Las izquierdas en crisis

  • Las izquierdas en crisis son las que han provocado la crisis de la Izquierda. Será bueno para todos los ciudadanos que la Izquierda se recupere.

    El hecho de que el PSOE atraviese la crisis más peligrosa de cuantas ha padecido desde que accedimos a la Democracia se ha visto aumentada por la crisis que padece Podemos.

Sánchez e Iglesias aún no han acordado la hora en la que se verán mañana
Sánchez e Iglesias aún no han acordado la hora en la que se verán mañana
Josu Montalbán
Josu Montalbán

El hecho de que el PSOE atraviese la crisis más peligrosa de cuantas ha padecido desde que accedimos a la Democracia tras la muerte del dictador Franco, se ha visto aumentada por la crisis que padece Podemos, justamente después de que la unión “provisional” Unidos-Podemos haya dejado a Izquierda Unida para el arrastre. Las izquierdas están en crisis, es decir, asistimos a la crisis de la Izquierda, en cuyo seno los “eruditos” debaten sobre si es un galgo o un podenco el bicho que amenaza las vidas de los ciudadanos normales y corrientes, cuando resulta evidente que se trata de un monstruo temible de muy difícil calificación.

En medio de este panorama las derechas, -nacional y nacionalistas-, no cejan. Planifican a su antojo, deciden a su albedrío, ignoran los rigores que afectan a la vida de los ciudadanos, convencidos de que el debate sobre si son galgos o podencos impide otros debates, e impide diseños de políticas útiles para devolver la dignidad a las personas.

¿Cómo definir las crisis que afectan a las izquierdas? No tienen características comunes pero resulta preocupante que tanta indefinición social, tanta precariedad laboral y vital, tanta desigualdad económica, no sean suficientes para llevar las reivindicaciones partidistas de las izquierdas a un mismo camino, a una misma estrategia. Mientras las derechas persiguen el poder económico para usarlo en su provecho las izquierdas porfían por el poder político, sin más, sin advertir previamente que el objetivo más noble de la acción política pasa por mejorar las condiciones de vida de las personas.

Las interferencias entre las izquierdas no pueden ser más ridículas ni dolorosas. La imposibilidad de pactar que afectó a Podemos y PSOE en la primera ocasión que pudieron hacerlo solo fue consecuencia de la intransigencia y la avidez de poder de los populistas de nuevo cuño de Podemos. Encaramado en el éxito, siempre efímero, de unos resultados electorales excesivos, el líder de Podemos Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse), pidió el oro y el moro para facilitar un Gobierno al PSOE, para el que no aportaba siquiera los escaños suficientes. O sea, que ofreció su “superioridad” moral o política, a voz en grito, para ocultar su déficit formal de apoyos. En resumen, la inutilidad de sus criterios fue pareja a la debilidad de su representatividad. Esto, que ocurrió en el amplio espacio de la izquierda, nunca hubiera ocurrido en el espacio de la derecha, en el corralito de las derechas.

Actualmente en el ámbito de la “nueva” (y novata) izquierda discuten todos como si estuvieran en un Patio de Monipodio. Claro que dicha “nueva” izquierda partía de un voluntarismo infundado. “Podemos”, se delata desde su propia identificación, como si previamente a ponerse el nombre le hubiera faltado confianza y vendrían de un tiempo en que una y otra vez se habían estado repitiendo “no podemos, no podemos…”. Pero al fin se han animado con un “¡podemos!” definitivo que está mucho más fundamentado en la desesperación que aqueja a los más necesitados que en sus propias posibilidades. Podemos no puede, hasta tal punto que en su interior, que alberga una pléyade tan variopinta, cada cual actúa a su modo exhibiendo únicamente una rebeldía tan falsa como impostada. ¿Qué tienen en común, salvo un progresismo difuso, Manuela Carmena y Ada Colau, Iglesias y Errejón, Echenique y Teresa Rodríguez, el Alcalde de Valencia y el Alcalde de Santiago de Compostela? Pues bien, todas estas personas representan a una misma formación que se comporta de modo muy diferente en cada lugar. Es evidente que las necesidades, y las vidas y dignidades que las provocan, no tienen por qué ser coincidentes en todos los lugares, pero la “anarquía ideológica” que exhibe Podemos convierte su programa político en una especie de batiburrillo de muy difícil interpretación.

Otra cosa es lo que ocurre en el PSOE, donde el desencuentro no tiene que ver con un error de configuración sino con un choque violento en las estrategias poselectorales. El PSOE es una formación tan antigua como histórica que fue pergeñada alrededor de una ideología, -el socialismo-, que aspiraba a alcanzar una larguísima longevidad, rayana con la eternidad. Sin embargo el socialismo no ha actualizado sus postulados, mucho menos aún las estrategias que trasladan sus postulados a las calles. El socialismo no necesita inventar nada nuevo, porque aunque la nomenclatura sea cambiante, los ingredientes que definen las políticas son casi siempre los mismos. ¿Cómo explicar, pues, la crisis desencadenada en el seno del PSOE? ¿Cómo interpretar la “guerra” emprendida entre la estatutaria Comisión Gestora del PSOE y las “no estatutarias” Plataformas que piden Primarias y Congreso de forma inmediata? Sólo el paso del tiempo puede dar la solución. La lectura del tiempo, la interpretación de las experiencias del PSOE a lo largo de su existencia permiten albergar esperanzas, pero los socialistas deben poner sus preferencias en racionalizar su debate interno para que, lejos de favorecer una autodestrucción fatal, recupere sus señas de identidad para que vuelva a ser el instrumento más idóneo para resolver los problemas de los ciudadanos.

Las izquierdas en crisis son las que han provocado la crisis de la Izquierda. Será bueno para todos los ciudadanos que la Izquierda se recupere: que las izquierdas sanen el estruendo que atormenta sus entrañas y recuperen la serenidad… Claro que para que se recupere es imprescindible que supere esa fatua costumbre de renunciar a lo bueno solo para aventurarse en conseguir lo perfecto. Se trata de no conformarse con hacer necesario lo posible, sino con hacer posible lo necesario.

FDO. JOSU MONTALBAN

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