Cuaderno de venta

El FOMO con el Ibex 35 y las trampas del final de 2020

El Ibex 35 consolida los 8.000 puntos.
El Ibex 35 consolida los 8.000 puntos.
EP

Fear of missing out (FOMO) es un síndrome de ansiedad social que viene a representar el miedo de una persona a perderse 'algo' (novedad, noticia, experiencia…) en el entorno social, pero que ha cobrado gran relevancia durante la última década por el boom de las redes sociales. El mundo financiero lo ha adoptado como propio para dar su propia versión: el temor a estar fuera (o no invertido) en la acción, bono, cripto o fondo que esté a punto de explotar al alza y ponerse de moda. El último de estos episodios parece que está tocando a la Bolsa española y, en concreto, a su índice de bandera: el Ibex 35.

Como en la mítica alocución de lágrimas en la lluvia del replicante Roy Batty (Rutger Hauer), 2020 pasará al baúl de sucesos increíbles en los mercados financieros. Se han visto cosas que cualquier generación de inversores anterior al Covid-19 no creería: desplomes del 30%, 40% o 50% en cotizaciones de sólidas multinacionales desde Londres a Fráncfort, pasando por Nueva York o Madrid. También se vieron brillar los rayos monetarios y coordinados de la Fed, el BCE y otros bancos centrales ante las mismísimas puertas del abismo económico. O al mayor rally alcista de la historia. Todo en cuestión de días, semanas, meses y del año que está a punto de morir.

Todo está siendo superlativo en este enloquecido mercado. El Ibex 35 está a punto de cerrar su mayor subida mensual con un ascenso acumulado del 27%, aunque todavía estará un 15 por debajo del nivel con el que terminó 2019. Este movimiento histórico al alza viene respaldado por una rotación de los grandes inversores hacia posiciones de mayor riesgo, paradójicamente, abandonando en parte las posiciones defensivas en el sector tecnológico. Las empresas digitales se han convertido en el gran refugio inversor durante la pandemia por una razón muy simple: sus negocios remotos no solo han sido inmunes al Covid, sino que se han expandido gracias a las olas de confinamientos que se han sucedido a lo largo de los meses.

El cambio de sentimiento inversor parece desatado y parece incluso acelerarse. El FOMO ibérico tiene clásicos como Terra Networks en 2000 durante la burbuja de las puntocom o de Astroc en la inmobiliaria de 2007. Tanto una como la otra experimentaron revalorizaciones y derrumbes verticales. En ambas, las reprimendas de grandes patrimonios a sus gestores por la ausencia de las acciones de moda en cartera fueron generalizadas, como también las broncas posteriores por haberlas tenido. Esta vez, el orden de los acontecimientos ha sido al revés. Primero es el desastre y luego, la euforia. Del todo mal al todo bien. En noviembre, una vez pasadas las elecciones en EEUU y con la llegada de las vacunas, muchos inversores se han preguntado por qué no tenían acciones españolas.

En el tablero global de los mercados, que es donde se juega el devenir de las finanzas de grandes y pequeños ahorradores, el Ibex 35 había sido estigmatizado por múltiples factores: exposición a las economías emergentes, al Brexit, al sector bancario y al turismo, la gran víctima económica del Covid-19. Sin embargo, el castigo fue todavía mayor porque se percibió una respuesta tardía, improvisada y descoordinada del Gobierno ante la doble crisis sanitaria y financiera. 

La hemeroteca recoge cómo el crash bursátil se extendió durante tres semanas interminables de febrero a marzo. Para el Ibex 35, la crisis terminó dos días antes de que se decretase el estado de alarma en España el 14 de marzo, y cuatro días después de que medio consejo de ministros saliese a la calle en manifestación. Todas las contramedidas fiscales para frenar la crisis llegaron mucho más tarde. Los riesgos de que esto se repita en los próximos meses ante las nuevas amenazas económicas son notables.

El furor inversor con la llegada de las vacunas contra el SARS-Cov-2 vuelve a dibujar un episodio de irracionalidad en el mundo financiero. Está siendo espoleado por los propios políticos y la ansiedad por volver a la normalidad… ¿o al 2019? La primera pandemia global y en tiempo real de la humanidad cambiará muchas cosas, pero no los ataques de codicia y pánico en los mercados. Ahora que llega el cierre de ejercicio es el mejor momento de extremar la cautela y no dejarse llevar por el miedo a quedarse fuera.

Hay una buena oportunidad de resistirse ante dos de los grandes fenómenos maníacos  vuelven a situarse en modo FOMO. Primero, Tesla Motors. El fabricante de automóviles eléctricos ingresará esta semana en el S&P 500, el índice más representativo de Wall Street, pero lo hace con un peso bursátil de 550.000 millones de dólares y una revalorización a sus espaldas desde enero del 600%. Vale más que casi todos sus rivales de sector conjuntamente y cuenta con una valoración desorbitada. Sin duda, tiene todos los ingredientes para un pinchazo en cuanto sus grandes inversores actuales aprovechen la entrada de los indexados al índice para hacer caja.

El otro gran caso de fiebre bursátil es el Bitcoin, la criptomoneda llamada a ocupar el rol divino de divisa universal y subir hasta el infinito según sus creyentes. Sin embargo, sus movimientos de precio se rigen por algo tan humano como la ley de oferta y demanda. Ha regresado a la zona de los 20.000 dólares que marcó en 2017 tras multiplicarse por cuatro desde marzo. Los cantos de sirena hacia este mercado no regulado y de alto riesgo siguen siendo los mismos que en el pasado. Las dudas sobre el futuro de la criptomoneda también. Solo hay una incógnita resuelta: las transacciones con bitcoins como medio de pago siguen siendo marginales en comparación con la actividad puramente especulativa como activo. Su falta de estabilidad es lo que hace que no sirva ni para lo uno ni lo otro.  

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