Cuaderno de venta

La aguja del Brexit y la burbuja en los mercados, 'haberla hayla'

31 January 2020, England, Sunderland: UK Prime Minister Boris Johnson takes part in a process of making glass prior to chairing a cabinet meeting at National Glass Centre of the University of Sunderland, the city which was the first to back Brexit when results were announced after the 2016 referendum. Photo: Paul Ellis/PA Wire/dpa (Foto de ARCHIVO) 31/1/2020 ONLY FOR USE IN SPAIN
Boris Johnson, primer ministro británico
DPA / Europa Press

Después de cuatro años y medio, el divorcio entre Reino Unido y la Unión Europea (UE) afronta su paso por otro punto de no retorno: el acuerdo ante notario que regulará las relaciones económicas y políticas entre las islas y el continente. Brexit duro, Brexit blando, Brexit caótico… Pase lo que pase este domingo, el clima de provisionalidad seguirá reinando a partir de este lunes para millones de ciudadanos británicos y europeos a ambos lados del Canal de la Mancha o del Mar Irlandés. La gran novedad será el caos si no se firma un acuerdo entre Boris Johnson y Ursula Von der Leyen.

Quién votó a favor de la salida del Reino Unido de la UE en el fatídico referéndum probablemente no esperaba que ese proceso de digestión se demorase cuatro años, o que tuviese consecuencias dañinas en lo económico y político. Si pudiesen muchos darían marcha atrás en su decisión. El Brexit no ha traído los parabienes que líderes políticos como Nigel Farage o el propio Johnson prometieron a sus votantes. Al revés. Por ejemplo, la libra esterlina se ha depreciado más del 20% desde entonces frente al euro y amenaza con hacerlo todavía más en pocas horas, si no se vislumbran unas reglas claras del juego económico a partir del 1 de enero.

El no-acuerdo puede provocar un evento similar al de la madrugada del 24 de junio de 2016, cuando la moneda británica se derrumbó en minutos frente al euro y el dólar. Un pacto puede elevar su valor a corto plazo, pero con la perspectiva de un daño permanente a los costes de sus empresas que todavía no han empezado a cotizar. Si hay acuerdo, como parece que lo habrá, o un esquema de prórrogas para facilitar la transición, la incertidumbre seguirá como telón de fondo del interminable camino hacia al Brexit. Pase lo que pase, lo único seguro es que Reino Unido tendrá que pagar aranceles por productos que hasta ahora no tenían ese peaje. En el caso de los europeos, las posibilidades de encontrar proveedores alternativos que operen en la zona euro son mucho mayores que al revés.

El caos del Brexit puede que ni se note esta vez en los mercados occidentales, pues viven en un estado de exuberancia y euforia por las inyecciones masivas de liquidez de los bancos centrales, ya sea el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra o la Reserva Federal de EEUU. Por ejemplo, la guardiana del euro Christine Lagarde anunció sin despeinarse una nueva dotación de 500.000 millones de euros para comprar deuda pública y privada de estados y grandes empresas, además de una ampliación de los plazos de la barra libre de liquidez para que las entidades financieras sigan con el grifo abierto para prestar más.

Los grandes inversores siguen moviéndose en un escenario de inmunidad contra el riesgo, con dinero monetario casi infinito y en el que se producen episodios inauditos como que la deuda pública española a diez años cotice en rentabilidades negativas por primera vez. Ocurre al mismo tiempo que se conoce que su volumen se ha disparado en más de 100.000 millones en seis meses de pandemia, hasta los 1,31 billones de euros, y la relación deuda/PIB -que mediría en tiempos normales la capacidad de repago- se ha elevado del 95% al 114%, casi 20 puntos más, como consecuencia de la recesión del PIB y el aumento del endeudamiento para paliar la crisis del Covid-19. ¿Qué lleva a alguien a invertir en algo que arrojará pérdidas a vencimiento? No son los fundamentales, solamente la expectativa de que sigan subiendo los precios por la distorsión 'supercompradora' del banco central.

La complacencia cotiza también en máximos históricos junto a un mercado que ve como normales movimientos desde los tiempos de la burbuja puntocom. De hecho, las acciones del S&P 500 no han cotizado tan caras como entonces. El reciente debut en Wall Street de Airbnb y Doordash. Ambas se presentaron ante los inversores con valoraciones de 47.000 y 32.000 millones, respectivamente, después de un largo y sesudo proceso para encontrar precio dirigido por las mentes más brillantes de la banca de inversión. En cuestión de minutos, todo quedó en papel mojado y se duplicaron. Miles de inversores no han mirado los fundamentales, sus riesgos o a qué se dedican. Solo consideran que su cotización subirá porque seguirá entrando nuevo dinero atraído por el brillo de las subidas. Ese escenario de FOMO, retroalimentación bursátil o de expectativas a largo plazo de negocios de gran crecimiento suele acabar mal. Habitualmente con crisis financieras tan violentas como el actual frenesí alcista. Solo hace falta un tropezón como el que puede provocar el Brexit para que se desencadene.

Mostrar comentarios