OPINION

Gatito se hace adicto a la comida basura tras sobrevivir un año en un McDonald's

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Empezamos la semana con una historia de crueldad y bondad humanas, superación animal, gatitos adictos a las hamburguesas y un final feliz. Podría ser la sinopsis del próximo taquillazo de Pixar pero se trata de la cruda –en este caso, a la parrilla– realidad.

Según informa The Waikato Times, el protagonista es un gato común al que sus dueños abandonaron cuando era un cachorro y decidió quedarse a vivir en el párking de un McDonald’s de Frankton (Nueva Zelanda).

Al poco de verlo deambular por el recinto, los empleados del establecimiento decidieron bautizar al minino con el nombre de “Frankie”. De igual forma, la clientela del restaurante también se familiarizó con la simpática presencia de McGato.

Suponemos que el escenario ideal para un gato es una lonja de pescado, pero a Frankie, dándole una vez más la razón a Darwin, no le quedó otro remedio que adaptarse a las circunstancias y se acostumbró a comer las raciones de hamburguesas, nuggets de pollo y patatas fritas que le daban los clientes, que se convirtieron en su única dieta.

¿Quién no le va a dar un pedacito de su festín a un gatito desvalido que te mira suplicante con ojos hambrientos? Desvalido pero sin un pelo de tonto: Frankie solía dejarse ver a la salida del McAuto. Algunos comensales pedía directamente una hamburguesa extra para el gato.

El problema es que después de unos 18 meses comiendo a base de fritos y grasas saturadas el aspecto de Frankie fue desmejorando hasta extremos alarmantes. Y ahí es donde entra en escena Jessica Watson, aficionada a la comida rápida y miembro de una protectora de animales local, quien decidió pasar a la acción.

Watson señala que se preocupó cuando vio al animal con el rostro tumefacto, los párpados entrecerrados y el otrora reluciente pelaje sin el más mínimo atisbo de brillo. Así que decidió sacarlo de ese paraíso de dieta desequilibrada y buscarle un hogar.

El problema es que Frankie sólo quería comer hamburguesas. “Cuando lo llevé a casa rechazó comer cualquier cosa porque no era de McDonald's. Consideré seriamente la posibilidad de volver a comprarle una hamburguesa. Le ponía comida de gatos y el me miraba como diciendo, “¿Qué es esto?”.

Al cabo de unos días Frankie entró en razón y ahora lleva una dieta a base agua y galletas para gatos. Luce un aspecto saludable y está listo para irse a vivir con una de las muchas familias que se han interesado por adoptarle.

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