Así es la cárcel Kerobokan, un infierno en medio del paraíso llamado Bali

    • Un periodista australiano ha entrado en el 'Hotel K', una prisión de 1.000 reclusos y un puñado de turistas, para entrevistar a un compatriota.
    • Las comidas se resumen con un puñado de arroz y para dormir juntan espalda con espalda, y por supuesto, mejor tener tu propio cuchillo.
G.R.S.

Playas paradisíacas, cocoteros, hamacas, academias de surf y buceo, zumos de frutas variadas y clima tropical. Ese el típico resumen de Bali (Indonesia) una de las islas más deseadas por muchos turistas. Pero además de todo lo bueno y agradable, la isla bañada en las aguas del mar de Java también tiene rincones donde cabe todo lo contrario a un hotel de lujo.

Con temperaturas anuales que no bajan de los 17ºC y que casi por casualidad superan los 30ºC lo único que puede molestar es la humedad que no baja del 50%. Vamos, que cualquier turista que llegue un poco despistado al aeropuerto de Denpasar puede verse tentado de coger el siguiente vuelo de vuelta. Al menos tienen la opción de salir corriendo. Pero si preguntas a los reclusos de la cárcel de Kerobokan, la historia sería bien diferente.

Las cifras oficiales aseguran que en el correccional indonesio hay alojados 1.000 presos de distintas nacionalidades, entre las que destaca una pequeña colonia de unos veinte australianos. La isla asiática es uno de los destinos favoritos de sus vecinos australianos, que acuden llamados por lo barato del lugar y la amplia oferta de ocio, que por supuesto incluye drogas y sexo. La mezcla se hace mas peligrosa si se tiene en cuenta que en Bali la corrupción está a la orden del día -el 90% de la población estima que la policía es corrupta o muy corrupta.

Entrar al infierno

Así que frente a la época veraniega, Denham Hitchcock (periodista del medio australiano Perth Now) decidió plantarse en la famosa cárcel Kerobokan, también conocida como 'Hotel K'. ¿Su objetivo? Contar a sus compatriotas el lado más oscuro del país, ese que no viene en ninguna guía turística pero que de vez en cuándo si lo hace en medios locales de Australia.

Pero entrar en el infierno de Bali no es fácil y mucho menos agradable. "Después de dos horas de espera el guardia de la puerta grita mi número en balinés y una mujer me empuja hacia delante para que entre", explica Hitchcock. Después de eso varios funcionarios registran todo lo que lleva y por fin le dejan entrar a la sala de visitas. La habitación mal ventilada y con techo de metal permite que el calor y la humedad campen a sus anchas.

A Hitchcock solo le queda encontrar a su hombre, Paul Conibeer. El australiano que lleva un año encerrado en el 'Hotel K' no espera la visita, así que justo después de ver su cara incrédula, el periodista comienza a explicar la razón por la que está ahí, contar:

Cómo terminó Conibeer en el 'Hotel K'


El turista y surfero australiano lleva un año comiendo puñados de arroz y durmiendo espalda con espalda con los presos locales. Todo por una factura sin pagar en un hotel de Kuta, al sur de Bali, que terminó con la intervención de la policía hasta que todo se lió más de la cuenta.

Según la versión de Conibeer, los agentes que intervinieron le indujeron a pagar un soborno para terminar con el problema. Sin embargo, sea porque el turista no tenía dinero o porque no quiso pagarlo, el asunto terminó en manos de la justicia filipina. Y Conibeer terminó en el 'Hotel K'.

En los últimos meses, el australiano ha visto muchas cosas y pocas buenas. Con un teléfono móvil que consiguió introducir sin que nadie lo supiera, el preso ha tomado fotos de su día a día en la cárcel. Pero otras cosas no aparecen en las imágenes, como las drogas, las reuniones salvaje, la dureza de los funcionarios o algún que otro ajuste de cuentas de barrotes a dentro.

Mucho bueno y mucho malo

Aunque el periodista asegura tener una buena imagen de Bali, si ha criticado los excesos que se viven en la isla, y en especial en la zona turística de Kuta (donde Conibeer fue detenido). Un cóctel molotov hecho de drogas, alcohol, fiestas con centenares de turistas, más drogas y un toque importante de prostitución. Hitchcock aboga por un poco de control y responsabilidad de los turistas australianos.

Y además de un dato a tener en cuenta. Más allá de la penurias que se viven en la prisión de Kerobokan, cada nueves días muere un australiano en Bali. La cifra incluye accidentes de moto, sobredosis por consumo de drogas y también asesinatos. De hecho, la última historia más conocida fue la del surfista de Queensland Mark Ovenden. El cuerpo del joven fue encontrado junto a su moto en un carretera de la isla. La policía asegura que falleció por un accidente de tráfico, los forenses australianos concluyeron que Ovenden había sido estrangulado.

Enlace al artículo original publicado en Perth Now.

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