Las tecnologías avanzan a pasos agigantados y buena muestra de ello son los smartphones. Lo que en su día empezó siendo un teléfono inalámbrico con el que apenas se podía llamar, mandar SMS y como mucho jugar a la Serpiente, ahora es casi un ordenador en miniatura que cabe en el bolsillo (aunque cada vez los fabriquen más grandes).
Una de las funcionalidades más cómodas si cabe de las que disponen estos modernos smartphones son sus posibilidades de conexión inalámbrica con otra serie de dispositivos. Lo que empezó con los infrarrojos, se modernizó con el bluetooth y ahora se completa con el NFC o near-field communication, que podría traducirse como 'comunicación de campo cercana'.
El NFC del móvil funciona con una tecnología inalámbrica de baja frecuencia y es similar a la que se puede encontrar en los abonos de transporte o llaves magnéticas. Sirve para enviar datos de un dispositivo a otro y su punto fuerte está en la velocidad de transmisión, con una tasa de transferencia que puede alcanzar los 424 Kbps. Su punto débil, sin embargo, está en la distancia de funcionamiento, ya que es necesario acercarse a menos de 20 centímetros del otro dispositivo para que funcione. Por sus características, se usa sobre todo para la transmisión de datos y los sistemas de identificación.
Para qué se puede usar
Una de las funciones más destacadas de este sistema de conexión en el móvil es la del pago, utilizando el smartphone como si se tratase de nuestra tarjeta de crédito reduciendo así el número de objetos que llevar en los bolsillos.
Sin embargo, las funcionalidades del NFC van mucho más allá:
- Sincronización instantánea de dispositivos: solo con acercar el móvil a unos altavoces se podrían sincronizar automáticamente, por ejemplo.
- Automatización de acciones: se pueden configurar etiquetas NFC para que, cuando el móvil pase por ellas, se realicen determinadas configuraciones automáticas. Por ejemplo, tener una en la entrada de casa para que el smartphone se conecte automáticamente al Wi-Fi.
