Cuaderno de venta

La IRA de Biden y el disparo en el pie de Sánchez con el caso Ferrovial

Se está acelerando el trasvase de foco y talento empresarial al más alto nivel de Europa a EEUU debido a la atracción de sus mercados de capitales y los incentivos fiscales a la transición energética e infraestructuras.

Wall Street
Un operador sonríe en Wall Street.
DPA vía Europa Press

Una de las empresas más punteras de Europa ha elegido Estados Unidos para volver a cotizar en bolsa. Su mayor accionista lo acaba de hacer oficial estos días levantando un gran revuelo en el gobierno y las finanzas al herir el orgullo del país. No, no es España ni Ferrovial -sobre cuyo caso profundizaremos más abajo- pero pudiera serlo y sirve para entender lo que está sucediendo en los círculos financieros porque es más grave de lo que parece. Ha sucedido en Reino Unido con Softbank y su participada ARM, la empresa que parece llamada a liderar la industria del chip en algunos segmentos para competir cara a cara con Intel, AMD o Nvidia.

Hasta el último minuto, el primer ministro Rishi Sunak -ex empleado de Goldman Sachs y The Children Investment (TCI)- ha intentado seducir a los accionistas del líder de los chips británicos para que salieran a bolsa en Londres o, en su defecto, optasen por la cotización dual con Nueva York pero Softbank ha dado un portazo a la City post-Brexit y, de paso, al orgullo británico que ve escapar a una de las joyas de la corona empresarial. Pero, ¿por qué Wall Street? Hay mejores condiciones de financiación, más inversores y más grandes. Además están dispuestos a arriesgar más y pagar valoraciones más altas por las acciones. Simple, pero no es la única explicación del repentino interés por cruzar el charco desde Europa.

Hay una fuerza de atracción oculta que hace que no sea un caso aislado. Se llama la IRA, o Inflation Reduction Act (Ley de Reducción de la Inflación) y es un programa de incentivos fiscales inmediatos de hasta 500.000 millones de dólares entre capital y deuda que está atrayendo a multinacionales europeas como Siemens, Volkswagen, Enel o Iberdrola, entre otros. A diferencia de la lentitud y burocracia de los fondos Next Generation, de adjudicación política, poco transparente y cada vez menos profesional, las empresas adoran la simpleza del programa público-privado del Gobierno Joe Biden: bienvenido, toma el dinero e invierte. La nueva ley forma parte de la política de relocalización de capacidad productiva en el país. Por ejemplo, hay ayudas públicas a la compra de coches eléctricos ‘Made in USA’, eficiencia energética o equipos de generación de energía renovable.

El caso Ferrovial y sus consecuencias

Lo que vale para Softbank y ARM vale también para Ferrovial, en primera línea informativa desde esta semana tras haber anunciado una operación corporativa estratégica para cotizar en EEUU antes de 2024 por la vía más rápida posible. Es la meta final de una fusión inversa que le llevará a trasladar primero su domicilio fiscal a Países Bajos para cotizar primero en la paneuropea Euronext, que agrupa a las bolsas de Ámsterdam, París, Dublín, Bruselas, Lisboa, Milán y Oslo… Todas las del euro menos Fráncfort, por un lado, y Madrid, por otro. Los motivos de la compañía son de sobra conocidos: financiarse a menor coste con la deuda que emita, captar más inversores que se incorporen a su accionariado y, como parte de esto último, incorporarse a determinados índices bursátiles estadounidenses y europeos que están restringidos de facto a las bolsas españolas de BME, cuya cabecera mudó su sede a Zurich tras la fusión con SIX Group, por cierto, con todas las bendiciones del actual ejecutivo de Sánchez y Calviño.

Ferrovial ha dado un dato en su documento de fusión que es inequívoco: el 92% de sus inversiones en el periodo 2023-2027 se van a concentrar en EEUU donde está involucrada en proyectos con una envergadura de 15.000 millones de dólares de inversión (T1 del aeropuerto JFK de Nueva York, i-66 Virginia, North Tarrant Texas) que se financian, por si alguien lo desconocía, vendiendo bonos a inversores especializados que apenas existen en España. Los grandes fondos y planes de pensiones anglosajones que ponen su dinero en este tipo de compañías pisan Dublín, Ámsterdam, Nueva York y para de contar. Algunos de ellos tienen prohibido invertir en compañías que no tengan un rating de la máxima calidad (a partir de A) y Ferrovial necesita subir algunos escalones para alcanzar ese nivel. El ancla del rating soberano pesa y mucho en esas notas de agencias como S&P, Fitch o Moody's. La compañía de la familia Del Pino necesita además refinanciar 1.000 millones de euros entre bonos híbridos y deuda senior antes de 2024 en un escenario en el que los costes de financiación se han multiplicado para hogares, empresas y la propia Administración.

El ataque en bloque del Gobierno de Pedro Sanchez a Ferrovial por sus planes supone plantar una bandera roja en el mapa de los inversores internacionales en un momento en el que la financiación comienza es cara y va a ser cada vez más escasa pero para todos, también para el Tesoro Público que tiene que salir a refinanciar su deuda y emitir todavía más para cubrir el déficit público en que volverá a incurrir Moncloa un año más. Por eso Sánchez se ha disparado un tiro en el pie al airear un asunto que, de haberse gestionado correctamente, era claramente una oportunidad pero lo han convertido en crisis en un ataque de despecho al más puro estilo Shakira.

Lo que va a terminar trascendiendo a este paso para los inversores internacionales es que Ferrovial se exilia perseguida por su gobierno. De hecho, algún analista ha tachado de infantil la reacción descontrolada de Moncloa ante un anuncio que en realidad es un ascenso a un club al que no puede acceder cualquier empresa, aunque se lo plantee. Ahora todo se ha emponzoñado hasta el punto de que los inversores internacionales van a medir con tiento cada paso que den en España. Ahondando en el análisis, las inversiones en infraestructuras que ha puesto en marcha Biden y a las que aspiran empresas como Ferrovial le van a salir gratis gracias, entre otros, a Sánchez y el resto de líderes europeos. Desde 2021 a 2022, Europa ha multiplicado su factura energética hasta 1 billón de euros y buena parte de ellos han ido a comprar petróleo y gas a EEUU, el nuevo proveedor de energía de referencia tras la guerra de Ucrania. Solo España gastó 90.000 millones de euros el año pasado en traer energía fósil desde otros países.

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