
Hay ciertos alimentos que se conservan mucho mejor que otros, sobre todo en el caso de las verduras y las hortalizas. Mientras que, por ejemplo, un pimiento o una manzana pueden durar en la nevera más de una semana, las lechugas (sean del tipo que sean) son mucho más delicadas.
Al estar compuestas en su mayor parte por agua, las lechugas (sobre todo las verdes) tienden a perder frescura y ponerse pochas en muy poco tiempo, incluso aunque las guardemos en la nevera. Los mejores consejos para que duren más tiempo pasan por prestar atención a la humedad y a la temperatura.
Limpiar las hojas y secarlas
Antes de meterla en la nevera hay que lavarla. Las lechugas acostumbrar a tener algo de tierra e incluso algún insecto, por eso antes de guardarlas hay que limpiarlas. Lo mejor es separar hoja por hoja, dejándolas enteras (nunca trocearlas). Hay que lavar hoja por hoja con agua fría (si se quiere se puede utilizar desinfectante para alimentos) y enjuagarlas bien.
Una vez lavadas las hojas, hay que secarlas con cuidado de no partirlas y asegurándonos de retirar correctamente toda la humedad. Se puede utilizar papel de cocina en aquellos casos en los que no se disponga, por ejemplo, de un centrifugador de verduras.
A la hora de guardarlas en la nevera lo mejor es utilizar el cajón de verduras. Las lechugas necesitan poco frío y que no haya corrientes de aire, por lo que este lugar es el idóneo para su conservación.
Como truco final, se pueden apoyar las hojas de un envase y colocar entre cada una de ellas una hoja de papel de cocina absorbente, para que este vaya eliminando la humedad y el agua que puedan ir soltando las hojas y mantenerlas así siempre frescas. Siguiendo estos pasos, es posible conservar correctamente las lechugas entre tres y cinco días.
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