OPINION

Los 'Viernes por el Clima' llegan a España un 15 de marzo

Greta Thunberg con la directora del FMI, Christine Lagarde.
Greta Thunberg con la directora del FMI, Christine Lagarde.
EFE

A finales de febrero, el comisario de Energía y Acción por el Clima de la Unión Europea, Miguel Arias Cañete, participó en un acto público en la sede del Ministerio de Transición Ecológica. Lo hizo junto a la ministra Teresa Ribera. Arias Cañete fue preguntado por el malestar creciente en las sociedades europeas ante la aparente falta de decisión de los Gobiernos para abordar el cambio climático y por la movilización creciente de los jóvenes ante lo que perciben como una grave amenaza para su futuro. El comisario esquivó la pregunta con la maestría que conceden años de práctica en todos los niveles de la política. Vino a decir que prefería el trabajo serio y callado de los Gobiernos y las instituciones europeas a las manifestaciones en las calles.

El político Arias Cañete aplicó el manual de técnicas de esquiva del buen entrevistado. Pero olvidó que políticos y Gobiernos se mueven, cuando lo hacen, por los impulsos que llegan desde la sociedad y también desde las calles. Afortunadamente, la sociedad y las calles tienen pulso. El viernes 15 de marzo hay convocadas manifestaciones en 1.000 ciudades de 89 países de todo el mundo. También llegan a España los “Viernes por el Clima” que se han popularizado en Europa . Se trata de acciones inspiradas en la activista juvenil sueca Greta Thunberg, que comenzó a protestar frente al Parlamento de Suecia el pasado verano para reclamar medidas políticas urgentes contra el calentamiento global.

Thunberg tiene un discurso contundente y elaborado. Apunta dónde está el problema y sabe quién tiene la responsabilidad de poner los medios para resolverlo. A los políticos que se reunieron en la cumbre del clima de Katowice (Polonia) les llamó inmaduros desde su altura de 16 años. Y no le tembló la voz al advertir a las satisfechas élites económicas que cada año se reúnen en Davos (Suiza) cuál es su deseo: no que tengan miedo, sino pánico por un discurso que pone patas arriba las bases que sostienen su montaña mágica particular.

Una acción inmediata

Thunberg se define a sí misma como “militante climática”. Sus protestas de los viernes pidiendo acción inmediata a sus mayores han cuajado en un movimiento estudiantil que se extiende por Europa. En Bélgica, una joven flamenca llamada Anuna De Wever, de 17 años, encendió la mecha de las protestas estudiantiles desde la cocina de su casa vía redes sociales. La ministra flamenca de Medio Ambiente, Joke Schauvliege, se lo tomó a mal. La política democristiana aseguró ante testigos que los servicios de seguridad del Estado le habían asegurado que De Wever y sus seguidores formaban parte de un “complot” y habían sido “manipulados”. Ante las críticas, la ministra dimitió. Antes, reconoció que se inventó las alertas.

Greta Thunberg con la directora del FMI, Christine Lagarde.
Greta Thunberg con la directora del FMI, Christine Lagarde. / EFE

En España, la demanda de acciones contra el cambio climático también se relacionan con el extremismo, la izquierda radical y hasta con el feminismo. Hay una diferencia con Bélgica. En el caso español, al menos en el discurso, la ministra del ramo Teresa Ribera apoya las movilizaciones. Quedó claro en su intervención en el acto de febrero en el que participó Arias Cañete y ha quedado claro en sus intervenciones públicas en las que ha calificado el movimiento iniciado por la joven Thunberg de "esperanzador".

El movimiento contra la inacción frente al cambio climático está en marcha. Pero ¿está justificado? Parece que sí. La brecha que existe entre la magnitud del problema y las medidas de los Estados -no para solucionarlo, sino para paliarlo- ya no se puede disimular. No lo dicen unas adolescentes peleonas a la búsqueda de protagonismo en las redes. Lo dice la Organización de Naciones Unidas (ONU), que tiene como uno de sus fines el desarrollo sostenible de las naciones. Como Thunberg, como De Wever, los expertos de la ONU piden a los Gobiernos que impulsen una transición "sin precedentes" y cambios "rápidos" y de "gran alcance" en la electricidad, la agricultura, las ciudades, el transporte y la industria. Casi nada. 

Grupos de presión y Gobiernos

Los Gobiernos son sensibles a los intereses económicos y a sus grupos de presión. Las medidas sin precedentes y los cambios rápidos de gran alcance no forman parte de su lenguaje. Sólo la presión de la sociedad –de la calle- puede cambiar el orden de prioridades habitual. El trabajo pausado, ordenado, callado y pactado al que aludía el comisario Arias Cañete puede que no sea suficiente. Se han sobrepasado demasiadas líneas rojas. Lo dice la ONU: la humanidad no está en la senda para cumplir las metas fijadas para 2030 y 2050 en los distintos acuerdos internacionales sobre cambio climático, desarrollo sostenible y protección medioambiental.

La lista de barreras sobrepasadas es larga. La temperatura promedio de la superficie de la Tierra en 2018 fue la cuarta más alta en casi 140 años de registro, según la NASA; la concentración de CO2 en la atmósfera (411,8 partes por millón, Observatorio de Mauna Loa, Hawai) ha superado todos los récords y el primer riesgo para la salud humana es ya la contaminación del aire y el cambio climático, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La lista se puede extender mucho más -desaparición de especies animales, aumento de fenómenos meteorológicos extremos etc.-, pero hay que guardar un espacio al optimismo, aunque sea pequeño.

La ONU destaca también en su informe que algunas de las acciones necesarias para limitar el calentamiento global a 1,5 grados ya están en marcha alrededor del mundo. Sólo hay que acelerarlas. Por eso las movilizaciones de los jóvenes son importantes. Sólo ellos tienen la energía suficiente para empujar y acelerar la acción de los responsables políticos. Porque el trabajo de despacho y los pactos son necesarios. Pero en su medida y a su tiempo. El que ya no tenemos.

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