Rudy Giuliani, la resurrección de un exalcalde carismático y duro

El exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, que desde hace quince años no ocupa cargo político alguno, es sin embargo candidato a convertirse en secretario de Estado del futuro presidente estadounidense Donald Trump, que pretende recompensarlo por su fidelidad y aprovechar su carisma y su fama de duro.

Giuliani tiene la reputación, tanto en Estados Unidos como en el extranjero, de haber recuperado a Nueva York tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Ese episodio es el punto más alto de la carrera política de este hombre nacido hace 72 años, el 28 de mayo de 1944, en Brooklyn, en una familia ítalo-estadounidense.

Como alcalde de la Gran Manzana ya había adquirido fama al reducir enormemente las cifras de la delincuencia en la ciudad (durante sus dos mandatos, el número de homicidios se dividió por tres), pero su labor tras los atentados de 2001 tuvo un destaque particular.

Giuliani se convirtió en una suerte de adalid de la "seguridad" luego de haber perseguido a la mafia en los años 80 en tanto fiscal federal en Nueva York.

Este abogado de formación, de hablar nervioso, intentó en 2007 sacar partido de su reputación presentándose a las primarias del partido Republicano. Pero luego de un inicio promisorio, en el que encabezaba las intenciones de voto, comenzó a decaer en los sondeos y abandonó.

Sus principales propuestas de la época recuerdan en buena medida a la actual plataforma de Donald Trump: fin de la inmigración clandestina, reducción de impuestos, combate al aborto, despido de funcionarios en las esferas de gobierno.

Por entonces Giuliani no dudó en dejar de lado otras de sus ideas, bastante menos conservadoras, como el control de las armas individuales, el derecho al aborto y a la unión civil entre homosexuales, así como cierta flexibilidad ante la inmigración.

Cuando el también neoyorquino Trump le pidió que se sumara a su campaña, Rudy Giuliani se alineó con su amigo. El ahora presidente electo había estado en el tercer casamiento del alcalde, en 2002, de la misma manera que Giuliani estuvo en el suyo, en 2005.

Alejado de la vida política desde hace quince años, el exalcalde no tenía mucho que perder con la opción de seguir a un outsider como Trump.

Durante la campaña se mostró incansable y se destacó, al igual que su candidato, por sus declaraciones de elevado tono, en especial contra los demócratas.

Si llegara a ser designado jefe de la diplomacia estadounidense, "se trataría de una nominación no convencional, pero tanto el candidato presidencial como su campaña han sido no convencionales", comentó Daniel DiSalvo, profesor en el City College de Nueva York.

Giuliani carece de la experiencia del actual secretario de Estado John Kerry, o de Hillary Clinton, Condoleezza Rice y Colin Powell, sus predecesores, agregó.

En campaña, manifestó algunas posiciones en materia de política exterior, por lo general duras, en línea con su credo de siempre: defensa indefectible de Israel, criticas acendradas a los palestinos, mayor firmeza ante Rusia, mantenimiento de las tropas estadounidenses en Afganistán y vigilancia en relación a China, sospechada de ambiciones expansionistas.

Su principal fuente de legitimidad sigue siendo, de todas maneras, la lucha contra el terrorismo, que durante su mandato inscribió entre las prerrogativas del alcalde de Nueva York, algo nuevo.

Su relativa inexperiencia parece haber jugado, paradójicamente, a su favor.

"Trump, en cierta manera, condujo una campaña rebelde, en oposición al establishment de su partido", observa Daniel DiSalvo, por lo que "ahora que debe llenar los cargos de gobierno tiene que salir a buscar gente que no esté cercana al poder político".

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