¿Crisis del euro? Los ataques a la moneda única han aumentado su respaldo social

  • La omnipresencia de la crisis en la Unión Europea ha sido considerada por muchos un fruto lógico de los más recientes tropiezos en su construcción
Europa resiste a sus crisis
Europa resiste a sus crisis

Jacques Rueff indicó en 1950 que "L’Europe se fera par la monnaie ou ne se fera pas" ("Europa se hará por la moneda o no se hará") y son palabras premonitorias, una vez se ha visto el trascurrir del tiempo y los avatares recientes que han sufrido las economías y la sociedades del Viejo Continente.

En el año en curso la moneda común deja atrás la celebración de 'su fiesta de los quince', el tiempo que lleva en circulación, y lo hace en medio de una tormenta de mensajes políticos críticos con el proyecto de integración europea y tras el terremoto del Brexit, cortesía de los ciudadanos del Reino Unido.

Pues bien, en estos instantes de desafección hacia las instituciones de Bruselas y lemas euroescépticos que han servido a los líderes populistas para ganar espacio electoral, el respaldo social a la moneda se ha mantenido inmune al contagio, e incluso ha aumentado en los países que más duro han sufrido la crisis que estalló en 2008.

Así lo pone de relieve un exhaustivo informe de reciente publicación por el Real Instituto Elcano, que con el título de "El futuro de la Unión Europea"(coordinado por Carlos Closa e Ignacio Molina), analiza la repercusión de la gran recesión en la ciudadanía y el proyecto común.

Un poco de historia

La omnipresencia de la crisis en la Unión Europea ha sido considerada por muchos un fruto lógico de los más recientes tropiezos en su construcción, entre los que se marcan como hitos principales el fracaso del Tratado Constitucional en 2005 por los referéndums en Francia y los Países Bajos y la búsqueda contrarreloj de una solución que finaliza en 2009 con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa.

Pero sería simplista acudir a la memoria reciente para poner claridad, toda vez que justo cuando parecía haberse 'parcheado' la crisis institucional explotó la económica, que cerca del 2010 fue exacerbando los mensajes nacionalistas y la falta de solidaridad entre países, a medida que amplios sectores de la población europea sufrieron los efectos más duros de la recesión.

"En épocas de bonanza, los ciudadanos europeos se vuelven más europeístas, confían en las instituciones supranacionales y están más dispuestos a acelerar el proceso de integración. Por el contrario, durante las crisis se vuelven más euroescépticos y nacionalistas", destaca el informe, pero de manera paradójica, esa desconfianza hacia Bruselas que han generado los años de crisis, no ha hecho mella alguna en la consideración positiva hacia la moneda común.

La desafección no es un simple reacción sentimental, ya que sus causas son patentes. En un reciente estudio, la consultora Mckinsey mostraba que entre 2005 y 2014 la renta real en los países avanzados se había estancado o había caído para más del 65% de los hogares, unos 540 millones de personas, afectando especialmente a Italia, EEUU, el Reino Unido, los Países Bajos y Francia (Mckinsey, 2016).

Pero por mucho que la aparición de políticos antieuropeos o críticos con la UE, como Marine Le Pen y Geert Wilders en la derecha, y Pablo Iglesias o Beppe Grillo en la izquierda, hicieran mella al proyecto de integración, un elemento capital del orden económico europeo, la moneda única, sigue gozando de la confianza social, como ponen de relieve las distintas series de Eurobarómetro. Y el fenómeno es más llamativo "en los países donde la crisis económica ha tenido consecuencias más profundas y sostenidas en el tiempo".

grafico eurostat
 

Errarían, por tanto, los análisis que apuntaran al miedo a funestas consecuencias como causa del respaldo a la moneda: tras la crisis, los europeos que usan el euro están más convencidos que antes de que la pertenencia de su país a la unión monetaria es buena para sus economías.

Algo en común

El trabajo de Elcano recuerda que la moneda única se revalorizó casi un 100% de 2002 a 2008, y solo la irrupción de la crisis de las subprime y la caída de Lehman Brothers desnudó sus debilidades. Pero el euro no está respaldado por un soberano europeo y esa ortodoxia y despolitización del Banco Central Europeo, heredada del Bundesbank, eran a priori sus mejores armas de credibilidad. El problema llegó con la crisis global de 2008-2009, "cuando el inversor internacional comenzó a preguntar: ¿quién es el actor que va a estabilizar la situación en la zona euro? y ¿dónde está la autoridad política legítima que va a resolver la crisis griega y la irlandesa?".

"Las uniones monetarias no sobreviven sin una autoridad política legitima, es decir, un soberano, que las pueda sustentar, estabilizar y defender. Por lo tanto, la unión política también es necesaria", señala el estudio en uno de sus análisis monográficos del problema. Y recuerda, no sin cierta ironía, que Alemania y Francia aceptaron rescatar a Grecia, Irlanda y Portugal, y después a España, no por solidaridad, sino más bien porque si no lo hacían sus bancos irían a la quiebra.

Tras la crisis está claro que el BCE ha ganado en reputación y ha demostrado que, "para problemas de magnitud transnacional, Europa necesita instituciones transnacionales con la capacidad de obrar velando por el interés común".

Propuestas para el futuro

El informe de Elcano aporta varias ideas para afianzar la unión económica, monetaria y política, en unos momentos en los que la respuesta unida y poderosa tras el desafío del Brexit ha hecho aparecer un atisbo de fortaleza en Bruselas, seguida por la aplicación de nuevos mecanismos como el que llevó a la JUR a la resolución de la crisis del Popular, por muy controvertida que haya sido.

Recomienda cambiar la secuencia en la profundización de la UEM. Primero hay que recuperar la confianza entre los Estados miembros (sobre todo a nivel político) y sólo después se podrá avanzar en la unión bancaria, financiera, fiscal y económica. Los esfuerzos se deben centrar en mejorar la unión política, es decir, legitimar democráticamente la gobernanza del euro.

También se deben lograr las reformas estructurales en los países más débiles que se proponen en las recomendaciones por países del Semestre Europeo. Esas reformas requieren la simbiosis con el país que las tiene que adoptar. Para ello, tiene que haber una mayor legitimidad democrática de las mismas. Esto se podría lograr haciendo que se aprueben por el Eurogrupo, pero también por una nueva conferencia interparlamentaria en el Parlamento Europeo que esté formada por sus miembros pero también por miembros de los parlamentos nacionales de los países de la zona euro.

La rendición de cuentas es clave. Los responsables de la Comisión Europea que proponen ciertas reformas a través del mecanismo del Semestre Europeo deberían rendir cuentas ante los parlamentos nacionales de los países que deben realizar esas reformas. Igualmente, los funcionarios de la Comisión emplazados en las capitales deberían involucrarse más en el debate público. 

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