La democracia directa pierde fuelle y no mejora la imagen de partidos ni políticos

  • La mejora de la democracia y la participación ciudadana era una de las principales reclamaciones del 15-M con el "no nos representan". 
La evolución de las consultas populares desde 2014
La evolución de las consultas populares desde 2014
Nerea de Bilbao
La evolución de las consultas populares desde 2014


El pasado 12 de noviembre, Ada Colau rompía el pacto de Gobierno con los socialistas en la alcaldía de Barcelona después de que las bases decidieran dar ese paso con un ajustado 54% de síes frente al 46% de noes. Algo menos de 3.800 personas participaron en esta consulta convocada por Barcelona en Comú con la siguiente pregunta: "Debido al apoyo del PSC/PSOE a la aplicación del artículo 155, ¿Barcelona En Comú debe poner fin al pacto de gobierno con el PSC en la ciudad para gobernar en solitario?". Votaron el 40% de los 9.500 inscritos del partido de Colau. En realidad, esta decisión trascendental la tomaron el 1,7% de los más de 176.000 votantes que optaron por Colau en 2015 en una ciudad de más de 1,6 millones de habitantes. 

Esta consulta entra de lleno en el debate sobre la democracia interna de los partidos y sus consecuencias: "No comparto que el modelo plebiscitario del decisiones orientadas, o ya tomadas, se parezca en algo a la democracia participativa", dijo Gaspar Llamazares al respecto.

La opinión de Lluis Rabell, cabeza de lista de Catalunya Si Que Es Pot, también lo deja muy claro: "Que me perdonen los adalides de la 'nueva política', una consulta sobre un pacto de Gobierno, en el que el Gobierno no tiene opinión, pero no para de enviar mensajes contra sus aliados, es un paripé demagógico promovido por gente que no quiere asumir sus propias decisiones".

Desde el 15 hasta nuestros días

La democracia dentro de los partidos es un debate social de nunca acabar. El empoderamiento de los ciudadanos también. La crisis de la democracia representativa a nivel global se hizo visible en España en el 15-M. "No nos representan", era uno de los lemas. "Más democracia", era otro de los mensajes que se lanzaron hace ya más de seis años y medio en la Puerta del Sol y otras decenas de plazas en nuestro país. La percepción de que los políticos y los dirigentes estaban alejados de la sociedad era palpable.

Desde entonces la reclamación ciudadana de participar en las decisiones políticas más importantes se ha extendido como algo necesario y se ha convertido en tendencia, no solo en España, sino a nivel europeo. Los partidos políticos, correa de trasmisión de las decisiones, han ido perdiendo miedo a las consultas internas a sus afiliados. En los últimos años se ha preguntado a la militancia decisiones de todo tipo: elección del líder, programas electorales, pactos de gobierno o distintas confluencias.

En los últimos años todos los partidos han realizado consultas a la militancia, de Podemos al PSOE, pasando por Ciudadanos e incluso el PP en algunas Comunidades Autónomas. La Constitución señala en su artículo 6 que "la estructura interna y funcionamiento de los partidos políticos deberán ser democráticos". Las medidas encaminadas a mayor democracia interna en los partidos se han popularizado en toda Europa en partidos de diversa índole ideológica. Por ejemplo en Francia, Los Republicanos (de derechas) y los socialistas eligieron a su candidato por primarias. Por cierto, ninguno de los dos llegó a la segunda vuelta donde ni Le Pen ni Macron fueron elegidos de forma directa.

En España las primarias, por ejemplo, se están empezando a extender. El PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos son partidarios de obligar por ley a los partidos políticos a hacer primarias. Los socialistas quieren que se impongan expresamente para la elección de sus candidatos a la Presidencia del Gobierno y las comunidades, así como para las alcaldías, salvo en los municipios con pocos habitantes, y que se establezca un procedimiento "singularizado" de financiación pública para estas elecciones internas, algo a lo que el PP se opone.

