Cuaderno de venta

La guerra mundial por TikTok y la falta de distancia social en la red

Redes sociales y mensajería, las 'petroleras' de los datos personales.
Redes sociales y mensajería, las 'petroleras' de los datos personales.
Altmann / Pixabay

Es la cuestión geopolítica ‘trending’: la guerra por el control de la aplicación Tik Tok. O más bien por el control de sus datos entre China y EEUU. El Gobierno Trump ha pulsado el botón nuclear de su diplomacia económica con la amenaza de prohibir la aplicación ante el auge de la red social que ha conseguido entre los estadounidenses durante los últimos meses. Parece un nuevo capítulo del choque de las dos grandes potencias que ha tenido campos de batalla como el comercio mundial, la ciberseguridad o la misma crisis del coronavirus que ha puesto contra las cuerdas al mundo en 2020.

¿Qué esconde TikTok? ¿Por qué preocupa tanto en la Casa Blanca esta red social? La tecnológica china Bytedance ha logrado romper el exclusivo dominio de Silicon Valley en las redes sociales y apps móviles en Occidente. Nunca hasta ahora una plataforma no estadounidense gozaba del impacto e influencia que tiene TikTok fuera de China. Con más de 800 millones de usuarios en todo el mundo, la app china está consiguiendo igualar y doblegar a Facebook y sus satélites Instagram o Whatsapp; pero también a Twitter, Pinterest, Snapchat y otras apps de redes sociales.

No es extraño por tanto que, junto a la amenaza de bloqueo a TikTok, hayan surgido en paralelo iniciativas para comprar la aplicación entera o sus operaciones en EEUU. En una de sus últimas compraventas de acciones, la empresa Bytedance fue valorada en 140.000 millones de dólares tras la salida del accionariado de la empresa de antivirus Cheetah Mobile, que tenía una posición marginal pero millonaria, según Reuters.

La presión es máxima sobre TikTok hasta el punto de que un gigante como Microsoft estaría en disposición de hacer una oferta de 50.000 millones de dólares por la aplicación o por sus operaciones en EEUU. También un consorcio de fondos de capital riesgo como Sequoia Capital o General Atlantic se han aproximado a la mesa de negociación.

La verdadera preocupación para la Administración Trump no es que Silicon Valley pierda su hegemonía, sino que la aplicación china esté dando acceso a toda su minería de datos al Gobierno de Xi Jinping. En realidad, el movimiento supone devolver la bofetada que ha dado Pekín en el pasado a Google, Facebook y otras tecnológicas limitando sus actividades en China o, directamente, prohibiéndolas por el temor a que accediesen a los datos de los ciudadanos chinos. La historia ahora es la misma pero al revés.

El Gobierno de EEUU conoce bien el poder omnímodo que dan las puertas traseras a sus grandes tecnológicas o la simple influencia que puede ejercer sobre ellas con el arma de la regulación y las leyes. También para tomar decisiones estratégicas con la mejor información posible. Ríos y ríos de gigas y terabytes de datos que, analizados con técnicas de big data e interpretados por analistas permiten conocer en tiempo real los gustos, las aficiones o el sentido de las conversaciones de miles de millones de teléfonos en todo el mundo y de los usuarios que están detrás.

Desde el principio de los tiempos de Silicon Valley, el dinero público de Washington y sus distintas agencias se ha convertido en capital semilla de gigantes como Apple, Microsoft, Facebook o Google para guardarse siempre una carta de influencia en su sector más estratégico. Ese respaldo se ha realizado de forma directa a través de fondos de capital riesgo propios o, de forma indirecta, invirtiendo en fondos como los de Sequoia, el omnipresente inversor inicial de empresas de la talla de Whatsapp, Google, Linkedin, Apple, Oracle, Cisco, Youtube o Instagram, entre otras.

Pero la polvareda que está levantando el caso TikTok va mucho más allá. La reflexión debe extenderse a la propia naturaleza del negocio de las grandes tecnológicas que operan quasimonopolios globales en el comercio electrónico como Amazon, las búsquedas con Google o la mensajería con Facebook. Pero también Apple con su tienda de aplicaciones Appstore de iOS o Google con su equivalente para Android. La mayor parte de la economía digital en 2020 pasa por sus productos, máquinas y servidores. Lo peor de todo es que desde Europa, en general, y España, en particular, asistimos como convidados de piedra y desde la lejanía a una carrera tecnológica en la que está en juego el presente y futuro de la economía y la sociedad.

La estrategia de Bruselas para lidiar el retraso europeo a la hora de desarrollar empresas punteras en lo tecnológico e internet brilla por su ausencia. Lleva fracasando dos décadas. La única acción real siempre llega a posteriori por la vía de la multa, avisos de cookies, impuestos y expedientes de competencia contra estos presuntos monopolios. ¿Es hora de cambiar para actuar a priori con un plan? La educación en el uso de estas aplicaciones debe ser un buen punto de partida y una prioridad en Europa. No solo para que los usuarios conozcan los riesgos sobre el oscuro uso de sus datos que hacen las TikTok y Whatsapp de turno, sino para que se extienda una actividad responsable en ellas para mitigar fenómenos como las fake news, delitos de odio, acoso virtual o la simple adicción a estas plataformas. En la crisis del coronavirus, ¿habrá también distancia social en la red?

Mostrar comentarios