Josep Maria Subirachs, el escultor que deconstruyó a Antoni Gaudí

  • Hèctor Mariñosa.

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Hèctor Mariñosa.

Barcelona, 8 abr.- Josep Maria Subirachs pasará a los anales de la historia del arte como el escultor que a su manera deconstruyó la concepción escultórica de Antoni Gaudí, al dejar su huella vanguardista en el templo de la Sagrada Familia, la más emblemática obra del genial arquitecto modernista.

Hombre sencillo, serio, taciturno y trabajador infatigable, Subirachs se dedicó hasta que su salud se lo permitió a su pasión creativa, en innumerables obras que tenían el don de no dejar indiferente y que levantaron polémicas insólitas en el mundo del arte.

Sus esculturas vanguardistas y rectilíneas en medio del universo curvilíneo de Antoní Gaudí provocaron una encendida contestación al trabajo de Subirachs en la Sagrada Familia, lo que desembocó incluso en una manifestación frente al templo gaudiniano en julio de 1990, apoyada por buena parte de la intelectualidad catalana de la época.

Subirachs comprobó que muchos de sus compañeros se sumaban a un acto en el que se le exigía que paralizara las obras e incluso llegó a lamentarse que en la época no circularan tranvías, en alusión a la trágica muerte de su admirado Antoni Gaudí.

Las críticas y contestaciones no hicieron mella en su trabajo, y, en una entrevista con Efe en 1998, Subirachs seguía defendiendo haber imprimido su propio estilo en la basílica de Gaudí, al recordar que casi todas las catedrales tienen mezclas de estilos y que "obras como ésta deben dar un testimonio del paso del tiempo".

"El conjunto tiene suficiente unidad para ser una obra armoniosa, y estoy contento de ello", subrayó entonces el escultor catalán.

Aunque la polémica creada le resultó "un poco incómoda" al ver que en los periódicos "durante mucho tiempo sacaron cosas contra mí diciendo cosas muy gruesas, deseándome la muerte", el artista no dejaba de encontrar positivo que se "creara un especie de interés" sobre su obra.

Pese a ser ésta la controversia más conocida, algunas de las obras de Josep Maria Subirachs ya levantaron suspicacias desde sus inicios; no en vano fue el primer artista en ubicar esculturas abstractas en espacios públicos de Barcelona en los años 50, causando entonces un considerable revuelo.

Subirachs también protagonizó a principios de 1992 un sonado enfrentamiento con Antoni Tàpies, al reconocer su importancia como pintor, pero descalificarle como escultor y decir que no tenía "ni idea" de escultura, cuando proyectó su gran obra en forma de calcetín para el salón oval del Palau Nacional de Barcelona.

Esta trayectoria llevó a Subirachs a sufrir un considerable aislamiento dentro del mundo artístico catalán e incluso a recibir ataques por la calidad de su obra, hasta el punto de que reconocidos críticos han declinado hoy hacer una valoración de sus trabajos.

Como otros artistas, Subirachs se sabía más reconocido fuera de Cataluña que dentro de ella, lo que atribuía a que "este es un país muy rico en personalidad en un espacio limitado, y esto crea como unas tensiones y unas rivalidades", algo que sin embargo consideraba que daba "más fuerza y nervio" a los artistas.

Aquejado en los últimos años de una enfermedad neurodegenerativa, que le ha llevado a la muerte, el artista no ha podido ver cumplido uno de los proyectos en los que más ilusión depositó en los últimos años de su vida, la apertura del Espai Subirachs como espacio museístico de su obra.

El museo, que debía emplazarse en la calle Princesa de Barcelona, cerca del Museo Picasso, debía ser financiado por una caja de ahorros catalana, pero diversos problemas en el edificio que debía albergarlo y el elevado coste que suponía, en plena crisis de estas entidades, llevaron a la entidad a abandonar el proyecto.

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