OPINION

Manual de supervivencia en la economía viral

Coronavirus China
Coronavirus China
Europa Press

La economía se hace viral. Un agente infeccioso microscópico, detectado en China en diciembre, la ha puesto en solfa. Todos los organismos internacionales (OCDE, FMI, Banco Mundial) reconocen que el coronavirus de Wuhan amenaza el crecimiento. China –gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones- reaccionó con contundencia ante la amenaza. Cerró fábricas e impuso la cuarentena de ciudades enteras. En el mundo occidental, la situación es de desconcierto. El banco central de EE UU, la Fed, ha bajado por sorpresa los tipos de interés; la Unión Europea, en su mejor tradición, ha constituido comités de observación y países como Italia, Francia o España, intentan contener la epidemia sin aumentar el pánico entre la población.

“Algunas incertidumbres van desapareciendo. Estamos solo a 3 de marzo y ya sabemos cuál será la palabra de este 2020: coronavirus” ha escrito el periodista y profesor de la Universidad del País Vasco, César Coca. La epidemia o pandemia pasará. Así ha sucedido otras veces en la historia. Pero la onda ya ha dejado su huella en la economía. El mercado de trabajo, el comercio internacional, la estrategia de las grandes empresas transnacionales, el negocio de la sanidad y de las farmacéuticas, el transporte o la industria del ocio van a extraer lecciones para funcionar en una economía viral.

Probablemente, el efecto más inmediato tenga lugar en el mercado de laboral. En países como España, donde trabajar equivale con frecuencia a permanecer las ocho horas en la oficina, la amenaza de contagios puede dar un empujón al teletrabajo. Así lo creen algunos expertos. El motor de la economía española es el turismo y ahí no cabe el trabajo aislado y a distancia. Pero la alarma desatada por el coronavirus va a alimentar el debate sobre el “presencialismo” que caracteriza a la Administración y a muchas actividades ligadas a los servicios. Con el impulso del teletrabajo crecerá el debate sobre la externalización de actividades y la fragmentación de la contratación y de las tareas que nos pueden llevar a lo que algunos analistas califican de “taylorismo digital”.

La crisis desatada por el Covid-19 ha mostrado la estrecha e innegable relación entre un sistema productivo globalizado, la contaminación de la atmósfera y el calentamiento global. Como ya ocurrió en la recesión de 2008, la incidencia del brote en la economía está provocando una disminución de las emisiones contaminantes en un 25%. Un hecho constatado por los satélites de la Nasa. Más razones para que los grandes fondos y bancos de inversión -BlackRock, Goldman Sachs o Norges Bank Investment Management (NBIM)- mantengan la presión sobre las empresas cotizadas para que acomoden su actividad a una economía descarbonizada. No va a haber vuelta atrás. Al contrario, el impacto del coronavirus en la economía mundial va a alimentar el debate sobre las bases de la producción y de los intercambios comerciales.

La amenaza de pandemia ha sacado a flote otro debate clave en las economías desarrolladas: el papel del sector público y la capacidad del sector privado para encajar una crisis sanitaria global en los modelos de negocio. La primera conclusión tras tres meses de alarma es que ni la sanidad privada, ni el sector asegurador están a la altura del desafío. La sanidad privada no está preparada para hacer frente a una crisis de salud pública y las aseguradoras ni se lo plantean. En el año 2009, algunas aseguradoras importantes (AXA o DKV) cubrieron casos leves de gripe A, según datos recogidos por Cinco Días. Pero la situación no es la misma. Las implicaciones económicas del coronavirus pueden ser "muy superiores" a las de cualquier otra enfermedad y las compañías privadas de seguros no quieren riesgos.

España tiene un sistema sanitario público que funciona de forma eficiente y dispone de profesionales bien formados. Es una suerte. Pese a la labor de zapa ideológica y empresarial para desmantelar el sistema sanitario público, la estructura resiste. La mayor eficiencia de la gestión pri­vada, establecida como principio general, está todavía por demostrar. En España hay 460 hospitales privados, pero el frente de batalla de la epidemia está en el sector público, denostado por las listas de espera –el sector privado no hace públicas las estadísticas- y una supuesta mala gestión.

La sanidad es un negocio que mueve en España más de 100.000 millones anuales y cuenta con más de ocho millones de usuarios, según el Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad (IDIS), el lobby de las empresas del sector. Desde 2000, el porcentaje de usuarios de la privada ha pasado del 7,6% al 16,5% (datos de 2017) empujado, sobre todo, por los recortes aplicados al sistema público a partir de la crisis de 2008. Pero, pese a todo, España sigue muy por debajo de la media europea en cuanto a implantación de la sanidad privada. La epidemia del Covid-19 puede ser un espaldarazo al sistema sanitario público si se mantiene el control de la crisis.

La crisis va a dejar lecciones valiosas en la economía. Las empresas están poniendo a prueba sus estructuras y capacidades; la banca, en Europa a instancias del Banco Central Europeo (BCE) prueba si es capaz de funcionar en el peor de los escenarios y los Gobiernos diseñan medidas de apoyo para sostener todo el entramado económico a corto plazo. A medio plazo, se van a revisar las ideas sobre la globalización de la economía y van a cambiar los enfoques de muchos negocios relacionados con la industria del ocio y los viajes. A la fuerza, todos vamos a participar en la elaboración de un nuevo manual: el de cómo sobrevivir en una economía viral.

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