OPINION

Fomento, en el centro del agujero negro del Plan de Energía y Clima

Foto de familia en La Moncloa.
Foto de familia en La Moncloa.
EP

En astronomía, un agujero negro es un objeto extraño, con una gravedad tan fuerte que la luz entra pero no sale. El que existe en la Vía Láctea lleva por nombre Sagitario A. El que existe en la tupida red ministerial española se llama Ministerio de Fomento.El ministerio de la gran obra pública, la vivienda y la subvención es tradicionalmente un espacio donde entran muchas ideas y proyectos, pero del que salen pocas soluciones y, a menudo, a destiempo. Lo mismo da que se trate de la mejora de la red ferroviaria, que del rescate de las autovías, que de las políticas de vivienda. No hay manera de que las iniciativas de Fomento se acomoden en tiempo y forma a las necesidades de la sociedad.

El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) es un ejemplo de cómo el camino de las buenas intenciones está sembrado de agujeros negros que lo hacen impracticable. El PNIEC tiene como uno de sus objetivos clave una reducción prevista del consumo de energía primaria de casi un 40% en 2030. La palanca para lograr el objetivo es actuar con decisión en la rehabilitación del parque de viviendas.

En la práctica, el plan presentado por el Gobierno prevé mejorar la envolvente térmica de 1.200.000 viviendas hasta 2030, una acción que tendrá que concretar Fomento en una futura estrategia de rehabilitación a largo plazo. Es una gota en el mar. Y lenta. En España hay 26 millones de viviendas construidas antes de 2007. Todas son energeticamente ineficientes.

La Unión Europea, en sus directivas, apunta a los sectores sobre los que hay que actuar de forma preferente para ahorrar energía y reducir emisiones: la edificación (calefacción y refrigeración), el urbanismo y el transporte. Los medios para conseguirlo son las renovables, el coche eléctrico y el edificio de consumo energético casi nulo. Pero aplicar esos medios requiere cambios en la normativa.

No se ha hecho y así es la situación: el código técnico de edificación vigente –que Rajoy estuvo a punto cambiar- no reconoce a las energías renovables; la estrategia nacional de rehabilitación de edificios es de hace un lustro y apuesta por el gas para la rehabilitación urbana; el Estado no maneja subvenciones para rehabilitar viviendas -sí lo hacen las comunidades autónomas- y la directiva de rehabilitación de edificios aprobada por Bruselas en junio de 2018 no ha sido traspuesta a la legislación nacional. Algunas de las lagunas caen de lleno en las competencias de Fomento.

El PNIEC ha sido bien acogido por las asociaciones de renovables y organizaciones relacionadas con el medio ambiente. Apunta en la buena dirección e incluso en algunos aspectos, como el ahorro de energía primaria va más de lo que exige la UE. Pero tiene sombras preocupantes. Sucede con el coche eléctrico. El objetivo es que en 2030 circulen cinco millones. El problema está en que no menciona hitos para implantar puntos de recarga. La norma aprobada por la UE en 2018 –no traspuesta- obliga a que todos los edificios, nuevos y rehabilitados, públicos y privados, tengan puntos de recarga. España va con retraso y Fomento no ha tenido tiempo para cambiar la dinámica lenta marca de la casa.

Con el PNIEC, la ministra Ribera ha marcado un tanto. Pero hay que ponerlo en contexto: estaba todo por hacer. El plan contiene propósitos impensables hace unos pocos años como la reducción de importaciones de petróleo de 20 puntos. Algo inédito. Pero no sigue las prioridades recogidas en el llamado “paquete de invierno” de la UE. Ese paquete es un conjunto de medidas para el impulso de la energía limpia que tiene como primer objetivo el ahorro y la eficiencia energética. En España, la prioridad es la reducción de emisiones y el impulso a las renovables. Cambia el orden de lo importante, lo que tiene consecuencias sobre el modelo energético: descentralizado en las propuestas comunitarias y centralizado en el PNIEC.

El plan, en suma, recoge objetivos y medidas que pueden transformar, profundamente y para bien,  el sistema energético. Pero la acción tiene que ser continua y rápida, no con los tiempos de la Administración del siglo XIX. Fomento tiene que cambiar el chip. La realidad manda: la mitad del parque de viviendas es anterior a 1980 y fue construido sin normativa de eficiencia energética. El resto, excepto quizá las construidas en la última década, tienen un aislamiento muy pobre. Sin trabajar en su rehabilitación será difícil ahorrar  la energía que se propone y en el plazo que se propone.

Un convoy se mueve a la velocidad de su última unidad, lo que quiere decir que si un Gobierno apuesta por acelerar en las políticas medioambientales, todos los departamentos deben ajustar el velocímetro. Lo contrario lleva al esfuerzo inútil, a la melancolía y a seguir al gran experto Murphy y sus leyes. Ya saben: todo lo que puede empeorar, empeora sin remedio.

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