OPINION

La cara más oculta del cambio climático

¿Hay o no hay efecto Greta Thunberg en los mercados?
¿Hay o no hay efecto Greta Thunberg en los mercados?
EFE

España es un país que no discute ni la existencia del cambio climático, ni su origen: la actividad humana. Los negacionistas son minoría pese a la siembra de opiniones sesgadas de personajes con peso político como el expresidente José María Aznar. La preocupación por el medio ambiente, por el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y por su impacto en la sociedad llegó a España en los años 90, más tarde que en otros países. Quizá por ello, los ciudadanos aún se ven más como espectadores que como protagonistas de un combate crucial. No es casual. Tienen mucha información, aunque no toda, porque los intereses económicos todavía son capaces de enterrar información relevante.

Por eso conviene traducir los anuncios que hacen las compañías energéticas en el intento de probar que son más verdes que nadie y que les preocupa más el medio ambiente que los beneficios. Un buen ejemplo son las adhesiones públicas a iniciativas de organismos internacionales para controlar las emisiones de gases de efecto invernadero. Las empresas más importantes del negocio del gas se están incorporando a la iniciativa público-privada, apoyada por la ONU, denominada Global Methane Alliance. Es un compromiso para reducir las emisiones a la atmósfera de metano, lo cual está bien, aunque conviene estar ojo avizor.

En la cara oculta del cambio climático se ocultan datos. Por ejemplo que el metano es un gas directamente relacionado con la materia prima que extraen, venden, transportan y queman las compañías gasistas; y que ese gas tiene un impacto en el calentamiento global que supera en 80 veces al dióxido de carbono. Por eso, los expertos del panel (IPPC) de la ONU detallan en el documento “The Special Report on Global Warming of 1,5ºC” que para evitar la subida de la temperatura del planeta más de 1,5ºC, habrá que reducir el uso del gas un 15% en 2030 y un 43% en 2050. Un golpe al negocio que se envuelve en el envés de la realidad.

El punto de no retorno

Lo que no se conoce, no existe. Lo que apenas se conoce, apenas daña. Hay muchos informes serios, documentados, que ponen contra las cuerdas el funcionamiento de una economía basada en los combustibles fósiles y que ha llegado rápidamente al punto de no retorno. Las grandes corporaciones lo saben y trabajan en un doble sentido: publicitar al máximo la reconversión al verde y retrasar en la medida que sea posible las medidas más perjudiciales para la cuenta de resultados.

Para eso trabajan los lobbies. El de gas en concreto ha desplegado una gran actividad en Bruselas. El Observatorio Corporativo Europeo, con datos de la Dirección General de Energía de la Comisión Europea, tiene contabilizados hasta 16 encuentros entre 2017 y 2018 de los responsables comunitarios con el lobby del llamado "gas natural renovable" (biogás).

Los estudios que alertan sobre la incompatibilidad radical de los negocios basados en los recursos fósiles con la economía sostenible y la preservación del medio ambiente apenas si tienen difusión. Se cumple una regla no escrita: cuanto más contundentes son las conclusiones y las pruebas que las sustentan, menos eco. Así ha sucedido con el informe elaborado por un grupo de expertos financierosCarbon Tracker- que analiza la posición de las grandes petroleras ante las exigencias medioambientales.

Petróleo y objetivos

El documento analiza 30 de las compañías de petróleo y gas más grandes del mundo para identificar qué proyectos serían rentables en un mundo bajo el Acuerdo de París, es decir, que no contribuyeran a subir la temperatura del planeta más allá de 1,6ºC. Para la española Repsol, el resultado es impactante: debería reducir la producción de petróleo y gas en un 65% para 2040 para mantener las emisiones alineadas con los objetivos climáticos internacionales. Todo un reto.

Los negacionistas y críticos estilo Aznar cuestionan los resultados de la simulaciones y modelos computacionales sobre el cambio climático; los que manejan, entre otras instancias, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC). A menudo, acusan a los científicos de haber modificado el sistema de mediciones de temperatura desde 1850, cuando se creó la Oficina Meteorológica del Reino Unido.

Y tienen razón, los sistemas de medición se han modificado en el tiempo. Pero si no lo hubieran hecho, si hubieran mantenido la medición en estaciones que han sido engullidas por las ciudades o no hubieran perfeccionado las técnicas de medir la temperatura del agua en los océanos, la subida media de temperatura, estimada en un grado respecto a los niveles preindustriales por el IPCC, sería aún mayor. Cosas de la cara oculta.

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