Cuaderno de venta

Powell, Lagarde y los caminos de una recuperación inescrutable

Christine Lagarde (BCE) charla con Jerome Powell (Fed) en su encuentro virtual de noviembre.
Christine Lagarde (BCE) charla con Jerome Powell (Fed) en un encuentro virtual.
Bernd Hartung / ECB / Archivo

Que 2021 iba a ser un año de presiones inflacionistas era algo previsible desde que el Covid-19 desencadenó el mayor plan de choque monetario y fiscal de la historia. No solo por el efecto comparativo de una recesión sin precedentes con una reactivación económica sin parangón. El verdadero epicentro reside en la política monetaria global que ha inyectado liquidez por billones de euros en forma de compras de deuda que, a su vez, han facilitado los esquemas de ayudas públicas a las empresas y hogares que han mantenido a flote a las principales economías durante el confinamiento.

Hay protagonistas de reparto en la historia inflacionaria del último año y medio que juegan un papel fundamental como contrapeso como las sucesivas olas del Covid-19 y el consiguiente aumento de las restricciones de la pandemia. Las variantes Delta y Ómicron son un buen ejemplo de ello. Incluso estamos viendo villanos habituales como la energía, que ha registrado un encarecimiento histórico de los precios en casi todas sus formas. Por último, la reapertura simultánea de la demanda junto a la destrucción de parte del tejido productivo y la crisis de los suministros ha empoderado la amenaza de la inflación. Lo que en un primer momento parecía una situación transitoria parece que ha venido para quedarse para alegría contenida de los grandes bancos centrales.

Es una buena noticia desde el punto de vista monetario porque instituciones como la Reserva Federal (Fed) pero, sobre todo, el Banco Central Europeo (BCE) estaban luchando contra la amenaza opuesta, la deflación, mucho tiempo antes de la pandemia de 2020. A nadie se le escapa, por ejemplo, que el euríbor, referencia hipotecaria, lleva siete años en negativo desde que Mario Draghi, hoy primer ministro pero antes gobernador, comenzó a implementar una serie de 'hechizos' monetarios enfocados a despertar a la inflación con la política de tipos cero, las subastas de liquidez ilimitada a la banca o la compra de deuda pública a través de programas específicos enfocados a estimular la economía y, por encima de todo, a reducir los diferenciales en el coste de emisión entre países y la anomalía de la prima de riesgo pese a la existencia de una moneda común.

El gran cambio de escenario de cara al inminente 2022 es que la Fed ha tomado la decisión de eliminar los estímulos monetarios a un ritmo que todavía está por ver. Desde diciembre de 2020 ha comprado deuda por importe de 120.000 millones de dólares al mes, una cifra que se ha reducido a 105.000 millones desde noviembre y a 90.000 millones en diciembre. La gran novedad es que Jerome Powell acaba de abandonar el mantra de que la alta inflación es transitoria y ve necesario debatir una aceleración en el ritmo de retirada de los estímulos. Estaba previsto que el llamado tapering acabase en junio, pero ahora el gobernador insinúa que puede ser antes. Sin embargo, haciendo uso de su visión ponderada recuerda que la variante ómicron vuelve a levantar riesgos sobre la marcha de la economía y, en especial, sobre el ritmo de creación de empleo, su gran preocupación.

El misterio de la recuperación económica sigue intacto. ¿Cómo es posible que las presiones inflacionistas permanezcan ante la evidente ralentización del crecimiento? ¿Por qué el aumento de los costes energéticos y la crisis de suministros todavía no está enfriando la demanda? Son muchos y variados los interrogantes que siguen sin resolverse, pero de nuevo, recurriendo a lo que dijo Powell algunos meses atrás, "este es un momento extraordinariamente inusual en el que tenemos que ser humildes sobre nuestra capacidad para entender los datos”. Es importante subrayar esto. La Fed parece posicionarse en una dirección bastante clara -el endurecimiento monetario para contener la inflación-, sus colegas del BCE no lo ven tan claro. La presidente Christine Lagarde ha querido ser bastante gráfica apuntando a que “la joroba” de la inflación ha podido tocar techo ya y, por tanto, la tensión de precios está próxima a relajarse en el euro. 

El giro de Powell hacia un discurso más agresivo ha tenido su efecto inmediato y dramático en las valoraciones de activos financieros de todo tipo como las acciones o las criptomonedas, en estado de pánico un día y de euforia al siguiente. En cambio, la deuda parece cotizar todavía ajena a que será la más damnificada con la retirada de los bancos centrales del lado comprador. El último movimiento del mercado se viene dibujando desde hace algunas semanas por la incertidumbre que genera a los inversores el final de la liquidez masiva. La memoria reciente coloca al gobernador de la Fed como un banquero central capaz de subir los tipos de interés sin temblarle el pulso. Lo hizo entre 2018 y 2019 provocando las conocidas salidas de tono del expresidente Donald Trump. ¿Subirá tipos antes de tiempo y pinchará la recuperación? El riesgo es bajo con Powell al frente. Ha demostrado mesura, anticipación y paciencia en esta larga crisis pandémica.

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