OPINION

Guía para (sobre)vivir el día después de la crisis

TEMPORALIDAD
TEMPORALIDAD

Quizá usted no lo ha notado, pero hemos superado la crisis económica. La peor desde la Segunda Guerra Mundial, según dicen los expertos. En realidad, llevamos cinco años creciendo y, de ellos, cuatro como si el país tuviera motor, a ritmos por encima del 3%. Pero la crisis, lo que se dice la crisis, la hemos dejado atrás cuando la comparación entre el antes de que las cosas se torcieran y el presente produce una avalancha de titulares. Vivimos en el día después y no lo apreciamos. Quizá porque la salida del gran bache está siendo desigual. Se puede decir que va por barrios. Brilla más sobre el papel y en forma de porcentajes y eso no basta para convencer a los que necesitan ver para creer, que son una legión.

Pero ahí están los datos: consumimos más cerveza que nunca; la prima de riesgo está por los suelos; trabajan más personas que en 2007 y hay ya 789.000 declarantes que cobran más de 60.000 euros al año, un 5,6% más que hace 12 años. Estamos mucho mejor que cuando descubrimos que Lehman Brothers era una bomba financiera escondida en el corazón del sistema. Ahora todo es pasado. Bebemos más y bebemos fuera, que es más divertido y más caro. Lo han dicho la patronal de los Cerveceros y el Ministerio de Agricultura. En 2018, nos bebimos en España 40,16 millones de hectolitros de cerveza. Un récord. Es verdad que tuvimos ayuda. Los 83 millones de turistas que recibió el país ayudaron mucho a conseguir la marca. Pero ya hay una pista de cómo se vive en el día después de superar una gran crisis: bebiendo como si estuviera a punto de llegar la siguiente.

No se trata sólo del ocio. Otra prueba de que se ha superado el derrumbe económico es que la población encuentra más oportunidades. Las personas que quieren trabajar encuentran empleo con más facilidad. En junio de 2019, en España trabajan más personas que en julio de 2007. Hay 19,5 millones de trabajadores y trabajadoras afiliados a la Seguridad Social. Y más mujeres con empleo que nunca. Eso debería implicar también más seguridad para las pensiones, más estabilidad en los trabajos y, en general, mejores salarios. No es así. Con 19,5 millones de cotizantes, la Seguridad Social vive de sablazos al Estado y la precariedad en el empleo es la norma. Lo cual da otra pista para encarar la salida de la crisis sin desánimo: asumir que los grandes números significan poco y que, a menudo, sólo sirven para abonar la propaganda.

Por supuesto, el día que la economía deja atrás la crisis no desaparecen los problemas. Doce años después del gran estallido, en España todavía hay más de tres millones de parados y la tasa de desempleo roza la cima de la vergüenza en la UE. No la alcanza porque está ocupada por Grecia. Es otra lección sobre cómo vivir el día después: analizar la realidad por planos. Sólo así se puede entender que mientras el número de rentas altas supera las cifras del año 2007, los sindicatos sigan clamando por un salario mínimo (SMI) que tiene muy lejos alcanzar el 60% del salario medio como recoge la Carta Social Europea.

Se habla mucho también de lo que se puede y no se puede hacer para no volver al agujero. Por poner un ejemplo, no se pueden derogar las reformas laborales. Lo ha dicho la ministra de Economía -ahora en funciones- Nadia Calviño. Es verdad que el mercado de trabajo sigue hecho unos zorros, con tres millones de parados, otros seis millones subempleados y una tasa de desempleados jóvenes que llega al 35%, pero no se pueden derogar las normas que se aprobaron en 2010 y 2012. Hay temor a una estampida de la inversión. Así que en la postcrisis triunfa el realismo.

España ha batido su récord de consumo de cerveza.
España ha batido su récord de consumo de cerveza. / EFE

Es el pragmatismo que lleva a un sindicalista de pro como Pepe Álvarez, secretario general de UGT, a defender la aplicación en su organización de las mismas normas laborales que pide derogar. Álvarez lo hizo esta semana en Onda Cero. Entrevistado por Juan Ramón Lucas, el secretario general criticó la reforma laboral pero justificó su aplicación en su propia organización porque sus dirigentes “tienen que rendir cuentas ante sus afiliados". Un discurso de consejero delegado en junta de accionistas.

No es extraño que los sindicalistas estén desorientados. Aunque en los últimos meses el Gobierno de Pedro Sánchez ha aprobado medidas en línea con sus demandas –SMI y control de la jornada laboral-, el grueso de sus peticiones cae en saco roto. La crisis ha pasado pero (sobre)vivir obliga a una gran mayoría a trabajar más por menos, como auguró allá por 2012 el profeta-empresario-convicto Gerardo Díaz Ferrán. Las cuentas de las organizaciones sindicales son brutales: Las empresas se ahorran más de 11.500 millones de euros al año en horas trabajadas y no retribuidas, lo que afecta a más de un millón de personas asalariadas. Son 11 millones de horas semanales escamoteadas con las que se podrían crear 276.000 empleos.

Prima de riesgo

Por supuesto, es mejor ver la botella medio llena. La prima de riesgo, que mide la diferencia de la deuda española con el bono alemán a 10 años, ha caído por debajo de los 60 puntos. En la crisis, año 2012, llegó a superar los 600. Es verdad que la prima de riesgo es volátil. Las tornas pueden cambiar rápidamente si los vientos giran. Pero es un indicio del ánimo de la inversión. En vivienda, ese ánimo es excelente. Con tipos de interés bajos, el dinero busca refugio y los precios de la vivienda recuperan el ritmo de antes de la crisis.

El aumento acumulado de los precios de compra de vivienda en España, del primer trimestre de 2014 al mismo trimestre de 2019 ha sido de un 29%. Y lo mismo en los alquileres. (Juan Antonio Fernández. EFC). Lo que lleva a otro punto de la guía para quienes no estén entre los 789.000 afortunados de rentas altas: acostúmbrese a vivir de alquiler y/o a compartir vivienda. Y si su salario sólo le da para beber alguna que otra cerveza, alégrese, está contribuyendo a que su país marque otro récord.

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