Cuaderno de venta

Los granujas de la inflación y el trauma que impide actuar al BCE

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DPA vía Europa Press

Hay cierto debate entre los economistas de alto nivel sobre si el Banco Central Europeo (BCE) o la Reserva Federal (Fed) están siendo honestos ante las presiones inflacionistas que soporta la economía o, por el contrario, están trabajando con un escenario alternativo que el consenso ignora. Lo cierto es que la gran recuperación que se había pregonado y los cánticos de victoria desde el graderío político ultra parecen más un acto de lealtad y fe al Gobierno que una realidad presente y, ni mucho menos, de futuro. 

Al presidente Pedro Sánchez se le está empezando a poner cara de José Luis Rodríguez Zapatero en 2008 negando por activa y por pasiva la crisis en ciernes. La buena noticia es que Nadia Calviño, como voz económica autorizada, no es Pedro Solbes y no tardará en expresar la gravedad de la situación que afrontamos después de meses de crisis de precios energéticos y colapso en los suministros industriales y comerciales. El sentido común, el oráculo al que hay que escuchar con frecuencia en tiempos de incertidumbre, subraya que no saldrá gratis el actual parón por la crisis de suministros.

La falta de semiconductores y chips asiáticos es solo la punta del iceberg y, probablemente, solo una excusa que viene bien a todo el mundo. Ejecutivos de alto rango en sectores como el eólico o automovilístico confiesan que el problema real se debe al encarecimiento de los costes de forma generalizada (transporte, acero, energía y materias primas en general) que no pueden repercutir de manera inmediata sobre sus clientes. Ahora bien, la industria habitualmente es un actor pasivo en esta crisis y más lenta en estas lides, pero hay otros gremios mucho más avispados que están aprovechando la coyuntura para subir precios de forma oportunista.

La inflación energética se origina en los países exportadores de petróleo y gas que se conjuraron en 2020 para recuperar un año perdido por la pandemia del Covid. El sector del transporte marítimo es otro de los protagonistas en esta trama. El año pasado se llegó a pagar dinero a quien se quedara con la mercancía de los petroleros cuando las cotizaciones se fundieron a negativo. En cambio, los portacontenedores siguieron funcionando a buen nivel gracias al impulso del comercio electrónico.

En 2021, el despertar económico ha colocado al gremio naviero en situación de subasta diaria al mejor postor tanto en energía (petróleo, gas, carbón) como en materias agrícolas (trigo, soja, maíz) o, incluso, para el envío de contenedores con piezas imprescindibles para las fábricas occidentales. El colapso de la logística parece solo una cuestión de precio, aunque vuelve a poner de manifiesto el sonoro suspendo en el test de estrés de la crisis del Covid-19: la gran dependencia de la fabricación en China.

Pero esta situación excepcional está siendo aprovechada por los pregoneros del apocalipsis de la escasez para elevar los precios de productos en inventario o de su producción habitual (caso de las materias primas) para recuperar así los beneficios pérdidos durante la crisis. Son estos granujas los principales culpables de la espiral inflacionista. Pero como está demostrando el sector industrial, el consumidor final tiene la capacidad de postergar su decisión de compra o, por el contrario, contagiarse de la fiebre por hacerse a cualquier precio con la mercancía aún a sabiendas de su equivocación.

El BCE o la Fed se han aferrado a la tesis de que esta situación es temporal para no endurecer de forma agresiva las condiciones monetarias, es decir, la financiación de los mercados en el área euro y dólar para empresas y hogares. Pero los indicadores adelantados apuntan a que lo normal en los próximos meses será ver el IPC creciendo a ritmos interanuales del 4%, 5% y hasta 6% en Europa y EEUU, muy por encima del objetivo del 2%.

Para el BCE de Christine Lagarde, aunque también sirve para la Fed, la opción de aguantar la posición ante las presiones de la inflación responde a los traumas del pasado en que las condiciones monetarias se endurecieron antes de tiempo y provocaron un pinchazo del crecimiento de la economía (el error Trichet de 2008) o una crisis en los mercados (caso del tapering de Bernanke en 2013). Es mejor esperar y ver que actuar de forma precipitada convirtiéndose en parte del problema en lugar de una posible solución.

De hecho, el último discurso de Jerome Powell, gobernador del banco central estadounidense, se pone de perfil ante la coyuntura actual pese a que constata el daño que la alta inflación genera para las personas en situación más vulnerable y con menos recursos para hacerle frente. Sin embargo, vuelve a recordar que un banco central no puede hace nada ante una crisis de suministro: "Seguimos creyendo que nuestra economía dinámica se ajustará a los desequilibrios de la oferta y la demanda y que, a medida que lo haga, la inflación disminuirá a niveles mucho más cercanos a nuestra meta del 2% a largo plazo. Por supuesto, es muy difícil predecir la persistencia de las restricciones de oferta o sus efectos sobre la inflación".

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