OPINION

No hay burbuja, pero el ladrillo burbujea

Burbujear es un verbo intransitivo. Significa hacer burbujas. En economía tiene otro significado: que algunos se forran cuando se crean y muchos se arruinan cuando explotan. Es lo que sucedió en España con la vivienda y lo que llevó a la quiebra a decenas de entidades financieras y a particulares. Un desastre que el país arrastra una década después del estallido.

El mercado de la vivienda se ha recuperado. Desde el primer trimestre de 2014, precios, ventas y construcciones no han dejado de crecer. No hay burbuja, pero como sostiene el que fuera presidente del Banco Hipotecario durante 10 años, Julio Rodríguez, "hay clima". No hay burbuja, pero el sector burbujea. Se compran viviendas con el mismo espíritu de antaño: con el convencimiento de que los precios van a seguir subiendo.

No hay crecimiento artificial y alarmante –otra definición de burbuja- , pero hay ambiente. Según los datos del CIS, más del 57% de los españoles cree que el precio de la vivienda seguirá subiendo en el próximo año. Es el dato más alto desde que se empezó a realizar la Encuesta de Confianza del Consumidor en 2011.

Es cierto que estamos lejos, muy lejos, de la locura del ladrillo y del cemento que marcó la España de principios de siglo. Pero no hay que bajar la guardia porque proliferan las pequeñas islas especulativas. Lo ha advertido gente tan seria como Fitch, siempre al cabo de la calle de oportunidades y riesgos: la burbuja, dice, ya es visible en los centros de las grandes ciudades en España. Es un proceso, aún no alarmante, en el que se observa una quiebra no sólo entre zonas concretas de las grandes urbes, sino entre las regiones del interior y de la periferia.

Bancos ahítos de ladrillo

El burbujeo del ladrillo se contiene porque permanecen los efectos del gran desplome. Los bancos aún están ahítos de ladrillo y de cemento. Quieren disminuir su exposición en el mercado inmobiliario y aceptan entrar en el juego de los descuentos. Los precios se contienen, el stock es abundante y el recuerdo del estallido se mantiene, aunque suavizado.

A favor del calentamiento del mercado juegan los bajos tipos de interés. Con los depósitos remunerados al mínimo o sin remuneración alguna, la inversión en ladrillo se ha convertido en la gran alternativa. La vivienda como un bien de capital, más que como un bien de uso. Dato: el 40% de las compras se hacen al contado.

El turismo y las plataformas que promueven el alquiler, alimentan también las pequeñas burbujas que amenazan con distorsionar el mercado entero. En el otro lado de la balanza, los salarios deprimidos y una demografía a la baja,actúan como contrapeso.

Más viviendas que hogares

Pero las ansias de negocio son claras, lo que explica que, con medio millón de inmuebles por vender, el número de viviendas iniciadas (81.000 este año) sobrepasen todavía el número de hogares creados, 60.000 según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Sobreproducción y excesos hacen recordar otras épocas por mucho que las viviendas iniciadas en el año sean una décima parte de las registradas en lo más álgido del boom.

El negocio inmobiliario se recupera en España, aunque desde profundidades que todavía lo dejan muy atrás respecto a la media de los países desarrollados. Según el Banco de Pagos que dirige el español Jaime Caruana, los países ricos han tardado una década en digerir el batacazo en el mercado inmobiliario. Pero el precio de las casas, descontada la inflación, vuelve a estar ahora a niveles de finales de 2007, antes de la crisis.

¿Cuánto tardará España en ponerse al nivel del resto de los mercados? No hay certezas, pero según los especialistas, sólo un frenazo de la economía o una inestabilidad política prolongada -léase un agravamiento de la situación en Cataluña- podría frenar el proceso en marcha. Disfruten del burbujeo.

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