Los desacuerdos entre Policía y Mossos restan eficacia a la lucha antiyihadista

  • Sólo una mayor coordinación entre Mossos y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado podrá evitar lagunas en la seguridad de cara a futuros atentados yihaidstas.

    Los Mossos desmienten a Interior en una guerra aireada en público. La Guardia Civil pidió en dos ocasiones acceder a la vivienda de Alcanar y los Mossos no quisieron.

    Te interesa leer: El centro de Barcelona se llena el día después de héroes y supervivientes

Los Mossos detienen a dos marroquís en una operación antiyihadista
Los Mossos detienen a dos marroquís en una operación antiyihadista
F.H.V./ Fernando Pastor

Los continuos desencuentros y polémicas entre los Mossos d'Esquadra y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tienen un efecto inmediato en la lucha antiterrorista. En un momento en el que el Estado Islámico tiene en su punto de mira a España, los cuerpos policiales no dan síntomas de querer superar rencillas y rencores. Esta actitud resta ineficacia y provoca falta de coordinación y cooperación en un terreno donde no debería ocurrir. Está en juego la vida del ciudadano de a pie, que busca que su seguridad no se vea comprometida por continuos rifirrafes entre diferentes cuerpos policiales.

Sólo una mayor coordinación entre Mossos y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado podrá evitar lagunas en la seguridad de cara a futuros atentados yihadistas. Esta es la conclusión a la que llegan fuentes del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil, que contemplan con cierta resignación lo ocurrido en la últimas horas tras el brutal ataque terrorista en Cataluña. Mientras unos yihadistas habían intentado provocar una masacre de grandes proporciones, los cuerpos policiales siguen enredados en polémicas.

La gota que ha colmado el vaso ha sido lo ocurrido este sábado. Apenas media hora después de que el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, diera por desarticulada la célula de terroristas que atentó en Cataluña durante una rueda de prensa desde Moncloa (al mismo tiempo que mantenía el nivel 4 de alerta antiterrorista porque no existe riesgo de atentado inminente en España), los Mossos d’Esquadra le desmentían y advertían de que el riesgo de una acción terrorista seguía latente y la investigación muy abierta porque no se había acabado con la célula de yihadistas de Cataluña ya que uno de sus integrantes aún continúa en busca y captura. "Nosotros somos los que damos los datos", dejaba claro el responsable de la Policía autonómica catalana para asombro de sus colegas de otros cuerpos.

Este hecho demuestra que las diferencias entre ambas administraciones son evidentes. Aunque tanto Zoido, como el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, se hayan afanado en las últimas horas en destacar la colaboración de todos los cuerpos de Policía -estatales y autonómicos- durante y después de los atentados, otras fuentes consultadas en ambas instituciones aseguran que todo podría haber ido mejor si hubiera existido una mayor comunicación entre los Mossos y el resto de las Fuerzas de seguridad estatales. Tanto el consejero de Interior de la Generalitat, Joaquim Forn, como el responsable de los Mossos, Josep Lluis Trapero, han asegurado que en todo momento que "se ha informado" a la Policía Nacional y a la Guardia Civil del avance de la investigación y de los datos recabados, pero otra cosa muy distinta es que se compartieran esos datos a tiempo real para contrastarlos con toda la información que los cuerpos de ámbito nacional tienen acumulada en materia terrorista. Informar, en resumen, no es coordinarse.Cuatro fallos de coordinación evidentes

En la gestión del atentado de Barcelona se han podido apreciar cuatro errores de coordinación o cooperación evidentes entre los Mossos y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Más si cabe teniendo en cuenta que se trata de Cataluña, el foco más importantes de islamistas del país. De esto tenían información y datos tanto Policía como Guardia Civil, pero no se echó mano de ellos en los momentos cruciales de lo sucedido.

