OPINION

Le amenazan con confiscarle la matrícula por poner “kiki”, que significa “vagina” en la lengua filipina del tagalo

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Kristen Perry es una mujer residente en Newcastle, la sexta ciudad más importante de Australia y la segunda del estado de Nueva Gales del Sur. A Kristen le han llamado “Kiki” desde antes de andar, consolidado los vínculos con su herencia griega y adornando la matrícula de sus coches desde hace más de cinco años, cuando su marido le regalo su primer auto con esta placa.

Pero a la Autoridad de Carreteras y Tráfico (RTA) australiana no le parecía correcto el apelativo que recibe Kristen, y le mandó una carta donde la amenazan con confiscarle el número de matrícula si no explica porque utiliza este nombre, ya que significa “vagina” en tagalo, la lengua materna de aproximadamente un tercio de la población de Filipinas, sus vecinos próximos.

La RTA afirma que ''por la ley, el contenido de las placas personalizadas no deben llevar a un lenguaje ofensivo, religioso o de contenido sexual''. Menos mal que de leyes sabe mucho “Kiki”, pues es abogada; y no se podía creer en su despacho lo que decía la carta recriminatoria que recibió de Tráfico.

Esa misma noche llamó a su padre: ''¿Sabéis que me habéis estado llamando “vagina” en filipino durante toda mi vida?” le dijo. La señora Perry se quedó atónita después de leer el ''por favor, explíquese”, ya que la RTA amenazaba con retirarle el número de matrícula si no ''mostraba una causa justificada en el plazo de quince días”.

Al llamar para informarse, un portavoz de la RTA le dijo que una persona (con ojos rasgados, supongo) se había quejado de que las placas eran un insulto a la lengua filipina, así que se mandaron sendos avisos, uno para la señora Perry y otro para otro conductor, quien también había puesto “Kiki” en la matrícula de su BMW.

No paso mucho tiempo antes de la contestación. Kiki elaboró el correspondiente burofax que remitió a la RTA. La señora Perry explicó que “Kiki” es un acortamiento de su nombre en el idioma griego y que las placas de las matrícula se las regaló su marido, Steven, hace cinco años, cuando por primera vez se la puso en un Mini para después actualizarse a un Porsche. ''Nunca he sido aconsejado por alguien que hable el idioma tagalo o que me dijera que mi nombre o número de matrícula pudiera ofender'', escribió.

Después de airear el caso en los periódicos de Nueva Gales del sur, Kiki recibió una carta de la RTA, donde ahora eran ellos los que se explicaban, ante la reacción negativa del público mediático.

En esa carta la Autoridad de Carreteras y Tráfico se retractaba de su carta enviada a la abogada y le explicaban que el acuerdo comercial regional tiene la responsabilidad de investigar las denuncias sobre el contenido de las matriculas personalizadas, pero que reconocían que también debía de haber primado un enfoque basado en el sentido común.

“Reconocemos en este caso, que el sentido común no fue utilizado por nuestra parte, por lo que la Sra. Perry podrá mantener el contenido de su matrícula todo el tiempo que quiera”.

Vía The Herald

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