En la frontera

Fondos de reconstrucción: llega la hora del gran reparto

A los españoles nos llamaron alguna vez los alemanes del Sur. En serio, sin ironías. Sucedió en los años 90. Eran otros tiempos y había otras reglas.

Christine Lagarde y Úrsula Von der Leyen, grandes impulsoras del plan de reconstrucción
Christine Lagarde y Úrsula Von der Leyen, grandes impulsoras del plan de reconstrucción
EP

A los españoles nos llamaron alguna vez los alemanes del Sur. En serio, sin ironías. Sucedió en los años 90. Eran otros tiempos y había otras reglas. El apelativo obedecía a la eficacia con la que el país ejecutaba proyectos que financiaba la Unión Europea. Visto con perspectiva, igual se exageraba un poco. Se mezclaron cosas y se confundió la eficacia con la rapidez para redirigir fondos. El dinero previsto para proyectos de innovación y tecnológicos -todavía hoy una asignatura pendiente- acababa en demasiadas ocasiones convertido en cemento: autovías, autopistas e infraestructuras en general. La UE no ponía demasiadas trabas al trasvase y España modernizó su epidermis. Con cemento y, aparentemente, con eficacia.

Desde aquella fiebre han pasado 30 años. Han cambiado muchas cosas y han sucedido muchas otras. Entre ellas una pandemia que ha paralizado la economía mundial durante meses. También hay otras reglas. De nuevo hay dinero comunitario a repartir. España aspira a disponer de 140.000 millones del fondo de reconstrucción aprobado por los socios de la UE. En esta ocasión, el control y el destino de los fondos está más controlado. Habrá que afinar más y diseñar con precisión y transparencia dónde se van a gastar los euros de la reconstrucción. La cuestión es quién diseña los planes, con qué fin y con qué efectos. La carrera ya ha empezado.

Todas las grandes empresas, energéticas, automovilísticas o relacionadas con las tecnologías de la información y de la comunicación aspiran a participar en el reparto. Sobre el papel –el de las empresas y el de los medios- los 140.000 millones de euros están ya gastados. Endesa, Iberdrola, Naturgy, Seat, PSA, las petroleras agrupadas en la asociación AOP...todas han publicitado ya sus grandes planes de inversión en el coche eléctrico, los parques fotovoltaicos, el hidrógeno y un largo etcétera. Por supuesto, necesitan parte del pastel común para financiarlos.

Sobre el papel –el de las empresas y el de los medios- los 140.000 millones de euros están ya gastados.

El Gobierno, por su parte, intenta dirigir el proceso. No lo tiene fácil. Cuenta a su favor con los planes de transición energética ya aprobados y visados por Bruselas. Pero la Administración mantiene todavía las carencias que en los 90 llevaron al cemento en vez de a la I+D+i. El Gobierno sabe quién tiene las habilidades para diseñar planes estratégicos y quién tiene la capacidad para aplicarlos. Son un puñado de consultoras: las llamadas Big Four - Deloitte, PwC, KPMG y EY y dos grandes de la estrategia como Mc Kinsey y Boston Consulting Group. Moncloa, por supuesto, tiene contactos con todas ellas. También, por supuesto, las grandes empresas del sector privado.

La gestión de los fondos -quién, cómo, cuándo- ha provocado las primeras escaramuzas políticas entre Gobierno y oposición. El dinero mueve montañas, voluntades y votos. El líder del PP, Pablo Casado, ha expresado sus recelos sobre la gestión de la reconstrucción por el Ejecutivo de coalición a la comunidad diplomática en Madrid. Y Sánchez ha dejado claro que no está dispuesto a que le arrebaten el puntero. Es una guerra de posiciones que se recrudecerá en los próximos meses.

Nadie está dispuesto a quedarse atrás y quien puede, avanza posiciones. Felipe Requejo, socio de Deloitte y especialista en el sector energético ha dejado claro y por escrito (https://cincodias.elpais.com/cincodias/2020/09/18/opinion/1600442921_802448.html ) que, dada la evolución de la economía internacional tras el paso de la Covid 19 y el crecimiento macroeconómico desigual que se espera, habrá falta de iniciativas globales de los gobiernos, “lo que determinará que sea la industria privada y determinados países quienes tomen la iniciativa” en cuestiones como la reducción de emisiones, vinculadas a los planes de reconstrucción.

Hay una oportunidad de mejorar la economía y no se aprovechará si los mismos hacen las mismas cosas.

Los artistas de la estrategia adelantan quién va a guiar la salida del pantano y quién va a manejar la balsa de dinero que la acompaña: las grandes empresas y, en el área de la energía, los grandes grupos. La inercia es grande. Tanto como la tentación de cerrar planes de forma rápida para asegurar la llegada de los fondos comunitarios. Pero conviene no olvidar el papel que pueden jugar también las pequeñas y medianas empresas en el proceso. En España, más allá de las grandes compañías, hay numerosas pymes que se han especializado en la prestación de servicios a los gigantes del automóvil, la construcción y la energía. Los planes del Gobierno –y el dinero de la UE- deben tenerlas en cuenta. Hay una oportunidad de mejorar la economía y no se aprovechará si los mismos hacen las mismas cosas. Por resumir: si el dinero va sobre todo a las grandes empresas, la productividad de la economía no va a cambiar.

Hay que ser optimistas. Aunque hay datos oficiales aparentemente descorazonadores -España sólo ha ejecutado el 34% de los fondos europeos disponibles entre 2014 y 2020- hay que tener en cuenta que el periodo de cómputo no ha finalizado y que los gastos se pueden justificar a posteriori años después. Quizá no somos tan malos. No conviene llegar a la partida que se inicia con ánimo de derrota. Se puede cambiar. Una vez nos llamaron los alemanes del Sur. Como halago,

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