Menos importancia de la que aparentan

Los politólogos restan 'glamour' a este tipo de consultas. Los partidos las hacen cuando están en la oposición o para solucionar problemas internos. También para dejar la responsabilidad de difíciles decisiones en manos de la gente. Ejemplos de lo primero son las primarias del PSOE, y de lo segundo, la de Barcelona en Comú para romper el PSC o la de Podemos para intervenir y expulsar a su líder en Cataluña, Dante Fachín, con la excusa de participar en una confluencia con los 'comunes'. 

Las bases de Ada Colau rompen el acuerdo de gobierno con el PSC
Las bases de Ada Colau rompen el acuerdo de gobierno con el PSC / EFE

Otra cosa que ha demostrado la experiencia de estas consultas es que una vez institucionalizadas suelen caer en el olvido. Los afiliados tienden a cansarse de tomar diferentes decisiones. En aquellos partidos que las utilizan con más frecuencia, como Podemos, los niveles medios de participación son inferiores.

El partido dirigido por Pablo Iglesias ha recurrido a las consultas internas para elegir candidato, nombrar al líder, decidir el modelo de partido, aprobar el programa electoral, votar no a Sánchez o ir en confluencia con Izquierda Unida. La consulta con más participación fue la primera, Vistaelegre I, cuando se alcanzó el 42% de los inscritos. Ninguna ha vuelto a superar ese porcentaje, ni siquiera Vistalegre II cuando el enfrentamiento entre Iglesias e Errejón movilizó a las bases. Algunas consultas han tenido una participación muy baja, como las primarias para elegir candidato (el 20 de diciembre) o la votación del programa electoral.

Cuando no se abusa de las consultas y la competencia existe la participación es mayor. En este sentido el PSOE ha manejado mejor los tiempos. Ha realizado tres consultas en tres años y las tres han superado el 50%, llegando a un espectacular 80% en las segundas primarias que ganó Sánchez.

Menos éxito han tenido las primarias en Ciudadanos o Partido Popular. Albert Rivera fue elegido líder del partido naranja (tuvo dos rivales) en enero con una participación del 34% de la militancia. En el PP, de momento, han ensayado esta elección en algunas Comunidades Autónomas. En Madrid, Cristina Cifuentes arrasó en unas primarias en las que se inscribieron algo menos de 11.000 militantes de los 95.000 que tienen los populares en la Comunidad.

La cara oculta de estas consultas

Un estudio de la Fundación Alternativas señala problemas relacionados con el "clientelismo, las posibles estrategias de electores de otros partidos" (que tratan de favorecer a un candidato alejado de la línea tradicional del partido) o los "miembros fugaces", aquellos que se dan de alta para votar y luego se dan de baja. "En suma, no hay garantía de que más votos signifiquen unos mejores resultados para la imagen del partido", concluía ese informe. De cómo se articulen esos procedimientos, estaremos ante una mera consulta plebiscitaria para legitimar decisiones adoptadas por las élites, o una verdadera decisión democrática por parte de las bases, explicaba. 

Ese mismo informe señala que más democracia interna no suele arreglar lo que no va bien, pero pone al descubierto lo que va mal en un partido, sus disputas internas, sus líneas de fractura en las bases, sus disfunciones estructurales. Y quizás lo que más pueda interesar: el efecto electoral es cada vez menor. La normalización de las mismas, al igual que ocurre con la participación en las consultas, debilita su impacto en las elecciones generales.

En junio de 2011 los partidos y la clase política preocupaba al 24,7% de los ciudadanos y era el tercer problema para los españoles según el CIS, tan solo por detrás del paro y los problemas de índole económica. En octubre de 2017, los políticos y los partidos son el cuarto problema de los españoles, por detrás del paro, la independencia de Cataluña y la corrupción y el fraude. Baja un puesto, pero sube la preocupación hasta el 27,5%. Ni la aparición de Ciudadanos y Podemos ni las consultas ciudadanas han logrado  mejorar la imagen de los partidos y de la política. 

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