Cuaderno de venta

La hormiga atómica y el nuevo orden mundial del planeta bancario

Ant Group se convertirá esta semana en el mayor 'banco' cotizado.
Ant Group se convertirá esta semana en el mayor 'banco' cotizado.
Archivo / Ant Group / L. I.

Si un pájaro parece un pato, vuela como un pato, además de nadar y graznar como un pato... seguramente será un pato. Esta observación atribuida a versos del poeta James Whitcomb Riley a principios del siglo XX sirvió para dar carta de naturaleza muchos años después a los test de razonamiento inductivo, que permiten identificar como existente algo que parece nuevo o desconocido en función de varias características similares. Hay cierta confusión en torno a esta cuestión en lo que respecta al sector financiero.

Llámense fintechs, challenger banks o insurtechs en banca y seguros, las nuevas plataformas financieras online están forzando de forma acelerada y radical la transformación de un sector que estaba acostumbrado a vivir en la vanguardia tecnológica, pero que de un tiempo a esta parte se ha quedado obsoleto en tecnología, costes y experiencia de cliente. Tampoco es un proceso nuevo. Ha pasado y está ocurriendo en una larga lista de industrias como los viajes, la moda, las telecomunicaciones, la prensa...

Bautizadas y estigmatizadas como ‘banca en la sombra’ (shadow banking), miles de tecnológicas se han lanzado a desafiar el estatus quo de la banca tradicional, con la diferencia de que funcionan ajenas a la estricta regulación que reina en el sector financiero. Pese a todos los calificativos, anglicismos, artificios y tecnovocabulario que queramos usar, volvamos a la mera observación de sus actividades. Parece un banco, presta como un banco, gestiona inversiones como un banco, se usa para pagar como un banco y vende productos financieros como un banco... probablemente es un banco.

Es el caso de la mayor salida a bolsa de la historia que se producirá este próximo jueves 5 de noviembre. A todas luces parece un banco. Ant Group tiene más de 1.000 millones de usuarios registrados que han usado al menos una vez en el último año su plataforma Alipay, el sistema de pago del comercio electrónico de China. De ellos, 80 millones son empresas o vendedores autónomos. Su plataforma ha generado 210.000 millones de euros en préstamos al consumo, gestiona el equivalente a más de medio billón de euros en activos y se le considera ya la mayor plataforma de seguros de China. Solo falta que custodie depósitos para desarmar los argumentos de los puristas que no ven un banco en Ant.

Regulación, ¿para todos igual?

Pero por más que se reniegue de su naturaleza, Ant no deja de ser una de las mayores amenazas para la existencia de la banca tradicional, mayor incluso que el escenario de tipos negativos y de baja rentabilidad. Pero a los reguladores todavía les suena a chino o algo exótico pese a que será la mayor entidad financiera cotizada en pocos días. “No conozco la actividad específica de la compañía”, admitió el viernes en una conferencia con el Círculo de Empresarios el número dos del BCE, Luis de Guindos.

Dicho esto, el responsable de la estabilidad financiera izó la bandera roja del supervisor para defender un principio: "misma actividad, misma regulación". Es la misma tesis que comienza a generalizarse ahora entre reguladores y políticos ante el auge de las grandes tecnológicas como Amazon, Google o Apple, pero que ha llegado demasiado tarde a otros sectores y ha aniquilado o jibarizado industrias enteras en Europa. De Guindos está en lo cierto cuando defiende que "la actividad del sector financiero está muy regulada" o que el marco normativo sirve para que "no haya situaciones de desventajas competitivas". Sin embargo, la realidad es otra completamente distinta y la regulación brilla por su ausencia si una tecnológica tiene su base en EEUU o China. Ahora bien, si está en España, toda una horda de supervisores e inspectores entrará hasta la cocina. Que se lo pregunten a los creadores de los Cabify, Glovo o la extinta Tuenti.

Ant es prácticamente un monopolio en su país, pero ha sido la falta de regulación sobre sus actividades lo que ha permitido que haya sido un cohete innovador con apenas quince años de vida. Nacida como parte de Alibaba, la marca de la hormiga se escindió en 2011 tiene en su génesis el ideario de Jack Ma, su mayor accionista, el hombre más rico de China y una de las mentes clarividentes de la revolución digital en que vivimos. Para muchos inversores no es ninguna sorpresa el poderío de esta compañía para el público generalista en Occidente. Ha habido más que codazos por tener sus acciones antes de que coticen entre las grandes gestoras de fondos.

Ant ha puesto a la venta el 11,8% de sus acciones por importe de 29.600 millones de euros. Su valoración superará los 313.000 millones de dólares en su 'dual listing' en las Bolsas de Shanghai y Hong Kong. La sobredemanda de los inversores ha multiplicado por 872 y 389 veces el volumen de títulos de la oferta, es decir, se han cursado órdenes equivalentes a 3 billones de euro. Es seis veces el valor de todas las empresas que componen el Ibex 35, ese poderoso club ibérico que se queda cada vez más irrelevante en la escena global de los mercados de capitales. Y sí, Ant conseguirá todo lo anterior sin pasar por Wall Street pese a que las grandes firmas de inversiones participan en la operación. El dinero irá a yuanes chinos y dólares hongkoneses, las dos divisas en las que cotizará Ant. De repente, el eje de gravedad de las finanzas mundiales parece haberse trasladado de Occidente hasta Oriente.

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