Un año sin Ratzinger

  • Hace un año, un "humilde trabajador de la viña del Señor", como se considera, Benedicto XVI sorprendió al mundo y sacudió a la Iglesia Católica al renunciar al papado, lo que no ocurría desde 1294 cuando hizo lo mismo Celestino V, una decisión inusual, valiente, que ha cambiado la mentalidad de los católicos.

Juan Lara

Madrid, 10 feb.- Hace un año, un "humilde trabajador de la viña del Señor", como se considera, Benedicto XVI sorprendió al mundo y sacudió a la Iglesia Católica al renunciar al papado, lo que no ocurría desde 1294 cuando hizo lo mismo Celestino V, una decisión inusual, valiente, que ha cambiado la mentalidad de los católicos.

Aunque Benedicto XVI ya dejo a entender en su libro-entrevista "Luz del mundo" (2010, escrito por Peter Seewald) que si la salud le impedía ejercer su ministerio no dudaría en renunciar, nadie pensaba que lo hiciese. Y es que aún condicionaba mucho la imagen de Juan Pablo II, sufriendo la enfermedad hasta el último suspiro de su vida.

Fueron muchos los que dentro de la Iglesia, entre ellos el actual cardenal arzobispo de Cracovia y que fuera durante casi 40 años secretario privado del papa Wojtyla, Stanislaw Dziwisz, quienes criticaron la renuncia, señalando que "de la Cruz no se desciende".

Benedicto XVI, en su línea de prudencia, contestó indirectamente un día antes de dejar de ser papa para convertirse -como dijo- en "un simple peregrino que inicia la última etapa de su vida" señalando que su renuncia no significaba volver a la vida privada, ya que "no abandono la cruz".

Joseph Ratzinger considera que el papa tiene que tener las fuerzas necesarias para guiar a la Iglesia en estos primeros y convulsos años del tercer milenio y él, con 86 años en esos momentos, ya no las tenía, aunque estaba en plena facultades mentales.

Y le flaqueaban tras afrontar, entre otros, los cientos de casos de abusos sexuales cometidos por clérigos a menores -que pusieron en la picota a las iglesias de EEUU, Irlanda, Alemania, Austria y Bélgica, entre otras-, y el doloroso Vatileaks, el escándalo del robo y filtración de documentos vaticanos y de él, que desvelaron enfrentamientos e intrigas vaticanas.

Aunque los escándalos de pederastia no le pillaron por sorpresa, ya que pocos días antes de ser elegido papa -el 19 de abril de 2005- denunció "cuánta suciedad y cuánta soberbia hay en la Iglesia y entre los que por su sacerdocio deberían estar entregados al Redentor", nunca pensó que pudieran ser tantos.

El Vatileaks le causó muchas tristezas, por estar implicado su hasta ese momento fiel mayordomo, Paolo Gabriele, "Paoletto", su hombre de confianza, el que le ayudaba a vestir todos los días, con el que comía y era su sombra.

Benedicto XVI ha reconocido que le causaron tristeza, pero no hasta el punto de renunciar, ya que siempre ha mantenido que no se puede abandonar el rebaño "cuando se acercan los lobos".

Observadores vaticanos consideran que decidió renunciar cuando se dio cuenta de que no podía meter en cintura a la curia vaticana y denunciar que en la Iglesia actual "se muerden y devoran" unos a otros, como dijo cuando fue duramente criticado por haber levantado la excomunión a un obispo tradicionalista que niega el holocausto judío y no fue informado de ello por parte de la Curia antes de tomar la decisión.

Ratzinger se marchó marcando las línea de purificación que tiene que seguir la Iglesia: tolerancia cero con la pederastia y reforma de la Curia y de los organismos financieros vaticanos, entre ellos el IOR, el Instituto para las Obras de la Religión, conocido como el Banco del Vaticano, inmerso en numerosos escándalos de corrupción.

Su sucesor, el papa Francisco está llevando a cabo lo ya previsto, por lo que muchos observadores ven una continuidad de papados, aunque diferencias -muy visibles- en las formas.

Tras los duros años que le tocó vivir a Benedicto XVI, la llegada de Francisco ha supuesto una nueva primavera para la Iglesia. El papa Bergoglio ha devuelto a los católicos la alegría de ser cristianos y se ha ganado el favor de los medios de comunicación de todo el mundo.

Benedicto XVI fue duramente criticado desde el comienzo de su pontificado, tal vez porque pesaban demasiado sus 24 años como guardián de la fe" junto a Juan Pablo II. Francisco fue acogido "a lo grande" desde el primer momento y todo lo que dice o hace se ve de manera positiva.

Su magisterio es sencillo, directo, sin oropeles, aunque la doctrina no ha cambiado.

Ello se vio cuando en su primer encuentro con la prensa subrayó que las puertas del sacerdocio seguirán estando cerradas para las mujeres, aunque a la misma vez abogó por un mayor papel de la fémina dentro de la Iglesia, en la misma línea que marcaron Juan Pablo II y Benedicto XVI.

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