OPINION

“La gran catástrofe de 1983”

1983
1983

Tranquilos, que ya pasó. Tal vez Vd. no se enteró porque estaba en un refugio nuclear o en una lejana isla del Pacífico pero en 1983 sucedió una gran catástrofe que estuvo a punto de acabar con la vida tal y como la conocemos. Al menos eso es lo que auguraba el astrólogo uruguayo Boris Cristoff allá por 1979, en el libro "La gran catástrofe de 1983", publicado por Martínez Roca. Las enseñanzas de Cristoff pueden servirnos para evitar el Apocalipsis que se nos viene encima en 2012, igual que supimos sortear el cataclismo del 83.

Boris Cristoff realiza una investigación a fondo de todas las amenazas que acechan a la Tierra, desde las temidas conjunciones planetarias al cambio climático, pasando por su certero análisis de la moda masculina. El cambio climático, efectivamente, ya era una preocupación hace tres décadas: el frío atenazaba el planeta:

"Una tendencia catastrófica que tiende a sentarse es la creencia de un cambio rotundo del clima mundial, que nos obligue a amontonarnos en el Ecuador, en busca del calor benefactor, o bien, que volvamos a una proliferación animal debido a un ciclo supervaliente que convierta al globo en un trópico sin hielos ni inviernos. Desde 1940 se ha registrado, sin embargo, una clara disminución en la temperatura media del planeta (...) Por ejemplo, la temporada anual del cultivo en Gran Bretaña ha disminuido en nueve o diez días; ha vuelto las heladas de verano en el Medio Oeste norteamericano..."

Si sobrevivimos a la era glacial de 1983 no habrá manera de hacer lo propio con la conjunción planetaria de 1982. En este augurio Cristoff no está solo sino que el uruguayo se apoya en el libro "The Jupiter effect", de John Gribbin y Stephen Plagemann quienes:

"Advierten una extraña concentración de planetas que se produce cada 179 años, y cuyo próximo ciclo se cumple en 1982. Creen que la combinación de influencias gravitacionales causará las mayores mareas conocidas y enormes llamaradas solares (...) Esta tormenta solar ocasionaría a su vez corrientes de partículas sobrecargadas por encima de lo normal, que interrumpirían las comunicaciones, darían una iluminación fantasmagórica a nuestro globo, afectarían el clima, retardarían nuestra rotación y cambiarían por tanto la duración del día, de las horas y minutos, quedando inservibles todos los relojes en existencia".

Relojes parados e iluminación fantasmagórica, dos clásicos de aquel infausto 1983. Pero, ¿qué decir de la moda, ese infalible sensor del pulso mundial? Entre el 83 y el 97, según Cristoff, la tendencia sería "masculinizante":

"Caerá por el suelo toda esa debilidad varonil actual, para ser suplantada por la brillantez, el machismo, las rayas verticales, quizá nuevamente los sombreros, que dan jerarquía y autoridad. Las mujeres, a su vez, dejarán muchos de sus alardes actuales, para cubrirse las partes ahora desnudas; volverán a adoptar la ropa interior y a amrmar el busto de forma agresiva, dando la impresión de una fortaleza bien guarnecida, y que para tomarla habrá que pagar bien caro".

Entre líneas se intuye la estética de la Madonna de "Like a prayer", Michael Jackson, las hombreras y las rayas verticales de los chándales del break-dance. Pero, ¿cómo casa esto con la práctica destrucción del planeta en el año señalado? Cristoff tiene respuesta para esto:

"(...) A partir de 1983 es posible que sean muy pocas las personas que puedan pensar en modas, cuando surja un horizonte totalmente distinto a lo que hoy concebimos de la vida terráquea".

Acabáramos.

Asombrosamente Boris Cristoff sigue haciendo predicciones disparatadas en su terruño natal e incluso dispone de un 902 para embaucar a los incautos. Cuando haya pasado el fatídico 20 de diciembre de 2012 y estemos comiendo polvorones como cada Navidad, ¿qué pasará con los vaticinadores de la próxima catástrofe, no los difuntos mayas sino sus agoreros herederos?

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