En la frontera

Ley del Clima: la piedra de toque de empresas, partidos y Gobierno

El Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos envió el borrador de la norma al Congreso sin excesivo éxito de público y crítica.

Pozo de petróleo. Foto AFP
Pozo de petróleo. Foto AFP

En joyería se utiliza una piedra resistente a los ácidos -la piedra de toque- para determinar la pureza del oro y de la plata. Es una piedra muy útil, ha evitado engaños durante siglos. En la España del siglo XXI el proyecto de ley de Cambio Climático y Transición Energética que tramita el Congreso se ha convertido en una particular piedra de toque para empresas, partidos y Gobierno. El Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos envió el borrador de la norma al Congreso sin excesivo éxito de público y crítica. Algunos partidos políticos tardaron en entender la trascendencia del proyecto. Finalmente, el debate en torno a la norma se ha convertido en lo que era previsible: un cajón de presiones políticas y empresariales de última hora que ha obligado a ampliar en dos ocasiones el plazo de presentación de enmiendas.

Como piedra de toque, el proyecto revela los temores -unos más confesables, otros menos- de las partes implicadas ante una norma clave para llevar la economía y la sociedad hasta la descarbonización total, “a más tardar” en el año 2050. Las organizaciones relacionadas con el desarrollo renovable temen la escasa ambición del proyecto, con objetivos de rebaja de emisiones en el horizonte de 2030 (23%) alejados de los que propone la UE (55%); las empresas petroleras, como es el caso de Repsol, cuestionan hasta la forma de calcular cuánto contamina realmente un vehículo y  los partidos coaligados en el Gobierno, PSOE y Unidas Podemos, han tenido que negociar cómo poner fin a proyectos muy polémicos como la mina de uranio del grupo minero Berkeley en Salamanca.

A la Ley del Clima le queda recorrido parlamentario y tensiones. Es la bisagra entre un mundo de negocios con fecha de caducidad y una nueva forma de entender el funcionamiento de la sociedad en general y de la economía en particular. Detrás de la futura ley hay números. Entre los más importantes están la caída en los costes de las energías renovables. No se trata solo de respeto al medio ambiente. Las renovables son ya las energías más baratas. La tecnología solar fotovoltaica se ha abaratado un 90% en los últimos diez años y la eólica un 70%. Al mismo tiempo, los derechos de emisión de CO2 se han encarecido: emitir una tonelada costaba 5,83 euros hace tres años y ahora cuesta 24 euros.

La Ley del Clima no fija objetivos de autoconsumo a nivel nacional. En la piedra de toque queda marcado un punto de escasa ambición.

Todas las eléctricas y en menor medida las petroleras, están en reconversión. No se han vuelto ecologistas de repente. Reconducen el negocio porque las cuentas del negocio tradicional no salen. Otean el horizonte y en el aire hay cambios importantes. Cambios estructurales. El negocio del autoconsumo es un ejemplo. Especialistas y empresarios  observan un cambio de tendencia en el destinatario final del autoconsumo. Del sector industrial al residencial. El teletrabajo, las ayudas directas a las instalaciones de los municipios y las deducciones fiscales de las comunidades autónomas animan la instalación de paneles.

La Ley del Clima no fija objetivos de autoconsumo a nivel nacional. En la piedra de toque queda marcado un punto de escasa ambición. Un punto del Gobierno. Organizaciones como la Fundación Renovables ha criticado esa falta de objetivos. Una cierta dejadez que avalan las cifras de comparación con Europa. En Alemania se cuentan los tejados solares por millones –1,4 millones según datos del Observatorio de la Sostenibilidad-; en Reino Unido por centenares de miles –800.000- y en España, el país del sol, por unos millares.

Se arrastran las anclas del pasado y las consecuencias de una política de contención que comenzó en un lejano 2008 y que cuesta mucho transformar. Ese año se aprobó un decreto (RD 1578/2008) que consideraba la energía fotovoltaica “un grave riesgo a corto plazo para el sistema por razones técnicas y económicas”. Desde entonces han cambiado muchas cosas. Y más en el sector de la energía. Pero hay argumentos que se repiten. Un ejemplo: cuando el consejero delegado de Repsol aboga por considerar todo el ciclo de producción del coche eléctrico para determinar si contamina más o menos que un vehículo de combustión, no dice nada nuevo. Hace una década, los ejecutivos de las eléctricas también abogaban por considerar en la cuenta de las emisiones el ciclo completo de producción de los paneles solares.

La banca alemana y la suiza fueron las primeras que anticiparon el boom  fotovoltaico, primera fuente de generación antes de 2050.

La banca alemana y suiza fueron las primeras que anticiparon el boom y cómo la fotovoltaica será la primera fuente de generación eléctrica en el mundo antes de 2050. Compite con éxito y sus promotores sacan pecho al asegurar que ya ni quieren ni necesitan subvenciones. La tortilla se ha dado la vuelta. Ahora son las empresas tradicionales las que van camino de necesitar apoyo para vender su energía basada en fuentes también tradicionales.

Hay grandes intereses en juego. Como consecuencia, todo el mundo es verde. De pronto, proliferan estudios sobre los gases renovables y biológicos, el hidrógeno verde y los combustibles ecológicos. La futura ley recoge el uso de este tipo de combustibles y contempla objetivos para su penetración y uso. Es una concesión al sector tradicional que contrasta en con la indefinición sobre puntos de recarga del vehículo eléctrico, autoconsumo, generación distribuida o eficiencia en los edificios. Marcas en la piedra de toque.

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