Las banderas ponen el color en una Roma gris en la jornada de canonizaciones

  • Miles de banderas portadas por católicos de todo el mundo apostados en la Ciudad del Vaticano y alrededores llenaron de color y cánticos las horas previas al acto de canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII, con algunos momentos de nerviosismo entre los fieles por conseguir el mejor sitio.

Ciudad del Vaticano, 27 abr.- Miles de banderas portadas por católicos de todo el mundo apostados en la Ciudad del Vaticano y alrededores llenaron de color y cánticos las horas previas al acto de canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII, con algunos momentos de nerviosismo entre los fieles por conseguir el mejor sitio.

El rojo y blanco, de la bandera nacional de Polonia, pusieron mayoritariamente color a una Plaza de San Pedro gris bajo el cielo encapotado de Roma y en la que las banderas españolas y de países latinoamericanos como Brasil, Honduras o México también eran visibles.

Junto a ellas había fotografías de los dos papas, Juan XXIII y Juan Pablo II, y fieles apostados desde el día anterior ataviados con sacos de dormir, mantas, almohadas y viandas varias.

A pesar del ambiente festivo y de los cánticos, hubo algo de nervios en las horas previas al acto, cuando los peregrinos intentaban entrar a una Plaza ya casi llena y ocupada por otros fieles que durmieron al raso en sus alrededores.

Entre los que pasaron la noche frente a la cúpula de San Pedro, el venezolano Jesús Aular, quien durmió en la Vía de la Conciliación, que conecta Roma con la Ciudad del Vaticano, hasta las 05.30 de la mañana (03.30 GMT), hora en la que se abrió la Plaza.

"Para mí es una emoción indescriptible estar aquí, por primera vez en Roma, para este evento histórico. Vengo a pedir a los dos papas que intercedan por la paz en el mundo y en mi país", dijo a Efe.

Misma petición que la de la nicaragüense Lidia Ovando, quien reza cada día "por el fin de la violencia en Centroamérica".

Ambos portaban las banderas de sus respectivos países, al igual que el joven español Rodrigo Ruiz, al que acompañaba un "pequeño" grupo de otros 600 compatriotas.

Pero a pesar de las diversas banderas, el sentimiento de admiración por los dos futuros santos era común y se respiraba en cada rincón del Vaticano.

En definitiva, "esta experiencia es como animar un partido de fútbol, pero formando todos parte del mismo equipo", el de Juan XXIII y Juan Pablo II, tal como lo describió José Alberto Caballero, legionario de Cristo mexicano.

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