OPINION

Gobierno de investidura, mercado y una declaración de guerra

PETRÓLEO
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EUROPA PRESS - Archivo

2020 no ha podido comenzar peor para la paz internacional tras la ejecución, vía dron y misil, del general iraní Qasem Soleimani por orden del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Era factotum del régimen de Teherán para la diplomacia y estrategia militar en Oriente Medio. No es un episodio más, sino el salto hacia una declaración virtual de guerra de EEUU que no tardará en tener respuesta por parte de Irán. La evolución, duración y forma que tendrá el conflicto se antoja imprevisible, pero sí está claro que habrá coste de vidas y graves consecuencias económicas por las subidas de precios del petróleo y el gas. Irán tiene a su alcance el bloqueo del estrecho de Ormuz, el estrecho por donde circula para su exportación cerca del 20% del 'oro negro' que se extrae en los países de la región del Golfo Pérsico, amén del gas catarí y de los Emiratos Árabes.

La política estratégica del 'petróleo como arma' ha dejado de ser efectiva para el régimen iraní ante EEUU, aunque lo sigue siendo frente a sus aliados, entre ellos y hasta que se demuestra lo contrario, Europa y España. A diferencia de las crisis energéticas de los años 70, las guerras Irán-Irak (años 80), Golfo Pérsico, Irak y Kuwait (1991) o la invasión de Irak (2004), EEUU rivaliza ahora con Arabia Saudí como mayor productor de crudo del planeta y es uno de los grandes exportadores de petróleo por encima, incluso, de Irán. Israel, enemigo público número uno de Teherán, también es ahora autosuficiente y está exportando gas.

De hecho, España es uno de los grandes compradores de crudo estadounidense y supone ya el 6% del petróleo importado, según los últimos datos hasta octubre Cores, la agencia encargada de velar por las reservas estratégicas españolas. El crudo africano (Libia y Nigeria) representa el 34%, mientras que países como Arabia Saudí (10%) o México (13%) completan las principales fuentes de aprovisionamiento tras la eliminación de la lista de Irán y la reducción de Irak, que apenas suponía el 5% del crudo que llega a España hasta el pasado octubre.

Pese a la diversificación de fuentes petroleras, como siempre, España -incluyendo a Cataluña, Teruel, León, Euskadi o Galicia- será uno de los países damnificados en caso de carestía en los suministros de petróleo y gas del exterior, o de un incremento sustancial de los precios. La dependencia energética es el talón de Aquiles de la economía ibérica y la gran factura de la balanza de pagos. El Gobierno de Pedro Sánchez, en funciones, preveía un petróleo en el entorno de los 66-68 dólares para 2020-2021, según el último Plan de Estabilidad disponible, de modo que se puede prever que el futuro Ejecutivo que formen PSOE y Podemos después de la investidura puede verse obligado a rehacer las cuentas.

Las variables de precio y duración del conflicto bélico en Oriente Medio marcarán la velocidad con la que se hacen trizas muchos presupuestos y la aceleración de la desaceleración -léase también recesión- a la que puede tener que enfrentarse la economía española en los próximos meses. Cada 10 dólares de encarecimiento del petróleo puede traducirse en varias décimas menos de crecimiento.

Será toda una prueba de resistencia y fortaleza de un Gobierno que nacerá débil tras las próximas sesiones de investidura. Es el escenario económico y geopolítico ante el que tendrá que lidiar el Gobierno de Coalición de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, PSOE y Podemos, con muy diferentes criterios en política exterior, abismales diferencias en política económica pero que han llegado a un acuerdo para una ‘poligamia de conveniencia’ junto a formaciones como ERC, Bildu, BNG, Teruel Existe, Compromís, PNV, Más País, Nueva Canarias y todos los 'investidores'.

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