Cuaderno de venta

La hora de los regalos de la 'NaCovidad', las expectativas y la decepción

Christine Lagarde (BCE) charla con Jerome Powell (Fed) en su encuentro virtual de noviembre.
Christine Lagarde (BCE) charla con Jerome Powell (Fed) en su encuentro virtual de noviembre.
Bernd Hartung / ECB / Archivo

Si hay que señalar alguna semana clave para la pandemia del Covid-19, no tengan duda de que será esta que se abre mañana. Hay novedades de calado en la doble trinchera sanitario-económica, con el comienzo a contrarreloj de los primeros programas de vacunación contra el SARS-Cov-2, y la reaparición de los bancos centrales. Las expectativas son extremadamente elevadas tanto para lo uno como para lo otro, pero el riesgo de decepción que se está incubando ha crecido de forma proporcional. Más de uno ha querido entender que se encontrará las llaves de un coche entre los regalos bajo el árbol navideño, pero puede que no llegue siquiera a un patinete.

En lo sanitario y en la calle, desde hace algo más de un mes, no se habla de otra cosa que no sea la carta de vacunas que encabeza la BNT162b2 de Pfizer y Biontech. El ímpetu y optimismo de los inversores con la buena nueva detonó la mayor subida de la historia en múltiples mercados, entre ellos, el Ibex 35. Solo los políticos han sobrepasado esa demostración de euforia con la decisión de darla por buena antes que pase el filtro de los reguladores del medicamento. Parece que saben que saldrá a hombros por aclamación de este examen, algo que no es positivo por necesario que sea.

El más rápido de todos ha sido Boris Johnson, necesitado de una victoria política urgente ante el desgaste del Brexit. Ser el primer país en vacunarse lo es, en la medida en que se adelanta a Europa aunque sea una cuestión de días. La BNT162b2 está viajando ahora mismo a los hospitales de Reino Unido a 70 grados bajo cero tras recibir el visto bueno de la MRHA, su agencia del medicamento. Es el primer regulador serio con procedimientos rigurosos y aceptados por la comunidad científica internacional en validar su uso masivo en humanos. Sin embargo, sigue siendo solo un pasaporte local.

El jueves 10 de diciembre es el día marcado en rojo. La FDA de EEUU será quien someta la vacuna a su juicio definitivo y dará, o no, el pasaporte internacional al tratamiento. Para Europa, este dictamen será casi vinculante para su reunión del 29 de diciembre debido a los acuerdos de mutuo reconocimiento con la agencia del medicamento EMA. Parece imposible a estas alturas que se paralice la distribución de la vacuna después de que haya sido testada en 50.000 personas y bendecida por los gobiernos. En cambio, sí hay un riesgo de que las expectativas se vean defraudadas: la primera vacuna no es la solución definitiva, ni llegará a todo el mundo y, ni mucho menos, permitirá vencer al virus de un día para otro. Puede tener incluso un serio efecto secundario social: bajar la guardia contra el Covid-19.

También el 10 de diciembre, el Banco Central Europeo (BCE) dará a conocer qué, cómo y cuánto ha recalibrado sus herramientas anticrisis de cara al 2021. ¿Cuánto dinero movilizará y por cuánto tiempo? El mercado espera nuevos regalos monetarios que ascendería a entre 500.000 y 600.000 millones de euros adicionales para su programa de compra de deuda pública y privada vinculado a la actual pandemia. Los bonos soberanos, con precios en máximos y rentabilidades en mínimos, cotizan además una extensión temporal del bazuca hasta el final de 2021 o principios de 2022. Todo lo que no sea un movimiento en ese sentido se interpretará como una decepción.

El jarro de agua fría vendrá por otro lado: Christine Lagarde escenificará que será la última ronda y puede cerrar la puerta a más movimientos monetarios en 2021. En la fase actual, la vacuna para la economía debe llegar desde la política fiscal, no la monetaria. La puesta en marcha de los fondos de reconstrucción de la UE o la aplicación de planes de rebajas de impuestos y subsidios en cada uno de los países. La recaída de la economía europea y española en el cuarto trimestre de 2020 es la prueba de que los gobiernos deben mover ficha de forma ambiciosa y eficiente para respaldar a hogares y empresas, no para pedirles un esfuerzo tributario adicional. El banco central ha comprado tiempo para los países e invertido en su deuda con la condición tácita de que usen esos fondos en programas de emergencia productivos, no en planes de gasto estructurales ajenos a la crisis.

Quienes esperan como agua de mayo la cita con el BCE son los bancos europeos. Ha corrido como la pólvora la posibilidad de que levante el veto al pago de dividendos y recompras de acciones que instauró en marzo. Lo hizo para reforzar a las entidades porque estos pagos al accionista, si son en efectivo, reducen su base de capital. El supervisor se pronunciará sobre esta delicada cuestión después de la reunión de tipos y una vez que se conozca el nuevo cuadro macroeconómico del banco central para 2021. Se da por descontado que se levantará la prohibición, sobre todo, en aquellas entidades de mayor solvencia. Por supuesto, se permitirán los pagos en acciones, ya que no consumen capital si son ampliaciones liberadas; y lo refuerzan si son de pago. El mayor temor en el sector es la estigmatización de entidades que puede surgir esta semana si se levanta la cuarentena por un lado, pero el BCE decide elevar los requisitos de capital por otro lado. Esto haría inviable el dividendo en muchas entidades que lo tenían planeado. 

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