OPINION

Cuando los maestros karatecas curan a golpe de nunchaco

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A un maestro de artes marciales se le presupone cierto grado de mala leche. Pero lo que nunca se espera de ellos es el suficiente ojo clínico para diagnosticar enfermedades. Ambas cosas se unieron, la semana pasada, en la figura de un karateca de 468 años (o eso decía él) que fue detenido en la Interestatal 70 de EEUU después de agredir con nunchacos a una muchacha, que según su sabio parecer, estaba infectada por la gripe porcina.

El maestro, que según su declaración iba de Denver a Los Angeles, "estaba viajando en el autobús cuando de repente vio a una chica con la gripe porcina, que trato de eliminar abalanzándose sobre ella y para posteriormente estrangularla con los nunchacos". Uno de los pasajeros logró lanzar al agresor fuera del autobús, justo en una gasolinera donde el maestro de karate se enzarzó en otra pelea con unos pandilleros que andaban por allí.

Cuando fue detenido, el individuo todavía llevaba los linchacos en el cinto. "Soy maestro de karate y ando cazando monjas, monjes y sacerdortes", tuvo tiempo decir antes de recibir una descarga de la Taser X26 del agente, una pistolita eléctrica que gana por goleada a los nunchacos, en seco y en mojado.

Un cuchillo y varios gramos de marihuana fueron encontrados en un registro posterior de su motete.

Más expeditivo fue un ruso experto en karate que fue acusado hace poco más de un mes de asesinar a golpes a una mujer de 61 años y a su hijo, a quienes había acusado de contagiar a su esposa con piojos. El hombre, de 26 años, irrumpió borracho en una habitación del albergue donde se hospedaba y asesinó a las dos personas con golpes de karate. La familia era pobre y bebía mucho y el hombre los culpó de haber contagiado a todo el corredor, incluida a su señora esposa, con piojos. El marido de la mujer fallecida, de 58 años, también fue brutalmente golpeado pero sobrevivió para contarlo.

Aunque para contar, las ocurrencias de un habitante del pueblo francés de l’Herault, que decía ser parapléjico para obtener los subsidios de minusvalía mientras que por las noches practicaba karate. Fue sorprendido en un tatami examinándose para cinturón negro gracias a una grabación de la policía, que andaba mosca con el tipo.

Los investigadores, después de haber recabado el testimonio de sus compañeros del club, le llamaron a comisaría, donde se presentó en silla de ruedas negando haber mentido; incluso después un examen médico que no desveló ninguna minusvalía. Fue ahí cuando reconoció que se dopaba para practicar karate, con una sustancia tan fuerte lo que le permitía ponerse de pie a pesar de haberse quedado parapléjico por un accidente.

Vía Reuters, Summit Daily news y Yahoo news

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