En primer lugar hay que remitirse a la circular que difundió la Comisaría General de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional en diciembre del año pasado y en la que recomendaba a los ayuntamientos instalar bolardos o sistemas contundentes para detener atropellos masivos. Madrid sí los colocó en sus calles, pero Barcelona hizo caso omiso a esta recomendación. 

En segundo lugar hay que recordar un aviso concreto de la CIA sobre un posible atentado en España. La agencia estadounidense, la que mejor información maneja en el mundo, informó que los yihadistas podían actuar en Barcelona, ciudad que tenían en su punto de mira. Incluso desde Washington citaban Las Ramblas como el escenario de un posible ataque indiscriminado. Nadie hizo caso a esta advertencia. O, además, se informó a los Mossos de que el Estado Islámico estaba mostrando la Sagrada Familia en sus amenazas. 

Otra falta de coordinación se evidenció el pasado jueves, el mismo día de la tragedia, con motivo de la doble explosión en la vivienda de los terroristas el Alcanar. En un primer momento, el propio alcalde de la localidad habló de un incidente doméstico y se refirió a una posible explosión provocada por gas. Nada más lejos de la realidad: los terroristas estaban manipulando un potente explosivo que les estalló. Ese mismo día (el día anterior al atentado) y tras la explosión del día siguiente al retirar los escombros, los Tedax de la Guardia Civil solicitaron en dos ocasiones a los Mossos d'Esquadra poder acceder al operativo, pero la policía autonómica lo desestimó.

Hay que destacar que existe un protocolo de colaboración entre diferentes cuerpos cuando se produce una incidencia con explosivos, según explican a Lainformacion.com fuentes policiales, en el que se contempla que se debe permitir el paso de uno de los miembros de otro cuerpo policial dentro del cordón de seguridad para que acuda al punto de control como observador. Sin embargo, es habitual que se incumpla este protocolo. Así sucedió, por ejemplo, en el 11-M, cuando la Policía Nacional acaparó todas las investigaciones, añaden las mismas fuentes.

El último hecho llamativo sucedió el mismo jueves de autos por la noche. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, llegó a Barcelona y se reunió con su equipo. Mientras, el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, mantenía una cita paralela con otros colaboradores. La foto de la unidad no se produjo hasta el minuto de silencio en la Plaza de Cataluña, ya el viernes. Queda, además, apenas un mes y diez días para el 1 de octubre, día para el que está anunciado el referéndum y a Puigdemont le faltó tiempo para afirmar que el atentado no iba a frenar los planes del Govern.

Tampoco ha sido de agrado escuchar ayer en la rueda de prensa al consejero de interior catalán, Joaquín Forn, distinguir entre dos víctimas "catalanas" y otras dos víctimas de "nacionalidad española" en los atentados, un desliz lógico de alguien que apuesta por el secesionismo catalán y no por la colaboración entre ambas partes. El perjudicado es el ciudadano

Estas cuatro circunstancias evidencian que la colaboración y coordinación policial y política no es total, incluso teniendo en cuenta que los roces entre cuerpos son muy habituales y que la mayoría no trascienden. La rivalidad es tal que el trabajo conjunto es, en algunas ocasiones, imposible, según reconocía en privado un antiguo ministro del Interior. Los piques, además, no solo se producen entre miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado y los cuerpos autonómicos, sino que es entre Policía Nacional y Guardia Civil donde las disputas son prácticamente diarias.

En el caso de Cataluña el problema se agrava. Las politización y la amenaza de independencia incrementa las distancia entre ambas partes, y eso afecta a los respectivos servicios de Información de los cuerpos policiales y sus trabajos de inteligencia y contrainteligencia para conocer los planes del contrario. La incorporación de Ertzaintza y Mossos a los datos que maneja el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO) es un paso, pero aún falta trabajo por hacer para dejar a un lado la desconfianza y rivalidad. Como ejemplo de esta falta de confianza hay que recordar que la Junta de Seguridad estuvo ocho años sin reunirse.

Mostrar comentarios