OPINION

¿Becarios a los 45?: Espartaco lo denunció en el 73 A. d. C.

En economía no hay muchas cosas nuevas. Hasta en las crisis que agitan periódicamente los mercados hay poca novedad; si acaso, los algoritmos con los que las inversiones se mueven en cuestión de fracciones de segundo. Los romanos sabían ya qué era la inflación, la manipulación de moneda y el control de cambios. Caracalla (siglo III) financió sus aventuras limando la plata de los denarios –origen de la palabra dinero-. Unos cuantos siglos después, los holandeses (siglo XVII), montaron una espectacular burbuja especulativa, seguida de crisis financiera, con el comercio de bulbos de tulipán. Nada nuevo. Si lo sabremos aquí, que cinco siglos antes de montar una espectacular bomba inmobiliaria, ya manejábamos el oro y la plata de las colonias como si no hubiera un mañana.

Pero que no haya novedades no significa ausencia de sorpresas. Cada generación comete sus errores. Eso explica que el Gobierno haya asumido –contratos mediante-la gestión de autopistas de peaje quebradas, construidas con presupuestos irreales, costes de expropiación ridículos y previsiones de tráfico fantasmas.

El coste de la operación no se conoce. Pero sí su final. Una vez limpias de deuda, las concesiones volverán a ser adjudicadas al sector privado. Nada nuevo. En 2003 -Gobierno de José María Aznar- Sacyr se quedó por 1.500 millones las autopistas gestionadas por la Empresa Nacional de Autopistas que en 1983 había sumido las concesiones en quiebra de Audasa, Aucalsa y Audenasa.  

El caso de Endesa

Tampoco hay nada demasiado novedoso, al menos en apariencia, en la vergonzante situación que vive la que fue una joya del sector público empresarial: Endesa. Así comenzó todo: Enel, una empresa grande y controlada por el Estado italiano (25% del Ministerio de Finanzas), aprovechó hace 10 años las oportunidades que le brindó otro Estado, España, y sus Gobiernos privatizadores –socialistas y neoliberales- para comprar a un rival. Enel tomó posiciones, se quedó con las filiales de la sociedad comprada en América Latina, un mercado que se le resistía y recuperó rápidamente la inversión realizada vía dividendos.

Con el control prácticamente total de la empresa, Enel ha impuesto su imagen y su cartelería en todos los activos de la antigua Endesa, como ha contado Lainformación. No sólo eso sino que, además, quiere trasladar la gestión de la tesorería y de las nóminas de su filial española a India y Rumanía. Estas últimas decisiones han levantado un gran malestar entre los 9.000 empleados que quedan en la empresa (el grupo llegó a contar con 26.300 en 2009).

Pero es demasiado tarde para la queja. Enel, como la también italiana Atlantia, aspirante a la compra de Abertis, apela a las reglas del mercado para defender su actuación. Las mismas que en su momento aplicó Endesa para comprar empresas latinoamericanas. Son las mismas sacrosantas reglas que llevaron a los Gobiernos españoles a deshacer el sector público a partir de los años 90 y las mismas que aplicó el Tribunal Europeo de Justicia para eliminar la "acción de oro" el truco que algunos Ejecutivos –incluido el español- se sacaron de la manga para controlar empresas consideradas estrategicas como Endesa, Indra, Repsol-YPF y Telefónica.

La CEOE, siempre atenta

Como siempre, se olvida la historia y se intenta corregirla con argumentos y fórmulas que sólo tienen de novedad la apariencia. Porque en realidad hunden sus raíces en el pasado. Sucede mucho cuando un determinado colectivo, por ejemplo los empresarios de la CEOE –siempre atentos- ve una nueva oportunidad de arrimar el ascua un poco más a la sardina de sus intereses. Con un mercado laboral que tiene todavía una tasa de desempleo del 16,4% tras aplicar dos reformas laborales, la CEOE ha propuesto algo aparentemente novedoso para mejorar la situación.

Los empresarios proponen que se elimine la edad como requisito para firmar contratos de formación. El límite no serán los 30 años actuales. Cualquier trabajador podrá acceder al contrato para la formación y aprendizaje. "Beneficiarios": los parados mayores de 45 años y que hayan agotado su prestación por desempleo. Además, quiere que se eliminen las restricciones en el caso de trabajos a turnos o con nocturnidad y horas extra. La fórmula parece novedosa. No lo es. En realidad, fórmulas similares de contratación ya las denunció un señor que se llamaba Espartaco en el 73 a. d. C.; mucho antes, por cierto, de que Caracalla limara denarios. Y es que realmente hay pocas cosas nuevas.

De hecho, los empresarios de la CEOE quizá no vayan tan descaminados. En el 212 D. de C., Caracalla promulgó la Constitutio Antoniniana que otorgaba la ciudadanía a todas las personas nacidas en el Imperio. La ley jamás fue derogada. Técnicamente, sostienen en @antigua_roma, todos seguimos siendo ciudadanos romanos, aunque poco a poco, con menos derechos.

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