Cuaderno de venta

Metallica y la balada de la inflación que importa a Christine Lagarde

Luis de Guindos, vicepresidente del BCE, junto a la presidenta Lagarde.
Luis de Guindos, en segundo plano, junto a la presidenta del BCE, Christine Lagarde.
ANDREJ HANZEKOVIC / ECB / Archivo

El Banco Central Europeo (BCE) afronta la hora de la verdad en su reunión de la próxima semana. Con la economía de la zona euro creciendo a ritmos del 2% en el segundo trimestre (13,6% en tasa anualizada), el monotema del encuentro volverá a ser el cuándo y el cómo comenzarán a retirarse los estímulos monetarios que lleva imprimiendo desde marzo de 2020. Con la recuperación en marcha y la mayoría de indicadores económicos en 'modo recalentamiento', la presión está creciendo para que dé alguna señal sobre un futuro viraje de su política monetaria aunque todavía no parece que haya llegado ese momento.

Cualquier cambio en la postura de comunicación y política es poco probable a corto plazo porque Christine Lagarde y sus colegas siguen mirando a 2022. Que la inflación esté levitando por encima de la línea roja del 2% en la eurozona y que vaya a ir a más en lo que queda de año son turbulencias asumibles para el BCE en un contexto de distorsión por la pandemia del Covid-19. El proceso de apagón-encendido económico que se ha producido en los últimos 18 meses ha abierto la puerta a una flexibilidad de la que habitualmente carecen los banqueros centrales. Lo normal ante un cuadro macro de alto crecimiento e inflación sería estar subiendo tipos, pero la nueva normalidad exige cautela.

Lo relevante es lo que suceda el año que viene. "Nothing else matters” (nada más importa) para Lagarde, como señalan los economistas de ING Carsten Brzeski y Antoine Bouvet recordando la famosa balada de Metallica en su 30 aniversario, y que ha resucitado en la banda sonora de lo último de Disney (Jungle Cruise). La letra de la versión de la banquera francesa ya se la saben: solo importan las perspectivas de inflación a medio plazo. Si esta perspectiva cambia dependerá de si hay una visión de potenciales efectos de segunda ronda en el presente que todavía no son evidentes. Ahí está la clave de lo que está por venir. Si hay un proceso de subidas de precios descontroladas en algún sector o alzas salariales que siembren más inflación a medio plazo, entonces, solo entonces, el BCE se verá forzado a actuar.

El banco central está dispuesto a aguantar la presión de la espiral al alza en los precios de la energía, de la cesta de la compra o en algunos burbujeantes activos financieros. El remedio de retirar los estímulos antes de tiempo puede ser peor que la enfermedad. Lagarde quiere evitar a toda costa un nuevo error a lo Trichet, aquel pecado que cometió su antecesor en julio de 2008 cuando subió tipos como medida preventiva ante la escalada histórica de los precios de la energía y materias primas. Aquel movimiento en las tasas de interés enfrió una economía que ya andaba renqueante antes de la quiebra de Lehman, que se produjo en septiembre y obligó al BCE a dar marcha atrás a toda máquina.

Durante el verano de 2021, algunos de los pesos pesados del BCE junto a Lagarde como el irlandés Philip Lane y la alemana Isabel Schnabel se han vuelto claramente más moderados y cautelosos con la nueva estrategia de política monetaria. Muy al estilo de Jerome Powell, gobernador de la Fed, los banqueros centrales creen que la recuperación es todavía incompleta y hay una parte de la economía que se está quedando atrás. Los sabios del BCE ven un mayor riesgo de recaída en 2022 cuando el brío económico de la reapertura se vea apaciguado. Ahora que la inflación ha vuelto a la economía del euro después de años en los que ha brillado por su ausencia, ¿es inteligente ahuyentarla? Hay que recordar que antes de la llegada de la pandemia, la zona euro ya tenia tipos cero y estímulos monetarios extraordinarios precisamente para evitar una inflación demasiado baja (o deflación), una amenaza mucho peor que un escenario de alta inflación.

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