"Jamás contemplé renunciar", dice Rousseff en medio de crisis política brasileña

  • La presidenta de Brasil Dilma Rousseff dijo este miércoles que jamás contempló renunciar a su cargo, días antes de una manifestación convocada para pedir su salida del poder en medio de una seria crisis política y económica.

"Jamás contemplé renunciar porque no es posible que alguien discordando con un proceso o una política pretenda quitar a un representante, en este caso a la presidenta, legítimamente electa por el voto popular", aseguró Rousseff en una entrevista con el canal SBT en el Palacio de Planalto, sede del gobierno en Brasilia (centro).

"Tenemos que aprender que democracia implica respeto a la institución", indicó.

La protesta fue convocada para este domingo por grupos que piden la salida de Rousseff, cuya popularidad se ha derrumbado a niveles de un dígito. Entre marzo y abril, el gobierno ya enfrentó dos multitudinarias marchas, que tapizaron decenas de ciudades y recalentaron el clima político, que nunca cedió tras las elecciones presidenciales que la mandataria ganó por un pequeño margen.

"No somos más una democracia infantil, por lo que manifestaciones son cosas normales en una democracia", dijo la mandatario, para acotar que "lo que debemos evitar es la intolerancia" y que debe primar "el respeto a las instituciones".

No obstante aseguró que "la cultura del golpe aún existe" en Brasil, "pero no creo que ella tenga condiciones materiales para ocurrir" en la práctica, indicó.

Con el telón de fondo del escandaloso saqueo de fondos de la estatal Petrobras abordado en la justicia y pegando de lleno en su Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), la economía estancada, con una inflación creciente y con su base aliada en el Congreso reticente a aprobar el ajuste fiscal que impulsa, Rousseff no ha podido detener la hemorragia que comenzó a desangrar su poder a poco de haber sido reelecta hasta 2018.

Reelecta en octubre de 2014 por un estrecho margen, la economista y exguerrillera ha visto cómo su popularidad literalmente se derritió desde que asumió su segundo mandato en enero. En un plazo de siete meses su apoyo se precipitó al 8%, hasta convertirla en la jefa de Estado más impopular desde el retorno de la democracia hace 30 años, según los últimos sondeos de la encuestadora Datafolha.

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