OPINION

El gran dilema de Davos: actuar o llamar a Bono

Pedro Sánchez en Davos. / EFE
Pedro Sánchez en Davos. / EFE

Una vez al año, desde hace ya 50, la élite del capitalismo se reúne en la localidad suiza de Davos (Suiza) para compartir ideas y estrategias sobre cómo mantener en pie un sistema que no funciona bien. Esto no lo dicen sólo izquierdistas y antisistema. Lo dicen hasta las grandes corporaciones, las pilas de la economía mundial. El sistema no funciona. Las pruebas están desparramadas por las estadísticas del globo. La inestabilidad laboral, la creciente desigualdad y el deterioro medioambiental acelerado se han convertido en marca de la casa.

Las cosas han ido demasiado lejos. La autoregulación de los monopolios se ha convertido en la doctrina oficial de las instituciones que pilotan el gobierno global – el FMI, la OCDE, el Banco Mundial- y la situación no mejora. “La clase media, simplemente se hartó” ha declarado el economista chileno Sebastián Edwards en referencia a los sucedido en el país andino. La tuerca tiene pocas vueltas más.

La Business Roundtable, una gran organización empresarial con dos centenares de miembros, que incluye desde JP Morgan hasta Apple, pasando por General Motors, ha dado la voz de alerta. La asociación defiende ahora que las empresas tienen que considerar factores que van más allá de la obtención de beneficios y su reparto entre accionistas. Sugiere tener en consideración también a los trabajadores, los clientes, los proveedores y las comunidades. También el mayor fondo inversor del mundo, Black Rock, se ha pronunciado en términos similares.

La mano y el siglo

Davos es el lugar elegido para debatir si conviene abrir la mano que no se ha aflojado en más de medio siglo. La élite acumula riqueza a un ritmo vertiginoso y la desigualdad crece. Los debates, como siempre, son interesantes. Pero no abordan lo importante. Como siempre. En 2020, un joven historiador holandés, Rutger Bregman, autor de Utopía para los realistas, participó en uno de los encuentros públicos de Davos e hizo de Pepito Grillo: “oigo hablar” dijo “de transparencia, de desigualdad, de participación y de justicia pero nadie plantea el verdadero problema: la evasión fiscal”. Como una conferencia de bomberos que no hablara ni de agua ni de mangueras. Los impuestos y su reparto, esa es la gran cuestión.

Bregman no ha sido invitado este año. Se veía venir. En su intervención destacó también, cómo mientras en la reunión se hablaba de medio ambiente llegaban a Suiza 1.500 vuelos privados con ocupantes deseosos de escuchar hablar de respeto a la naturaleza al divulgador Sir David Attenborough. Este año ha habido cambio en el altavoz de la conciencia. Le ha tocado a Greta Thunberg –Grieta en la pronunciación en sueco-, la activista del clima más famosa. Es lógico. Este año el estudio 'The Global Risks Report 2020', que publica el Foro desde 2007, identifica por primera vez los riesgos de tipo medioambiental como las amenazas globales más probables. Y destaca entre ellos, en los primeros puestos los eventos meteorológicos extremos, el cambio climático y las catástrofes naturales.

Cantante, no político

El Foro Económico Mundial se enfrenta a una cuestión clave: qué hacer para apuntalar un sistema que no funciona y para evitar una catástrofe medioambiental irreversible. Ahí está el dilema: actuar o llamar a Bono -el cantante de U2, no el político español-. El irlandés Paul David Hewson (Bono) es un asistente habitual en Davos y partidario de lo que se ha venido en llamar filantrocapitalismo. En pocos años se convitió en el mascarón mediático de la elite del dinero. El dilema es grande porque no es lo mismo aprobar medidas concretas como piden Bregman o Greta Thunberg que hacer marketing musical.

El periodista Andy Robinson, en su libro “Un reportero en la Montaña Mágica” describió en detalle el lado más gris de la relación de Davos con el famoso cantante de U2. Robinson relata cómo en 2004 Bono creó el fondo de capital privado “Elevation Partners” para luchar contra la pobreza global. El fondo echó a andar con la compra de participaciones en Forbes y Facebook, hábitats de promotores del filantrocapitalismo como Bill Gates o Marck Zuckergberg. Además, creó el logo “(RED)”, un certificado ético que asignaba a empresas como Microsoft, Apple, Armani, American Express, Gap o Starbucks (muchas de ellas denunciadas por evasión fiscal) a cambio de que estas ingresaran parte de sus beneficios en el fondo global del artista. Se ofrecía al cliente corporativo, relata Robinson “el producto global mejor diseñado para minimizar su factura tributaria”.

La 50 edición del World Economic Forum ha puesto en el escaparate la cuestión del cambio climático y la preservación del medio ambiente. Es otro de los retos que no se podrán resolver si se mantienen los agujeros negros en el sistema fiscal internacional. Una vez más, el dilema consiste en actuar de forma inmediata y contundente o en llamar a Bono. El cantante, no el político. Davos lo tiene claro.

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