¿Cómo funciona el top manta? El juego del perro y el gato con la policía

  • Se ha convertido en parte del paisaje urbano desde hace años, aparentemente inofensivo para los viandantes, pero no tanto para otros ciudadanos.
Un "mantero" consigue evitar cárcel y la multa gracias al nuevo Código Penal
Un "mantero" consigue evitar cárcel y la multa gracias al nuevo Código Penal

"¿Y qué puedo hacer? Llevo buscando trabajo más de tres años… ¡y nada! No puedo estar solo sin hacer nada. Tengo que buscarme la vida. ¿Cómo voy a volver a mi país si no tengo un puto duro? ¡No puedo!”.

Así se expresaba uno de los miles manteros que se encuentran por las calles españolas. Y que explica claramente la causa más elemental del problema. Muchos de ellos son senegaleses, como los que han estallado en Salou por la muerte presuntamente accidental de un compatriota en la operación contra la piratería llevada a cabo por los Mossos d’Esquadra. ¿Por qué cada día reaccionan con más violencia ante la policía? Hay causas que lo explican.

Las autoridades saben perfectamente, como indica Mamadou Agne, presidente de la Asociación de Senegaleses en España, que los 'manteros' son “el último eslabón de la cadena”. O sea, los ejecutores socialmente más débiles de la descomunal industria de la piratería que se mueve en el mundo, y que parte de las fábricas de países asiáticos.

Grandes centros logísticos en las ciudades europeas reciben millones de productos falsificados. Allí compran estos ‘manteros’ muchos productos falsificados a bajo precio para luego revender por las calles más céntricas de las ciudades españolas.

Cambio de leyes

La policía destina numerosos recursos a erradicar esta actividad pero no lo consiguen. En primer lugar, por una cuestión puramente numérica. La cantidad de inmigrantes no para de crecer, al punto que han desbordado la capacidad de asimilación de varios países europeos.

En segundo lugar, las leyes para combatir el fenómeno han ido variando. El anterior gobierno socialista dejó en falta administrativa la venta ambulante. Posteriormente, la reforma del código penal del actual Ejecutivo vuelve a considerarla delito, con penas de seis meses a dos años.

Esta nueva condición ha extremado la resistencia de los manteros a ser detenidos o identificados. Un antecedente penal complica al máximo la regularización, por lo que los inmigrantes se resisten por la fuerza. Ante la llegada de la policía, uniformada o de paisano, los 'manteros' tratan de evitar por todos los medios que les pidan la identificación o que les retiren la mercancía.

Cada vez más violentos

Esta pudo ser la razón por la que perdió la vida Francisco Javier O., un policía de Madrid que murió a principios de enero de 2016 tras una pelea con Ali Raba Yode, un inmigrante de nacionalidad costamarfileña que comenzó a insultar a unos agentes de policía que estaban en la estación de Embajadores.

Cuando estos quisieron identificarle, el hombre forcejeó con uno de ellos y ambos cayeron a las vías del tren justo en el momento en que pasaba uno. Francisco Javier fue arrollado y el inmigrante sufrió heridas graves.

Para estos ‘sinpapeles’ una identificación o detención puede acarrear una situación límite. Esto puede explicar la decisión desesperada que, según los Mossos, que tomó el inmigrantes de Salou que, en 2015, cayó de un tercer piso y resultó muerto.

Cuando ven a un policía merodeando, los manteros recogen sus posesiones en cuestión de segundos y cambian de ubicación. “Es el juego del perro y el gato”, reconoce un agente acostumbrado a patrullar el centro de Madrid.

Fuerte sentimiento de comunidad

Los fabricantes y los comerciantes son los mayores perjudicados por las actividades ilícitas de los manteros. Reconocen que son el último eslabón, y el más vulnerable de una cadena criminal. Eso no ha impedido que en algunos municipios se hayan producido enfrentamientos físicos entre los manteros y los dueños de establecimientos que ven disminuir sus ventas por la competencia ilegal de los inmigrantes ilegales.

Entre los manteros africanos, especialmente entre los senegaleses, hay un fuerte sentimiento de comunidad. Comparten circunstancias de vida similares y, sobre todo, peligros parecidos, como la policía o una posible deportación. Se ayudan entre ellos. Las mezquitas se convierten en puntos básicos de socialización de esta comunidad cuyo número no se puede precisar con exactitud porque crece al ritmo de la inmigración ilegal.

Y cuando se sienten víctimas de un grave perjuicio, no dudan en unirse para enfrentarse a las autoridades y en provocar desórdenes para denunciar su situación, como se ha visto estos días.

La policía trata de cortar las fuentes de suministro ilegal de estos vendedores ambulantes. Muchos de sus centros de distribución se encuentran en pisos privados, como los que allanaron los mossos de Salou, con un resultado trágico.

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