Cuaderno de venta

Plan para mañana, hambre para hoy y el amanecer del Día de los Caídos

Fuegos artificiales sobre Washington el 4 de julio de 2019, antes de la pandemia.
Fuegos artificiales sobre Washington el 4 de julio de 2019, antes de la pandemia.
DPA vía Europa Press

Este lunes 31 de mayo, Estados Unidos está de puente. Celebra su Memorial Day, o Día de los Caídos, su homenaje a sus soldados muertos en combate, que este 2021 tendrá un marcado recordatorio a los 600.000 estadounidenses que fallecieron por el Covid-19. Es una fecha marcada en rojo en el calendario, pero también porque comienza oficiosamente la temporada de vacaciones y viajes familiares de verano, cuyo debut oficial se espera cada 4 de julio, Día de la Independencia. El lapso entre ambas fechas marca el verdadero test de estrés de la ‘nueva normalidad’ tras el Covid-19, ese escenario en el que todos los países tienen la esperanza de reencontrarse. EEUU será la piedra de toque de este despertar.

Aerolíneas, hoteles y restauración ponen a prueba este largo fin de semana el apetito por la reapertura del país que más ingresos por turismo genera, el tercero por número de turistas extranjeros antes de la pandemia. 2020 dinamitó las cifras de este sector por países. Italia se encaramó a la primera posición, México subió a la tercera, EEUU bajó a la cuarta y España, por detrás de Rusia, cayó a la séptima plaza  con 20 millones de visitantes, un 76% menos que en 2019, según la estimación de la Sectur mexicana. Los estadounidenses están a la vanguardia de la inmunización poblacional gracias a su rápido programa de vacunación y han derribado el símbolo de la obligatoriedad 'omni tempore' de la mascarilla.

Es una medida eficaz por parte del Gobierno Biden porque, en el país de las demandas judiciales, supone asumir responsabilidades y las consecuencias de la decisión. Debería tomar nota Pedro Sánchez en lugar de repetir el error del 'salgan, salgan' de junio de 2020 que no evitó el desastre turístico y facilitó el sanitario. No parece la mejor idea tampoco el actual lema del 'vengan, vengan' a Londres cuando países como Alemania han extendido el cordón sanitario a los británicos. Algo no cuadra. En cualquier caso, el amanecer de la economía española está ligado a una aceleración del programa de vacunación para que se complete en julio, y a cómo se gestione desde Moncloa la comunicación con el exterior. Para muchos negocios, un segundo verano a medio gas supondría el último empujón hacia su cierre.

Un fondo soberano es un verdadero plan a 30 años

Si estos días tenemos la referencia de EEUU como ‘canario’ en la mina del verdadero apetito posCovid por el turismo, Noruega debe convertirse en el otro centro de gravedad de la llamada España del 2050, esa que se ha dibujado desde el Gobierno en un trabajo teórico repleto de desesperanza y problemas obvios, pero carente de soluciones concretas. En Oslo, la sociedad nórdica en su conjunto rinde homenaje y reflexiona este lunes sobre los 25 años de su fondos soberano, un instrumento único en su especie y un verdadero ejemplo a seguir y copiar como estrategia nacional de largo plazo.

El 30 de mayo de 1996, Sigbjorn Johnsen, el entonces Ministro de Finanzas, firmó la primera transferencia de 2.000 millones de coronas (unos 240 millones de euros al cambio de la fecha) al fondo soberano del país (NBIM), hoy denominado Fondo de Pensiones Global, aunque entonces nació como Fondo del Petróleo del Gobierno. Aquella aportación es el origen de un fondo que atesora hoy 11 billones de coronas (más de un 1 billón de euros, casi como el tamaño de toda la Bolsa española y no lejos de PIB anual de España).

La visión 2021 de los nórdicos consistió en comenzar a ahorrar e invertir una parte de su maná petrolero en un gigantesco plan de pensiones gestionado por su banco central. Bendita visión ahora que asistimos al ocaso, esta vez sí, del oro negro, uno de los culpables oficiales del cambio climático. Para Noruega, la pérdida de su principal fuente de riqueza no será mortal porque supo planificar su jubilación del sector. En 2019 alcanzó un hito revelador: el rendimiento financiero de su superfondo superó a los ingresos del crudo. Hoy garantiza no solo las pensiones públicas, sino buena parte del presupuesto del Gobierno.

La historia más interesante es el ‘cómo’ lo hicieron. Tampoco se rompieron la cabeza. No necesitaron un PDF de 676 páginas. Los vikingos son aventureros, pero algo alérgicos a las vaguedades y bastante prácticos. Programaron aportaciones periódicas para nutrir el fondo y decidieron replicar la política de inversiones de su banco central: diversificar reservas en el extranjero. Uno de los criterios del plan público era el veto a invertir en su propio país, lógico si lo que se busca es diversificar. El otro, casi invariable a lo largo del tiempo, fue que la mayoría del capital se invertiría en acciones de empresas (bolsa) y, en menor medida, en deuda y bonos (renta fija). Después, los activos inmobiliarios. Hoy han cambiado su destino.

En España, el animal más parecido al NBIM ha sido el fondo de reserva de la Seguridad Social, o hucha de las pensiones. Ese que llegó a acumular 66.000 millones de euros en 2011, el mismo que ahora está vacío. Los criterios de gestión del fondo, bajo la alternancia de PP y PSOE, no han podido ser más diferentes con el ejemplo noruego: casi todo a los bonos públicos españoles. Pura endogamia inversora con el Estado comprándose su propia deuda que no salió bien en la era de los tipos de interés cero y peso creciente en cada subasta del Banco Central Europeo (BCE). Sin petróleo ni recursos naturales como Noruega, ¿es factible algo así en versión ibérica? Lo es con fuentes de riqueza como el turismo extranjero, que generaba la entrada de 60.000 millones de euros en 2019. Lo puede ser si parte de los 140.000 millones de euros de los fondos europeos Next Generation que llegarán a España se usan para construirlo y planificar mejor el 2050.

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