Los tibetanos exiliados en la India no pierden la esperanza

  • Los exiliados tibetanos que viven en el norte de la India no pierden la esperanza de un cambio en la política del Gobierno chino que les permita regresar al Tíbet, algo que esperan pacientemente los refugiados en Dharamsala.

Luis Ángel Reglero

Dharamsala (India), 15 jul.- Los exiliados tibetanos que viven en el norte de la India no pierden la esperanza de un cambio en la política del Gobierno chino que les permita regresar al Tíbet, algo que esperan pacientemente los refugiados en Dharamsala.

La Administración Central Tibetana (CTA), que representa al Tíbet en el exilio en la India, calcula que unos 120.000 tibetanos viven en el estado indio de Himachal Pradesh, en el norte del país asiático, la mayoría en Dharamsala, donde reside el dalái lama.

El líder budista, premio Nobel de la Paz, huyó allí tras una revuelta contra el régimen comunista chino en 1959 y miles de tibetanos siguieron sus pasos desde entonces para refugiarse en estas montañas cercanas al Tíbet.

"Nunca perderemos la esperanza, porque la verdad está de nuestro lado y no buscamos la independencia -del Tíbet-, sino vivir en paz -dentro de China-, con nuestra propia cultura, lengua o religión", declara a Efe el director de la oenegé Lha, Ngawang Rabgyal.

El responsable de esta organización de apoyo a exiliados en McLeod Ganj, junto a Dharamsala, recuerda que los tibetanos proponen desde hace décadas al Gobierno chino un acuerdo denominado en inglés "Middle Way Approach".

Una solución intermedia entre la independencia y la situación actual, con el fin de conseguir "una autonomía para el Tíbet bajo una misma administración, porque ahora está dividido en cuatro provincias, y con una autoridad propia que respete aspectos como la religión", mayoritariamente budista, afirma Rabgyal.

Lha atiende a unos 150 refugiados con una plantilla de 13 personas a la que se suman 25 voluntarios de distintos países, para que los más desfavorecidos reciban comida, ropa, clases de inglés o de informática.

"Cada vez es más difícil llegar aquí, porque antes venían unos 300 al año a través de Nepal y ahora apenas 100, por la presión del Ejército chino" para impedir su camino al exilio "y la cooperación del Gobierno nepalí con China", lamenta el director.

Quienes ya han nacido en la India, de padres refugiados, tampoco pierden su fe en vivir algún día en la tierra de origen de su familia, como Tenzin Yamgchen, de 20 años, voluntaria de la oenegé.

"Por supuesto que somos optimistas: queremos volver y algún día será posible, ya que por mal que actúe el Gobierno chino, siempre es posible un cambio de rumbo, un gesto hacia nosotros. El bien siempre vence al mal", sentencia la joven.

Los exiliados en Dharamsala "estamos contentos con el trato recibido aquí, donde podemos vivir en libertad, y queremos devolver este favor a la India", asegura a Efe el director de la organización benéfica Tong-Len, Jamyang Lobsang.

Esta entidad cuenta con escuelas y centros de salud que atienden a unas 3.800 personas, no solo tibetanas, sino muchas de ellas indias, venidas de otras partes del país asiático en busca de un futuro mejor, aunque la mayoría malviven en barriadas de chabolas.

"Los tibetanos llevamos décadas aquí y los indios nos han ayudado, por lo que ayudarles a ellos es también nuestra responsabilidad, el pago a la hospitalidad de la India hasta que un día podamos regresar" al Tíbet, concluye el responsable de Tong-Len.

La directora del Centro Tibetano para los Derechos Humanos y la Democracia, Tsering Tsomo, otra de las organizaciones con base en Dharamsala, advierte de que este regreso "no será fácil en un futuro inmediato, porque el Partido Comunista chino sigue en la vía dura".

La situación en el Tíbet "es terrible, -añade Tsomo- con una política cada vez más dura, con leyes contrarias a todo lo que represente la identidad tibetana" y con cientos de personas encarceladas por oponerse a estas normas.

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