrilador combinado de bancos centrales (con bajadas de tipos e inyecciones de liquidez masiva a nivel mundial) se da la mano con los planes estímulo fiscal de los gobiernos. No tardarán demasiado en resucitar la economía y la inflación, pero lo harán. Es inevitable, pero necesario. La clave es que todas estas medidas no se pasen de frenada y sobrecalienten la economía. Es el horizonte futuro de meses al que deben mirar los gobiernos, incluso el de Sánchez, más allá de la recesión de semanas de la crisis actual.

Los episodios de inflación se están produciendo ya en esta crisis sanitaria del Covid-19 en el ámbito sanitario (respiradores, mascarillas, medicamentos), pero también en sectores y productos que se han visto afectados por la interrupción de las exportaciones, o en los que se ha producido una destrucción del tejido productivo. En términos generales, la demanda, gracias a las inmensas medidas de estímulo o de liquidez en el caso de EEUU y Europa, volverá con más fuerza si cabe, pero la producción de bienes y servicios tardará en volver carburar. También se demorará en recuperarse el comercio internacional o el turismo, estabilizadores naturales de la economía española.

De ahí que el monstruo de la inflación, como lo bautizó el Banco Central Europeo en un corto de dibujos animados en 2007, corra el riesgo de despertarse bajo la máxima mayor dinero en circulación, menos productores y una demanda dopada por las medidas de estímulo. La cuestión es evitar errores ahora antes de que los riesgos se conviertan en realidades como ha ocurrido, en lo sanitario, con la tragedia humana del Covid-19.  Por eso es vital dosificar lo suficiente esa recuperación económica de la que habla en voz alta Sánchez, pero también del endeudamiento estatal que susurra por lo bajo. La inflación, en última instancia, termina reduciendo las deudas públicas pero alargando las privadas. Es necesario para que nadie se quede atrás, pero también para que no se reproduzca una crisis económica como la de finales de los años 70 en la que hasta los bienes de segunda mano subían de precio.

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