OPINION

Sánchez se examina de Primero de Presupuestos

Pedro Sánchez en el Congreso.
Pedro Sánchez en el Congreso.
EFE

El Gobierno de Pedro Sánchez tiene previsto aprobar hoy el proyecto de presupuestos para 2019. Tras siete presupuestos consecutivos del PP, todos marcados por la crisis y sus flecos, el octavo -primero de Sánchez- determinará si es capaz de prolongar la legislatura hasta 2020 o si acaba vencido por el desgaste de siete meses de Gobierno. A la primera: o va la vencida o va el vencido.

Suceda lo que suceda, Sánchez habrá cumplido con lo más recto de la acción política: un Gobierno que se precie debe presentar un plan económico anual para debatir, confrontar, pactar y aplicar sus propuestas de mejora para el conjunto de la sociedad. Es su obligación y Sánchez quiere cumplir. Otra cosa es que la falta de apoyos y el legítimo cálculo electoral de sus adversarios acabe por torcer sus planes y se vea obligado a convocar elecciones en primavera.

Consiga aprobar su plan presupuestario o no, el Gobierno habrá animado un debate muy necesario entre las fuerzas políticas en torno al proyecto de país. Los presupuestos del PP, más allá de las urgencias que impuso la crisis, han aumentado la desigualdad, el maltrato a los sectores más humildes -¡ay! señora Botella- y la generalización de una precariedad laboral tal que hubiera debido avergonzar hasta el sonrojo a la fiel ministra de Trabajo de Mariano Rajoy-¡Ay! señora Báñez-. Los siete planes presupuestarios que pilotó Mariano Rajoy, cinco con mayoría absoluta, no han cambiado el modelo productivo ni han mejorado la estructura de ingresos y gastos del Estado para reducir el déficit. Tras cuatro años de fuerte crecimiento, seguimos demasiado anclados en el ladrillo y el turismo.

Prioridades

Sánchez tiene la oportunidad de mostrar sus prioridades. La subida del 22% del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), el aumento de las pensiones o la aprobación de nuevos impuestos para gravar las actividades empresariales y financieras especulativas son sus bazas. Son más un mensaje a sus potenciales y próximos electores que un cuerpo de medidas destinado a mantener el problemático apoyo de los partidos nacionalistas e independentistas. Problemático por conveniencia política de los rivales. Sánchez sabe que, de los 23 presupuestos aprobados desde 1993, 13 fueron impulsados por gobiernos en minoría que pactaron con nacionalistas. Otra cosa son las críticas.

Pedro Sánchez en el Congreso.
Pedro Sánchez en el Congreso. / EFE

Con la presentación del proyecto de presupuestos, suena el pistoletazo de salida de las próximas elecciones. Suceda lo que suceda, habrá comenzado la carrera. La credibilidad de las cuentas adelantadas por el equipo económico del Gobierno está en entredicho. Los analistas sostienen que la previsión de ingresos está inflada y que Bruselas recela, con razón, de la senda que plantea Sánchez. Pero cumple como banderazo de la carrera electoral.

Mala herencia

Rajoy, tras cinco años de fuerte crecimiento, dejó un desempleo del 15%, una deuda pública del 100% del PIB, una deuda exterior muy abultada y el mayor déficit de Europa. Una mala herencia que se extiende a las pensiones. Se ha reducido el margen de maniobra en la Seguridad Social. El sistema de pensiones ya no cuenta con el colchón del Fondo de Reserva de las Pensiones que se encontró el PP al principio de 2012, que ascendía a 67.000 millones de euros. El sistema público está comprometido y hasta la Agencia Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) ha tenido que recordar que garantizar las pensiones depende de la voluntad política. AIReF, por cierto, calificó las previsiones presupuestarias de Sánchez como “factibles”.

El intento de Sánchez para aprobar primero de Presupuestos encuentra a España en una fase de crecimiento potente, creando empleo y con unos bancos más sanos. Pero los nubarrones son evidentes. Hay riesgo de frenazo económico global. La desaceleración de la economía China es más fuerte que en otras ocasiones; los tambores de la guerra comercial redoblan, las bolsas sufren y la confianza de los empresarios se resiente. En ese contexto, en el plan económico de Sánchez pesa más el pasado viento a favor que la amenaza de escollos.

Si los presupuestos salvan el primer debate de enmiendas a la totalidad, a mediados de febrero, Sánchez habrá ganado tiempo -un mes más, hasta marzo- para otear el horizonte político y marcar sus tiempos. Tendría margen para convocar las generales para el 26 de mayo, haciéndolas coincidir con las autonómicas, municipales y europeas. En política, también lo sabe Sánchez, el tiempo discurre de forma distinta. Dos meses son un mundo y dan para muchos errores, propios y ajenos. Sin duda los habrá. En los últimos meses, el cocido político tiene tantos ingredientes nuevos que igual a Sánchez, ni siquiera le disgusta suspender primero de Presupuestos. Veremos.

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