En la frontera

Anemia empresarial y política: faltan ideas para salir de la crisis

“Los empresarios reclaman que siga la reforma laboral y no suban los impuestos” resumía con acierto uno de los diarios económicos en papel. Nada nuevo.

De los Mozos reclama al Gobierno una política "seria" en torno al sector del automóvil que incluya un plan integral
La industria del automóvil es una de las más afectadas por la crisis tras la pandemia.
EUROPA PRESS

La cumbre empresarial organizada por la patronal CEOE para explorar las salidas de la crisis tras la pandemia ha sido un éxito de convocatoria y de aplicación de las nuevas tecnologías. La élite de la empresa ha respondido para exponer ideas clave en la recuperaración de la economía. Lástima que hayan sido tan pocas y tan poco novedosas. “Los empresarios reclaman que siga la reforma laboral y no suban los impuestos” resumía -con acierto- uno de los diarios económicos en papel. Nada nuevo.

El contraste entre las devastadoras consecuencias económicas de la crisis sanitaria y las soluciones que manejan los empresarios es grande. Esgrimen las ideas y las herramientas que aplicaron en la anterior crisis: flexibilidad laboral, rebajas de impuestos y, en la medida de lo posible, respaldo del Estado para salir del bache. Recetas viejas para una crisis de gran intensidad y de consecuencias imprevisibles que exige más osadía y más amplitud de miras. El Gobierno de coalición tampoco es que vaya sobrado de propuestas, pero al menos ha tenido valentía para afrontar la hibernación del sistema económico con medidas como los ERTE, que han evitado una hecatombe del empleo a corto plazo.

No hay ideas nuevas ni propuestas audaces en ninguno de los sectores que han aprovechado el foro de la CEOE. Lenguaje manido y lugares comunes: Esfuerzo, sacrificio, arrimar el hombro, reto, economía verde. La pandemia ha sido como un golpe en el plexo solar del sistema y es necesario tomar aire. Pero contemplar la realidad de la economía desde lo más alto debería facilitar análisis más finos y fórmulas para la reactivación distintas a las aplicadas en el pasado, las mismas que mantuvieron al país como campeón del paro en Europa pese a crecer el doble que los vecinos durante un lustro.

El Gobierno no va sobrado de propuestas, pero ha mostrado valentía al afrontar la hibernación del sistema económico

Hay cierta desgana. En el sector energético llega a tal punto que se han desempolvado propuestas añosas para aumentar beneficios sin correr riesgos. Por ejemplo, aumentando el límite de inversiones anuales en las redes de suministro que paga el Estado. Más cable, más obras y más empleo, aunque sea temporal, para recibir más ingresos del Estado vía tarifas. No suena a futuro. Suena más a etapas superadas, cuando las contratas de construcción reparaban infraestructuras públicas a tanto el metro y abrían zanjas desde direcciones opuestas hasta llegar a la avería.

La falta de ideas también afecta a los Gobiernos. En Europa, todos los países han formado equipos para trabajar en una salida rápida de la crisis del coronavirus. En España, Pedro Sánchez ha pedido colaboración a un centenar de economistas, algo similar a lo que ya hizo para proyectar la transición energética. Escuchar opiniones distintas y aún distantes es inteligente. Apostar por un plan concreto y aprobar medidas valientes para cumplirlo es más difícil. A todos los Gobiernos les tiemblan las piernas, aunque no con la misma intensidad.

En Francia o en Alemania, las convulsiones en la industria del automóvil y el debate sobre la relocalización de plantas han puesto de relieve lo que supone la participación pública de los Estados en compañías estratégicas. Las nacionalizaciones han dejado de ser tabú. Pero no en España, donde el Estado controla a través del FROB el 70% de un banco (Bankia), pero ha limitado las actuaciones crediticias al Instituto de Crédito Oficial (ICO) en un momento clave de la crisis. Faltan ideas –y un punto de osadía- para abrir un debate sobre el papel del sector público.

Faltan ideas –y un punto de osadía- para abrir un debate sobre el papel del sector público

Hace cinco años, el entonces director general de Cotec, Jorge Barrero, advirtió de la tendencia a la baja en la apuesta por la investigación. Una constante desde 2009. Dos años después, la exministra Cristina Garmendia confirmaba la debacle y explicaba que si la tendencia no cambiaba de forma urgente “no parece que España pueda desempeñar un papel protagonista ante las oportunidades y desafíos que prometen transformar aún más la sociedad que hoy conocemos”. Desde aquellas advertencias no ha habido avances. Ni ideas.

Es posible que la conmoción provocada por la Covid-19 anime los cambios; es posible –y necesario- que la profundidad de la crisis fuerce el consenso entre fuerzas políticas para encontrar salidas. Pero lo vivido esta semana no permite el optimismo. La gran cumbre empresarial ha servido para exponer los problemas de forma precisa, pero no ha supuesto ningún avance para resolverlos de forma justa y evitar el riesgo de una quiebra política y social. Mantener la reforma laboral y pagar menos impuestos es más un mantra que un plan adecuado para salir del pozo.

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