OPINION

La reforma laboral es el Rubicón de Sánchez e Iglesias

Sánchez e Iglesias van a la 'guerra' contra el Ibex 35 al fulminar la reforma laboral
Sánchez e Iglesias van a la 'guerra' contra el Ibex 35 al fulminar la reforma laboral
EFE

La prueba de fuego del Gobierno de coalición de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias va a ser la derogación de la reforma laboral que aprobó el Gobierno del PP en 2012. Es el Rubicón de la izquierda española, un paso sin vuelta atrás y con riesgos. PSOE y Unidas Podemos se han comprometido a cortar la maroma con la que Mariano Rajoy (PP) ancló la economía del país en lo peor de la crisis. De momento, Sánchez e Iglesias solo van a aflojarla, lo que ya es mucho.

El comunicado del acuerdo programático entre el PSOE y UP es calculadamente ambiguo. Encaja con la intención de derogar por partes la reforma que descompensó radicalmente los equilibrios del mercado laboral a favor de los empresarios y facilitó reducciones salariales y cambios en las condiciones de trabajo que no son comparables con los países socios de la zona euro. La reforma del mercado de trabajo grabó en el frontispicio del sistema la idea, discutible y sin matices, de que es mejor un mal trabajo que ningún trabajo.

Tras los años de crecimiento, la tasa de paro todavía es del 14%, la segunda más elevada de la UE y más del doble de su media (6,8%); España es el país de la UE con más parados de larga duración (más de un millón); la tasa de temporalidad (26,8 %) es la más alta de la UE y uno de cada cuatro contratos realizados dura menos de siete días. Las reformas -incluida la socialista del año 2010-, no han funcionado.

No es fácil cambiar el chip

El Gobierno lo va a tener difícil si quiere cortar la cuerda. Las empresas –no solo los empresarios- se han acostumbrado a trabajar con una normativa que nació con el sello de la excepcionalidad de la crisis y que les otorga ventajas también excepcionales. No es fácil cambiar el chip. Los apocalípticos comunicados de la patronal CEOE sobre las consecuencias de reequilibrar el mercado laboral adelantan una oposición más que dura al futuro Gobierno.

Aunque la degradación del mercado laboral es evidente, la patronal no quiere cambios. Argumenta que ante la desaceleración de la economía española prevista para 2019 y 2020, las reformas podrían incrementar el desempleo. La CEOE se lo vio venir hace tiempo y quizá por ello nombró presidente de su comisión de economía al exsecretario de Estado Íñigo Fernández de Mesa, número dos del exministro y hoy banquero central, Luis de Guindos, que tampoco encontró nunca el momento de modernizar -en términos europeos, no ibéricos- el mercado trabajo.

El nuevo Ejecutivo tiene un argumento de peso para no cruzar el Rubicón laboral de un salto. No se pueden crear vacíos en la legislación. Así pues, lo probable es que el Gobierno vicepresidido por Iglesias, modifique primero los aspectos más lesivos de la reforma laboral del año 2012. El grueso del trabajo está hecho y adelantado. Los sindicatos CCOO, UGT y el Gobierno de Pedro Sánchez llegaron a finales de 2018 a un principio de acuerdo para modificar la reforma laboral. Aquel acuerdo recuperaba la ultraactividad de los convenios colectivos, reponía el subsidio de desempleo para los mayores de 52 años y establecía la prevalencia del convenio colectivo del sector frente al de la empresa.

El nudo se va a aflojar. La cuarta economía de la zona euro no puede admitir la devaluación permanente de los salarios al margen de las coyuntura económica y de las empresas. Los sindicatos, que han empujado a favor del acuerdo de las fuerzas de izquierda, han dicho basta a la política de moderación salarial que dura ya más de dos décadas. Las estadísticas de Eurostat lo muestran claramente: los salarios se estancaron entre 1998 y 2006, hubo un un salto notable entre 2006 y 2009 y después, un hundimiento a plomo de las retribuciones. Es hora de hacer balance de las políticas aplicadas y, aunque haya pocas dudas al respecto, mostrar quién se ha beneficiado más de su aplicación.

La derogación de la reforma laboral ha provocado un debate interesante sobre la necesidad de crear un nuevo marco de relaciones laborales para una nueva época marcada por las nuevas tecnologías, la robotización y la menor necesidad de mano de obra no especializada. Muchas voces críticas con los planes adelantados por PSOE y UP consideran un error derogar la reforma de 2012 antes de tener planes más maduros para el mercado de trabajo en el siglo XXI. Pero el movimiento se demuestra andando y aflojar la soga que asfixia a buena parte de los trabajadores, más cuanto más jóvenes, es urgente y justo.

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