Cuaderno de venta

La visión de rayos X de la Fed y el BCE todavía ve los huesos rotos

Jay Powell, gobernador de la Fed.
Jay Powell, gobernador de la Fed.
Fed / Archivo / L. I.

Hay dos reacciones peligrosas en la política ante la salida de la crisis del Covid-19. Venirse arriba a las primeras de cambio con la euforia del converso que no confiaba en que pudiese suceder. O la del arribista que busca obtener réditos para tapar los agujeros de la gestión reciente. A la recuperación económica postpandemia hay que subirse con sentido común, prudencia y con ojo avizor para revisar que las ruedas van sobre los raíles y no fuera de ellos. Encarrilar la recuperación es tan importante como iniciar el camino sin defraudar las expectativas en cuanto se asomen las primeras rampas de dificultades. Todo el mundo sabe ya que el segundo trimestre de 2021 será histórico para la economía, con multitud de indicadores volando literalmente tras el confinamiento de 2020. No admiten comparación salvo si es con la situación de 2019. ¿Es bueno o malo cantar victoria?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha augurado esta semana que la recuperación será “intensa y muy poderosa” en el Cercle D’Economia: “Esta vez los optimistas van a acertar y hasta puede que se queden cortos”, apostilló. Se ve que los pesimistas han venido dando en el clavo durante mucho tiempo, según la declaración presidencial. Con el mismísimo Mario Draghi en la sala (aka salvador del euro, guardián de la integración europea e inmortal rescatador de países), su vicepresidenta y ministra de Economía, Nadia Calviño, puso el contrapunto a la euforia: “El reto es conseguir que no tengamos solo un rebote, sino que se trate de una recuperación sólida”.

La gestión de las expectativas es tan crítico en este momento como poner los cimientos de lo ocurrirá a finales de año o, sobre todo, durante 2022: si no cuadra previsión y realidad todo se puede tambalear. El maestro Draghi manejaba como nadie este arte durante su etapa en el Banco Central Europeo (BCE), también ahora liderando a la Italia con más confianza en su gobierno que se recuerda. El oficio de banquero central obliga a la mesura y al equilibrio en el discurso económico para evitar malinterpretaciones que luego salen caras para todos los bolsillos.

El gobernador de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, ha tenido que jugar un duro partido ante los mercados y la prensa esta semana para aplacar la euforia que vive EEUU con su economía. La propia Fed ha revisado al alza su previsión de crecimiento en 2021 del 6,5% al 7%, aunque también prevé una inflación del 3,4% frente al 2,4% que pronosticaba hace solo tres meses. "No estamos fuera de peligro en este momento. En mi opinión, sería prematuro, muy prematuro, declarar la victoria sobre la pandemia", sentenció al tiempo que pidió humildad para comprender e interpretar los datos brotan en materia económica. Powell ve todavía algunos huesos rotos en la recuperación, en especial, en el mercado laboral, cuya brecha pandémica se está curando a un ritmo más lento del previsto.

Si los inversores se fijaron en el fuerte aumento de las expectativas de inflación y crecimiento en 2021 por parte de la Fed, Powell contraatacó diciendo que también supone un enfriamiento en ambas métricas en 2022. Es ‘vox populi’ que el banco central terminará endureciendo su política monetaria más pronto que tarde, básicamente, para evitar un sobrecalentamiento económico. Lo que no está tan claro es el efecto que tendrá en unos mercado ansiosos por verlo. De hecho, entre jueves y viernes, Wall Street registró su peor doble sesión en meses por el mero hecho de que la Fed prevé subir medio punto los tipos de interés dentro de dos años cuando en marzo situaba su primer movimiento en 2024. Powell replicó que el diagrama de puntos que pronostica ese endurecimiento monetario no debe seguirse al pie de la letra y “no es un buen pronosticador de movimientos”.

Sin embargo, pese a la retórica ‘dovish’ que usó Powell en la reunión, siempre valen más los actos que las palabras. El primero de ellos se produjo hace dos semanas cuando la Fed anunció la venta de su cartera de bonos y crédito corporativos que compró durante 2020. Es mucho más que una reducción de estímulos o tapering, más bien es una liquidación. El segundo paso lo dio el miércoles y es pequeño pero matón. La Fed subió del 0,1% al 0,15%, cinco puntos básicos, la tasa de exceso de reservas con la que remunera la liquidez que los bancos depositan en el banco central porque no encuentran destino donde colocarla, o simplemente prefieren no arriesgarse a moverla. Había un empacho de cientos de millones de dólares en las subastas inversas que la Fed quiere solucionar. “Es un ajuste técnico”, según Powell, que intentó minimizar el movimiento pero no lo logró. En realidad, se trata de un pequeñísimo endurecimiento monetario aunque nada haya cambiado. Pero todo apunta en esa misma dirección que los inversores, con los nervios a flor de piel, no quieren oír ni ver. No se sorprendan de la sobrerreacción de los mercados. Será la nueva normalidad.

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